11 de abril: dos modelos de gobierno en disputa
El 11 de abril no solo se votará solamente por una persona: o por Andrés Arauz o por Guillermo Lasso. En un contexto más amplio, el pueblo ecuatoriano elegirá entre la defensa de lo público o privatizaciones tapiñadas. Respecto a la política económica, decidiremos entre apostarle nuevamente al neokeynesianismo o a la continuidad del neoliberalismo. Son conocidos los resultados de ambas de estas dos formas de administrar y gobernar el Estado en la historia reciente. Tanto el neokeynesianismo de los diez años de gobierno de Rafael Correa, como el neoliberalismo de los últimos cuatro años de gobierno de Moreno y el capital.
Las prácticas políticas de cada gobierno, más allá de los discursos políticos, son las que permiten vislumbrar en cuales de estos dos modelos de gobierno se han ubicado correspondientemente. Y por más que se empeñen en declarar que ciertos discursos y personajes polarizan la sociedad, termina siendo claro que la polarización social forma parte de las dinámicas del capitalismo. La consecuente politización de dicho conflicto -contextualizarlo entre los debates actuales- resulta en una dinámica concientizadora del pueblo respecto a su propio poder como sujeto colectivo político mayoritario, y por ende de su potencial poder emancipatorio. Dicho esto, ante el deseo y duda de ciertos sectores de proponer la constante superación de la “gran polarización” entre correísmo y anti-correismo.
En definitiva, la polarización intrínseca de las sociedades capitalistas siempre saldrá a flote, encarnada en ‘ismos’ derivados de dichos personajes o movimientos sociales. Mientras no se superen las dinámicas de reproducción de la sociedad capitalista, este antagonismo no desaparecerá, sino que reaparecerá o se mantendrá por décadas como el peronismo en Argentina, o el joven chavismo en Venezuela. Estas identidades políticas, las mismas que han ido asumiendo los pueblos latinoamericanos, no da cuenta si no de los pocos y limitados canales y vías de participación política disponibles para las clases obreras y campesinas de Latinoamérica.
Ante el panorama electoral actual, la única identidad política existente que le ofrece algo de justicia social a las clases populares termina siendo el correísmo, representado en la figura de Andrés Arauz, quien carga con los éxitos de los diez años del gobierno de Correa, pero así también con sus desaciertos. Estos errores bien podrían subsanarse en un posible gobierno de Arauz; como el no haber podido separar los valores religiosos del líder estatal de la lógica del Estado, en materia de género y aborto.
En general, los diez años de gobierno correísta han sido los años más estables de gobierno desde el retorno a la democracia en 1980. Suficiente con analizar los indicadores económicos y sociales para constatarlo. Por más de que la ultra derecha se empeñe en argumentar que el país contrajo una deuda excesiva en estos diez años, es indudable que primero; la deuda externa termina siendo un mal ontológico de las repúblicas del Sur, y segundo; que con el gobierno neoliberal de Moreno la deuda externa incrementó en más de dos veces, volviendo a recurrir a las “desinteresadas” políticas y financiamientos del FMI y el Banco Mundial.
La deuda externa que deja el actual gobierno, además de las crisis sanitaria, económica, social y política que enfrenta el país, representan problemas que ameritan la aplicación de políticas económicas orientadas a recuperar y fortalecer el Estado de bienestar. Con la conclusión del mandato de Moreno, termina un ciclo político en el que se gobernó enteramente para el gran capital.
Resulta imperante reconocer que el único proyecto político que materializaría una inversión social sostenida, además del acceso gratuito y universal a la vacunación o el cobro de las millonarias deudas perdonadas a los grupos de poder con el SRI, sería Andrés Arauz. En caso de llegar al gobierno, el pueblo ecuatoriano tendrá que mantenerse pendiente de que Arauz cumpla realmente con lo propuesto en su plan de gobierno.
Frente a la segunda vuelta electoral y más allá de Andrés Arauz y de Guillermo Lasso, lo que se encuentra en juego es la posibilidad de dos modelos de gobierno, orientados a favorecer a una de las dos clases antagónicas existentes en las sociedades capitalistas. Un modelo de gobierno que incluya a los sectores populares, o un modelo de gobierno que los relegue a la suerte del libre mercado.