Justicia cínica y dictadura de clase en Ecuador
Los últimos días del gobierno de Moreno evidencian el aparente suicidio de las burguesías y oligarquías del país. La destrucción del Estado de derecho, expresada en la politización de la justicia, muestra hasta donde la clase dominante – y el imperialismo – está dispuesta a llegar para perpetuarse, a costa de la opresión, dominación y alienación del pueblo.
Una justicia cínica, elevada a instrumento de persecución política, contribuye a difuminar las contradicciones de clase, en medio de una dispersión de la clase trabajadora y los sectores populares marcada por la vorágine electoral. Esto provoca la dispersión de la esperanza por fuera de los sectores no organizados o ideologizados. El Estado, entonces ingresa en una crisis profunda, que, al romper la institucionalidad burguesa, proyecta un sin sentido que se impone ante una sociedad desmembrada.
Las escandalosas fugas de Romo, Roldán y ahora Cevallos, demuestran el cinismo absoluto de un gobierno sostenido tras bastidores por la embajada norteamericana. Mientras esta juega a doble banda con Lasso y Pérez, en una estrategia de acumulación de fuerzas y desgaste, simultáneamente. Los casos de corrupción, la repartición de hospitales, la represión, los vacunas VIP, y más, son claros ejemplos de la selectividad de clase del bloque de poder.
El cinismo con el que actúa la Fiscalía, lejos de construir el caldo de cultivo efectivo para una victoria electoral de la opción burguesa modernizante, evidencia la dictadura de la clase burguesa, así como los recursos que el bloque de poder estará dispuesto a emplear para mantenerse en el poder. Sumado a esto se encuentra el desplome de la democracia burguesa en medio del asedio constante a las fuerzas progresistas y revolucionarias, por ahora sin capacidad organizativa e ideológica de conducir al pueblo más allá de los límites de la democracia burguesa. Enormes recursos económicos, políticos, jurídicos y comunicacionales se prestan a dar una batalla ideológica -aún no decidida- y cuyo uso estratégico, influirá de forma decisiva en la segunda vuelta.
Por lo tanto, lejos de que este aparente suicidio de clase represente una bisagra para la acumulación de fuerzas en lo inmediato, evidencia con contundencia como la lucha de clases se expresa en un sentido defensivo. Lo único que resta es resguardar el espacio de disputa posterior a la segunda vuelta, en condiciones menos agresivas para el pueblo. Esto implica, la recuperación del Estado burgués desde la modernización, para alivianar las condiciones de vida del pueblo. Nada más.
En una situación donde las fuerzas revolucionarias ocupan un lugar marginal, y donde la alienación se amplifica de diversas formas, la tarea del pensamiento y de la organización, son fundamentales. Es necesario preservar las pocas fuerzas existentes, para construir en el mediano y largo plazo una opción revolucionaria, que no cometa los errores del pasado: seducirse por la democracia burguesa y que el reformismo conlleva a algún ascenso de la lucha popular.
No es nada nuevo, es evidente el proceder de la justicia, cínica, pues responde directamente a los intereses burgueses y oligárquicos. Lo fundamental entonces es la perspectiva marxista y el rol que las minorías revolucionarias pueden jugar -desde sus limitadas trincheras- para contrarrestar la catástrofe. Esto implica salir de la auto contemplación, de subestimar las fuerzas propias, discursos y capacidades tácticas, para construir partido y poder, dentro y fuera del escenario que sea, posterior a la segunda vuelta.