Imperialismo yanqui: cuándo, cómo y dónde
El imperialismo es más que un elemento retórico que viene y va en los discursos de izquierda. El imperialismo se define como momento histórico en el que el capitalismo, como sistema de explotación y de opresión, ha llegado a una monopolización de los sectores productivos y financieros, el acaparamiento de tierras y recursos se ha consolidado –las incursiones armadas, despojos y desplazamientos forzados son un ejemplo-, la sobreproducción ha llegado a niveles nunca antes vistos, y el incentivo al consumo e individualismo como premisas de vida, pasan a sostener la lógica de esta etapa última del capitalismo: el imperialismo.
Pero lejos de ser solo un concepto, el imperialismo es una política de Estado que ha marcado la historia de los dos últimos siglos de la humanidad, sobresaliendo por sobre otros, los Estados Unidos de América. Una vez que la gran mayoría de los Estados del mundo se consolidaron en el siglo XIX, independizándose de los países colonialistas, el imperialismo irrumpió en el escenario global para servir como aparato de reapropiación colonialista, perpetuando la condición de subyugación del Sur global. En América Latina, los Estados Unidos han consolidado su hegemonía imperialista desde la implementación de la Doctrina Monroe (1823), la cual dictaba que cualquier tipo de intervención europea en el continente americano, requeriría la intervención política y militar del gigante del Norte.
Y para el fin de la II Guerra Mundial, Estado Unidos ya consolidaba su hegemonía imperialista a nivel mundial, entrando posteriormente a una Guerra Fría – y no tan fría- sin escrúpulos contra la URSS y todo aquello que huela a comunismo: por ejemplo, mientras que contra los soviéticos daban batallas tecnológicas y la carrera por “la conquista del espacio”, financiando y apoyando en Latinoamérica dictaduras fascistas en Argentina, Chile, Uruguay y Brasil.
El imperialismo anticomunista estadounidense ha recorrido el mundo entero, siendo Asia un continente donde ha encontrado mayores dificultades. Por supuesto, la victoria comunista de la Revolución de Octubre de 1917, y la consolidación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, siendo la primera reacción del presidente de EEUU Woodrom Wilson enviar tropas a la frontera rusa para apoyar al ejército antivolchevique en 1918, para luego desconocer el legítimo gobierno rojo. La contienda militar, política e ideológica de los Estados Unidos en contra de lo que fue la URSS y el comunismo continúa graficándose en series y películas cómo The Avengers o Stranger Things, así como en miles de millones de dólares de financiamiento para la lucha contra el comunismo a nivel mundial.
Así mismo, durante la Guerra de Liberación China, liderada por el comunista Mao Tse-Tung, tropas del ejército de los Estados Unidos desembarcaron en varios puertos chinos y controlaron el aeropuerto de Pekín (capital), para apoyar el proyecto nacionalista anticomunista; sin embargo las tropas de populares de liberación, apoyadas por el Ejército Rojo, lograron una victoria contundente en contra de los nacionalistas chinos – y sus mayores aliados: los Estados Unidos-. Desde 1949 se refunda la República Popular China, que ha logrado desmontar sucesivamente el monopolio económico, financiero, político y militar del imperialismo yanqui. 25 años más tarde, Estados Unidos pierde otra guerra contra el comunismo, cuando el Viet-Cong, un ejército popular comunista liderado por Ho Chi Minh, derrotó en 1975 al ejército estadounidense en una victoria absoluta del pueblo vietnamita en su lucha contra el imperialismo, el colonialismo y el capital.
En Oriente Medio se han dado las contiendas bélicas más brutales, lideradas por supuesto, por el imperialismo estadounidense. Primero colocaron estratégicamente al Estado de Israel en 1948 en medio de los países islámicos, teniendo un aliado occidental perfecto, conjuntamente con Arabia Saudita y Kuwait. Una de las primeras incursiones militares a gran escala, se da en contra de Irak, la famosa Guerra del Golfo. Una versión más exitosa de esta incursión militar, fue liderada por un imperialista por excelencia, George W. Bush, en 2003, con más de un millón de víctimas mortales. Posterior a este conflicto, los Estados Unidos incursionaron también contra Libia, Siria, Afganistán, Somalia, Uganda, Yemen, así como financiaron el surgimiento y consolidación del Estado Islámico (ISIS).
En total, el imperio estadounidense ha iniciado cerca de 50 guerras entre los siglos XX y XXI; ha financiado, apoyado y colocado gobiernos dictatoriales donde ha podido, y donde no ha podido –o no lo ha visto necesario- ha entrenado, financiado y comandado ejércitos de mercenarios y paramilitares. Con los gobiernos democráticos aliados y lacayos a su régimen, ha colaborado en temas vitales para el sostenimiento del imperio, como la lucha contra el comunismo, prestando asesoramiento y equipo para inteligencia policial, y también ha financiado miles de Organismos No Gubernamentales (ONGs) y organizaciones de la sociedad civil. En el Ecuador particularmente, derribaron una avioneta presidencial, asesinando al primer presidente democrático después de la dictadura: Jaime Roldós. El sanguinario León Febres Cordero y su séquito de asesinos ultraconservadores, mantuvieron una estrecha relación con los Estados Unidos, al igual que el más reciente lacayo: Lenín Moreno.
El imperialismo tiene como fin último el mantener el estatus quo hegemónico impuesto por EE.UU. a toda costa. Estados Unidos ha configurado de manera decisiva el panorama global en términos geopolíticos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Esta hegemonía se ve plasmada en la implementación de la estructura institucional global, reflejada en las Naciones Unidas y en las instituciones crediticias multilaterales, como el FMI y el Banco Mundial. Además, EE.UU. ha impuesto sus intereses a escala global en política de drogas, derechos humanos, sanciones y bloqueos a países soberanos que no se subyugan a su dictado, como también por medio la Organización Mundial de Comercio, la OTAN y en el caso de América Latina, la OEA.
Todo para defender y proteger sus intereses de Estado y ante todo, los intereses de las corporaciones capitalistas que se sirven del resto del planeta para acumular ganancias e invaden comercial e ideológicamente a la totalidad de países del mundo. Es imposible contabilizar todas las vidas que el imperio yanqui se ha llevado por delante. Lo que si sabemos, es que la lucha antiimperialista, es la lucha por la dignidad y la autodeterminación de los pueblos.