El nuevo fraude del 24 de marzo
Las elecciones desde ya son un carísimo fracaso, un sainete mal ensayado que nos recuerda no solo lo inútil que es tratar de cambiar las cosas de arriba hacia abajo, sino que, las élites están dispuestas a cualquier cosa con tal de sostener su dominio.
De esta manera, las elecciones seccionales serán celebradas con un Consejo Nacional Electoral sin capacidad técnica y comandada por intereses políticos en pugna; con un exceso de candidatos que no han permitido darle condumio a la fase de difusión de propuestas que se cierra este jueves 21 de marzo; y, con un voto nulo que se consolida como una de las tendencias realmente dominante entre lxs electorxs.
Y es que la torpeza con la que opera el CNE no es ni de lejos únicamente ocasionada por la falta de capacidad técnica de los cuadros impuestos por los partidos políticos tradicionales para copar altas autoridades y puestos medios del organismo electoral, sino que es una estrategia política para controlar la correlación de fuerzas de las diferentes geografías del Ecuador al generar las condiciones para el fraude.
De esta manera, todo indica que después de este show de 45 días, la verdadera disputa estará en las juntas receptoras del voto para cerrar filas a los correístas y en una posible reforma constitucional que quite competencias al Consejo de Participación Ciudadana.
En primer lugar, pasamos a ser testigos de una nueva repartija del poder entre las élites que circundan al proyecto de país de los social cristianos, siendo la tarea de este momento validar su renovada presencia nacional por la vía electoral, generando la arquitectura necesaria para que el “modelo exitoso” de Guayaquil, salte al tablado nacional.
Para esto es fundamental no solo ganar Guayas y su zona de influencia inmediata, lo que incluye provincias como el Oro, los Ríos y Santa Elena, sino la mayor cantidad de municipalidades y provincias de tal manera que se garantice el control económico de espacios estratégicos en un momento de expansión del capital privado transnacional y concentración de la riqueza.
En segundo lugar, es fundamental para las élites evitar que Correa, quien según varias encuestas mantiene un 28 a 30% del electorado nacional, salga fortalecido de estas elecciones, como por ejemplo ganando la prefectura de Pichincha o teniendo buenos resultados con los candidatos de esta tendencia en Quito y otros cantones, por lo que proliferan los escándalos en su contra y la utilización política-electoral de presuntos casos de corrupción para caracterizarlos.
Finalmente, el tercer componente lo representa el poder generar las condiciones necesarias para una reforma política de la constitución, la cual cambiando la estructura del Estado, quite competencias al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, retornando al Congreso la facultad de escoger las autoridades de control del Estado, así como blindar las acciones inconstitucionales de Trujillo y su combo.
La transición se está agotando, estamos en el periodo de transición de la transición. La incógnita se presenta respecto al desenlace que tome este escenario, si a un gobierno social cristiano o al retorno de Correa. Lastimosamente, no se observa nada que traspase esta dicotomía en coyuntura, y quien debería ser actor principal, las masas populares, ya no ocupan este lugar, porque sus organizaciones también se encuentran cooptadas de arriba hacia abajo.