La retirada de tropas estadounidenses de Siria: ¿del vacío de la superpotencia al conflicto regional por influencia? (I)
En los últimos tres años, la guerra civil siria, que hasta ahora se ha caracterizado por un conflicto contenido regionalmente con respecto a la participación de los Estados vecinos en las hostilidades, se ha convertido en un conflicto con la intervención directa de las principales potencias del sistema internacional. Esto ocurrió con la intervención de Rusia y los Estados Unidos en el conflicto. Sin embargo, en este y desde el principio, los contrarios no se enfrentaron directamente entre sí con sus fuerzas regulares. La elección de Donald Trump en 2017 comenzó un nuevo pronóstico para el conflicto, ya que Estados Unidos bajo su mando, estaba cada vez más inclinado a participar menos en el mismo. Con la pérdida de territorio por parte del DAESH y el debilitamiento del grupo, Trump presionó cada vez más a los líderes militares de su país, para que retiraran a los casi dos mil marines estacionados en Siria.
El 19 de diciembre de 2018, Estados Unidos anunció la retirada de sus fuerzas de Siria, en un movimiento que conmocionó a los aliados y puso una serie de interrogantes sobre el conflicto. En este breve artículo, nos gustaría evaluar las consecuencias de la acción de Estados Unidos para los actores involucrados y para el futuro de la guerra en Siria. En un primer momento, desde este movimiento, entendemos que Estados Unidos pierde influencia en el curso del conflicto, con Washington poniéndose al margen de las negociaciones políticas. También lo hace en el desarrollo de acciones en el campo del combate, con sólo Rusia, Irán y Turquía, además de una presencia lateral de Arabia Saudí y Qatar, con fuerzas regulares de aliados locales actuando en el país. De esta manera, se puede considerar cuáles pueden ser los efectos de la estrategia norteamericana para los actores involucrados.
Entendemos que de todos los grupos implicados, los más vulnerables son las fuerzas de autodefensa del Kurdistán sirio, que con el apoyo de los Estados Unidos, se han unido en una coalición con tribus árabes del norte de Siria y otros grupos étnicos minoritarios para formar las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) y combatir la DAESH. Esto había sido desarrollado por las autodefensas kurdas YPG (Unidades de Protección Popular) y YPJ (Unidades de Protección de la Mujer) por su propia cuenta desde 2014. Esta vulnerabilidad se produce, dado el hecho de que el apoyo de Estados Unidos protege los territorios de una posible agresión turca a gran escala.
La protección de las unidades kurdas se produce a partir de la legitimación política que los EE.UU. apoyan a los grupos kurdos basándose en su buena actuación en la lucha contra el DAESH. También consta el hecho de que el personal de las fuerzas especiales de los Estados Unidos opera bajo las mismas banderas que las fuerzas de las Fuerzas de Autodefensa. Así, en caso de un ataque turco, Ankara correría el riesgo de golpear a las fuerzas estadounidenses, lo que resultaría en una vergüenza internacional. Un posible ataque turco ocurriría dado el hecho de que el gobierno turco considera a las fuerzas y a la administración kurdas como una extensión del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, que Ankara define como un grupo terrorista, y, contradictoriamente, también Washington.
Para tratar de protegerse de una posible (y ya anunciada) operación militar ampliada por parte Turquía, los líderes políticos de Rojava ya han anunciado negociaciones con las autoridades legalistas de Damasco. Hay un claro conflicto de intereses en este acercamiento, incluyendo también un choque de versiones. En un primer momento, las fuerzas kurdas de las Fuerzas de Autodefensa de Siria compartirían con Damasco el control del tráfico por carretera y de los movimientos en los territorios y el acceso a las ciudades bajo el control de la Federación Democrática de Siria del Norte (DFNS). Assad, a su vez, garantizaría la protección contra la agresión turca. Aunque un posible acuerdo protegería a las poblaciones kurdas e internamente desplazadas que viven en Rojava, el proyecto de Confederalismo Democrático implementado por los cuerpos políticos kurdos en los últimos años sería enterrado por la centralidad baazista de Assad.
Otro actor, que en teoría podría salir perdiendo con la retirada de las fuerzas estadounidenses, es Israel. Esto se debe a que Tel Aviv entiende que el vacío dejado por Estados Unidos sería explotado por Irán para aumentar sus capacidades de proyección en la región de Oriente Medio. Esto colocaría a las fuerzas iraníes regulares y a sus representantes, especialmente al Hezbolá libanés, cerca de los Altos del Golán (frontera sirio-israelí), lo que constituiría una grave amenaza para la seguridad de Israel. Como resultado, Tel Aviv perdería aún más libertad de acción en los cielos sirios, lo que limitaría su capacidad para sabotear la transferencia de armas y tecnología de Teherán a Hezbolá libanés. Se puede asumir que para complacer a Israel, el camino elegido por Washington es aumentar las sanciones contra Teherán para debilitar la economía persa.
Nota: Este artículo, que se presenta en tres partes, fue redactado por Bruno Lima Rocha en conjunto con Pedro Guédes y Augusto Colório.
Fotografía: nationalinterest.org