Elecciones 2021: la bancarrota del ultra izquierdismo II
El olvido de la lucha de clases
Al subestimar las fuerzas propias y las del adversario – de clase –, se ha tendido a relativizar de forma absoluta la lucha de clases. Esto supone que cualquiera sea el escenario: victoria de la Revolución Ciudadana, Yaku Pérez o Guillermo Lasso, el pueblo siempre “va a perder”. El marxismo persistentemente ha tenido claro el conflicto transversal en la sociedad, las fuerzas en juego, el estado organizativo y de consciencia del pueblo. Por tanto, esta lectura relativa expresa un anti marxismo patético, una vulgarización de la teoría, un idealismo constante, una visión franciscana del partido y la organización revolucionaria; en definitiva, una actitud que favorece a la contrarevolución.
¿Por qué sea cual sea el escenario, el pueblo “siempre va a perder”? Esta opinión únicamente puede tener sustento en el idealismo. Desde luego que la democracia burguesa y el Estado, son instrumentos de la clase dirigente. Sin embargo, el desarrollo de la lucha de clases, las capacidades del proletariado y el pueblo para constituirse en un polo hegemónico, nunca se enfrentarán por igual a un proyecto burgués modernizante o uno abiertamente neoliberal.
Para suponer este error como argumento válido, se parte de que la organización o minorías que lo proponen, se encuentran en una condición relativa para crecer, aglutinar y constituirse en un referente político y social. No obstante, la ligera y cosmética persecución a los referentes que levantan esta tesis, demostró todo lo contrario. Este elemento viene a constituirse en una de las pruebas de debilidad pública que corre en la izquierda, sea cual sea. Parece que tras Octubre de 2019 no se aprendió nada.
Sin salida... por ahora
Estos momentos requieren de una profunda evaluación del estado de la izquierda, tanto de los referentes ultra izquierdistas atomizados en su lectura y práctica dogmática, como de aquellos, que desde una perspectiva comunista y bajo su programa, han intervenido en los márgenes de los sectores democrático burgueses y progresistas, sin poder construir fuerza y organicidad propia.
Por ahora, el escenario de una victoria neoliberal advierte la agudización de la lucha de clases, y por ende, de la persecución política en todas sus formas, materializado como un golpe contundente al proletariado y el pueblo. Por ende, la constitución de referentes revolucionarios desde la perspectiva comunista no encontrará el caldo de cultivo suficiente. Propuestas social demócratas y populistas, insertas en el juego democrático burgués, si lograrán resonancia desde la perspectiva burguesa modernizante y el multi clasismo que las caracteriza. Pese a ello, la social democracia no podrá sostenerse en el mediano y largo plazo, abriendo la oportunidad para los sectores revolucionarios de tener la capacidad de superarla, o sucumbirá ante el adversario.
De ganar y mantenerse más de un periodo la propuesta modernizante de los progresismos, la izquierda revolucionaria tiene dos tareas fundamentales: la reorientación de las bases populares, y sostener -en mejores condiciones- las demandas sociales por medio de la movilización en las calles. Esto implicará la disputa por el reconocimiento de la acción colectiva por fuera del Estado, el no abandono de las organizaciones populares, la constitución de poder popular autónomo, como una etapa de recomposición lenta y difícil, pero en condiciones diferentes.
La salida a la obra trágica del neoliberalismo, debe partir de una reflexión profunda, basada en el marxismo-leninismo, y en el materialismo dialéctico e histórico. La práctica revolucionaria debe ser honesta y solidaria, combativa contra el individualismo y las lógicas pequeño burguesas, constituyendo así un relevo de generaciones revolucionarias y permanentes en el tiempo.