Indignación, rabia y tristeza: momentos del paro nacional
Cuando me senté a escribir este artículo, pensé en hacer algún análisis desde la ciencia política sobre la situación actual del Ecuador, lamentablemente, el escrito no será académico, ni científico y ante ello pido disculpas. El pasado miércoles 2 de octubre el Presidente de la República Lenin Moreno, emitió una serie de medidas económicas (vía cadena nacional), en las cuales manifestó que el subsidio a los combustibles fósiles se eliminarían, liberando así el precio de las gasolinas, y otras reformas laborales que perjudican abiertamente a los trabajadores del sector público y privado, como la no paga de un día de trabajo a los funcionarios públicos, la eliminación de 15 días de sus vacaciones, y el descuento del 20% del sueldo de los trabajadores ocasionales.
Estas medidas antipopulares, hicieron brotar inmediatamente un estallido popular que se convirtió en un paro nacional, desde el jueves 3 de octubre. Como mencioné al principio, este artículo no será “académico”, mi enunciación será desde el sentimiento, desde la impotencia, desde la rabia. La primera movilización que realizaron miles de manifestantes en el centro histórico de la capital fue fuertemente reprimida por la policía, se evidenció el uso de bombas lacrimógenas, bombas vomitivas y perdigones; es falso que la policía ha hecho el uso progresivo de la fuerza, pues desde el primer día de las manifestaciones, los aparatos represivos del Estado utilizaron todo su arsenal, para disipar a las personas que clamaban por sus derechos.
El mismo jueves 3 de octubre, el Gobierno Nacional decretó el Estado de excepción, con el que se prohibía cualquier tipo de asociación en espacios públicos, se judicializaría a cualquier líder social que “incitase” al desorden y al enfrentamiento social y se coartó la libertad a los medios de comunicación para emitir información veraz de los acontecimientos del paro nacional.
Como participe de las manifestaciones he atestiguado una cantidad innumerable de violaciones a los derechos humanos, policías que en grupos de 4 y más personas golpean a jóvenes, mujeres, ancianos e incluso a menores de edad, compañerxs que han sido detenidos arbitrariamente sin una orden de detención, sin que se les lean sus derechos y que luego son golpeados en centros policiales; ni hablar de las personas que se encuentran desaparecidas.
Los grandes medios de comunicación brillan por su silencio y por el cerco mediático que en complicidad del Estado, le niegan el derecho a la ciudadanía de informarse: es así como marchas insignificantes como la “marcha por la democracia” convocada en la avenida de los Shirys por las oligarquías quiteñas, tuvo más tiempo de transmisión en los medios privados, que los plantones y movilizaciones convocados por el movimiento indígena, estudiantes y ciudadanía en general.
El Estado ha asesinado paulatinamente a varias personas, ante eso la Ministra del Interior María Paula Romo se excusa y dice que las personas fallecidas se “cayeron” y que el Estado no tiene responsabilidad por los muertos que hayan en un “Estado de Excepción”. Ni siquiera en la guerra es permitido que se ataquen hospitales y zonas de paz, pero el Estado a través de la Policía y el Ejército han vulnerado todos los principios, violentando así las instalaciones del Hospital Eugenio Espejo, la maternidad Isidro Ayora y las Universidades que sirven como centros de acopio para mujeres y niños indígenas.
Con mucha tristeza y dolor también es necesario relatar que varias niñas y niños se encuentran perdidos, ya que en el furor de las movilizaciones perdieron de vista a sus padres, dichos niños se encuentran en los centros de cuidados infantiles de las diferentes Universidades.
Como si fuera poco, resulta que la policía y las Fuerzas Armadas no han tenido reparo en percatarse de la fecha de vencimiento de su arsenal asesino: se han encontrado bombas lacrimógenas y gases que caducaron en el año 2014 y representan un peligro para la salud humana, debido a que una vez que las bombas caducan, producen cianuro, un componente químico letal para la vida.
El paro no ha parado, el Estado cada vez es más represivo, los medios de comunicación masivos son cómplices del accionar neoliberal del Gobierno y los indiferentes solo critican a los manifestantes desde su privilegio, sin tener en cuenta que la lucha popular es para el beneficio de todas y todos los ciudadanos.
Fotografía cortesía de "Voces Silenciadas"