El silencio estridente de Abdullah Öcalan
¿En qué piensa Abdullah Öcalan en medio de la soledad de la isla-prisión de Imrali? Tal vez en las montañas de Taurus o Qandil, esas amigas que nunca traicionaron al pueblo kurdo. O, quizá, en los miles de hombres y mujeres que corean su apodo, “Apo”, en cada movilización en la cual demandan su libertad. ¿Será el silencio de una isla árida en el mar de Mármara una compañía para ese hombre de 69 años, que en 1978 -junto a un puñado de militantes- fundó el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK)? ¿Öcalan imaginará que sus ideas, un torrente de pólvora seca en contacto con el fuego profundo de la tierra, se expanden por todo Medio Oriente con la fuerza de la libertad? ¿En la pequeña habitación en la que está recluido desde 1999, con la compañía de unos pocos libros y el cielo fragmentado por los paredones que lo rodean, Öcalan intuirá que sus ideas, concebidas al calor de la lucha guerrillera y de las frenéticas discusiones con sus compañeros y compañeras, se defienden con fusiles, banderas, discursos apasionados y la construcción de una nueva sociedad en Rojava, el Kurdistán sirio, una tierra que habitó hasta que el gobierno de Damasco lo expulsó el 9 de octubre de 1998?
Este 15 de febrero se cumplieron 20 años de la reclusión de Öcalan en Imrali. Aislado, amenazado y sin contacto con sus abogados desde 2011, el líder del PKK todavía es el protagonista principal de la rebelión de los pueblos de Kurdistán. Y es también el garante que demanda el pueblo kurdo para alcanzar un acuerdo de paz en Turquía.
Luego de su expulsión de Siria, Öcalan comenzó un viaje por Europa, en búsqueda de asilo político. En 1999, cuando se encontraba en Kenia con el objetivo de trasladarse a Sudáfrica, donde Nelson Mandela había ordenado que se lo recibiera, Öcalan fue secuestrado en un operativo conjunto de los servicios de inteligencia turcos (MIT), estadounidenses (CIA) e israelíes (Mossad). Desde hacía años, el fundador del PKK se había convertido en el “enemigo número uno” del Estado turco.
El pensamiento de Öcalan, recopilado en una decena de libros y cientos de artículos, cruza al pueblo kurdo, que reconoce a ese hombre nacido en el poblado de Ömerli, en el Kurdistán turco, no sólo como a su máximo dirigente, sino como el “liderazgo” por la liberación del territorio. Las ideas de Öcalan se encuentran a la vanguardia del profundo cambio social que en la actualidad es necesario para Medio Oriente. Del marxismo-leninismo clásico en el que se fundó el PKK, la ideología del Movimiento de Liberación de Kurdistán se transformó en el Confederalismo Democrático. La autonomía, la liberación de las mujeres como eje fundamental para la revolución, el cooperativismo, la convivencia entre etnias y religiones, y una propuesta anti-capitalista que rescata los saberes ancestrales del pueblo kurdo son las líneas generales que Apo dejó como legado vivo y latente.
Desde hace casi dos meses, en todo Kurdistán y en varios países de Europa se llevan adelante huelgas de hambre que demandan el fin del asilamiento de Öcalan. Esta medida de fuerza la inició Leyla Güven, diputada del Partido Democrático de los Pueblos (HDP) de Turquía, que se encontraba en prisión y, debido a la presión internacional, fue liberada recientemente. Güven, que pronto cumplirá los cien días de huelga de hambre, contagió a cientos de personas que redoblaron sus esfuerzos para que la voz de Öcalan vuelva a ser escuchada por su pueblo. La presión dirigida al gobierno del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, permitió que Mehmet Öcalan, hermano del líder kurdo, lo pudiera visitar en Imrali a mediados de enero. Según la dirigencia del HDP, el estado de salud de Öcalan es bueno y todavía no están dadas las condiciones para informar sobre lo conversado.
El 11 de septiembre de 2016 fue la última reunión de Öcalan con su hermano. En esa ocasión, el líder kurdo expresó que no se rendiría “ante el Estado ni ante nadie, incluso si tengo que permanecer aquí otras tantas decenas de años”. Por esos días, Turquía estaba estremecida por el supuesto intento de golpe de Estado contra Erdogan, que le permitió al Ejecutivo recrudecer la represión contra el Movimiento de Liberación de Kurdistán y la izquierda turca.
“He advertido en repetidas ocasiones sobre la posibilidad de este tipo de golpes en la medida en que la cuestión kurda siga sin resolverse – expresó Öcalan en ese momento –. El camino de los golpes de Estado y este tipo de intentos siempre permanecerán abiertos a menos que la cuestión kurda se resuelva y una Turquía democrática sea construida”.
En ese 2016 que parece tan lejano, el líder del PKK también se refirió al proceso revolucionario en Rojava: “Como parte de la Revolución en Rojava, los Estados Unidos y el PYD (Partido de la Unión Democrática) intercambiaron apoyo en contra de ISIS. Sin embargo, los Estados Unidos han invitado al Estado turco a Rojava a través de Jarablus (…) Esto debe ser analizado muy bien. En este punto, creo que los Estados Unidos persiguieron tal estrategia con el objetivo de debilitar tanto a los kurdos como a los turcos (…). Su objetivo es provocar una confrontación entre ambas partes”. A este análisis, Öcalan agregó: “Formamos las bases de lo que hoy es el movimiento en Rojava cuando fuimos allí sin armas y sin dinero. Logramos esto avanzando paso a paso. Los resultados obtenidos en Rojava son los resultados del proyecto que habíamos revelado allí hace años. Rojava tiene una fuerza armada de 50 mil combatientes hoy en día. Si no va a ser capaz de defenderse a sí misma, ¿quién más puede hacerlo? ¿Qué puedo hacer yo al respecto?”.
Las últimas palabras conocidas de Öcalan fueron las siguientes: “Si el Estado (turco) está listo, puede enviar a dos personas a la isla y podemos empezar las negociaciones (de paz). Estamos preparados para eso. Por otra parte, cualquiera puede hacer lo que quiera. No tengo miedo del Estado. Ellos me pueden ejecutar aquí, pero nunca tomarán posesión de mi voluntad”.
Abdullah Öcalan ya no es él. Su figura, sus pensamientos, su praxis hace mucho tiempo se mimetizó con el pueblo de Kurdistán. Su voz, silenciada por el Estado turco y sus aliados, no deja de retumbar en Imrali y cruza mares y fronteras hasta volverse un grito estridente de libertad y rebelión.