La salida del ALBA como señal neoliberal
El Ecuador, al tiempo que toma medidas anti populares en materia económica, caminando hacia un ajuste estructural para ganar la confianza de los grandes capitalistas internacionales, esclarece, en el frente externo, su alineación con la doctrina hemisférica del gobierno de Donald Trump y las pretensiones intervencionistas en Venezuela y Bolivia, convirtiéndose en pivote de la estrategia regional del pentágono.
Las visitas de altos mandos militares y políticos norteamericanos al país, la posición asumida frente al asunto Assange, la intención manifiesta de entregar el edificio de la UNASUR a la CONAIE y, la reciente salida del Ecuador del ALBA, son señales inequívocas del nuevo rumbo de la política exterior ecuatoriana, basada en una postura sumisa ante las orientaciones de los Estados Unidos. Pasamos de ser contradictores, a operadores.
De esta manera, el último hito que marca la coyuntura, la salida del Ecuador del organismo de integración ALBA, fue justificado el jueves 23 de agosto del 2018 en una rueda de prensa, como una decisión basada en la incompatibilidad política que Quito sostiene actualmente frente a la migración de venezolanas y venezolanos, que ha sido calificada de manera maliciosa como éxodo de refugiados producto de una crisis creada por el gobierno Bolivariano.
Este peligroso discurso, que no toma en cuenta la soberanía y el grado de organización popular que existe en la patria de Sucre, simplifica y reduce la problemática de la hiperinflación inducida desde el extranjero, buscando justificar en el mediano plazo un proceso de intervención de los organismos multilaterales dependientes de los norteamericanos, o incluso, un escenario de violencia y guerra.
En la rueda de prensa que ofrecieron los ministros de relaciones exteriores, interior, trabajo y riesgos; el Canciller José Valencia - quien en el pasado representó al país ante la Organización de Estados Americanos - señaló el carácter netamente político de la decisión ecuatoriana, sosteniendo que “debe darse una respuesta humanitaria a la situación inédita que pasa con la migración venezolana, (ya que) queremos una salida negociada a la crisis venezolana”.
En este contexto, el Ecuador, se convierte en el articulador de un nuevo momento en contra de la corriente bolivariana, la que tiene en el pueblo venezolano su máxima expresión, ya que más allá de su gobierno, es el pueblo y las organizaciones populares, quienes han tomado la decisión de continuar con su proceso, entendiendo sus límites, contradicciones y aciertos.
A pesar de este hecho que clarifica la política exterior de Moreno, la salida de Ecuador del ALBA, no es únicamente una señal geopolítica, una señal anti-madurista que nos realinea con los países de la Alianza del Pacífico, sino un importante movimiento de política interna, de transición electoral en donde se renuncia al enunciado de un momento histórico de la lucha continental por la autodeterminación y hermandad en contra de la globalización neoliberal, asumiendo, después de 14 años, las medidas políticas que se combatieron en las últimas dos décadas en las calles de Quito, Bogotá, Santiago y sobre todo Mar del Plata.
Hoy se cierra el momento progresista en el Ecuador, y se articula una nueva forma de construir contenidos para las campañas electorales, que ya no hablarán de derechos y solidaridad, sino de crisis y desempleo - fenómenos producidos por las políticas neoliberales del gobierno - pero que serán descargados sobre el gobierno anterior, modelo que ya está desgastado, y contra los inmigrantes. Bienvenidos a las seccionales 2019, en donde el odio al otro se azuzará para generar una cohesión nacionalista que supere la actual división del electorado por intereses de clase.
Este doble juego, que a nivel internacional nos alinea a la política exterior de los gringos, y que a nivel interno consolida una plataforma electoral con graves rasgos fascistas al generar cohesión nacionalista, se ancla al creciente sentimiento anti-migrante, enfocado actualmente en los y las venezolanas, dando la posibilidad de que las campañas no se enfoquen en la necesidad de obras y desarrollo, sino de expulsión de los migrantes para tener días mejores, todos, ricos y pobres.
Es notoria la habilidad de los estrategas que acompañan a Moreno, ya que los tiempos dentro del calendario electoral, se suceden hito tras hito con mucha eficiencia, contando además con el consenso que se produce a través de la maquinaria mediática de los noticieros y espacios informativos controlados nuevamente en su totalidad por la oligarquía, los que, construyen con malicia un chivo expiatorio al que cargan el descontento popular por las medidas económicas del mal gobierno morenista: el migrante; y al mismo tiempo, en base a este hecho, identifican la inviabilidad del proyecto socialista, obviando el hecho que Venezuela es víctima de ataques contantes del poder hegemónico gringo.
La salida del ALBA es entonces, una señal política externa e interna, que juega tanto con el escenario de desestabilización regional, y la consolidación de la depuración correísta en las elecciones seccionales del 2019. Cabe ahora lamentarse, como el neoliberalismo avanza gracias a quienes antes lo rechazaron en la calle, pero hoy, imbuidos en su autosuficiencia revolucionaria, están tan perdidos que prefieren regresar al yugo norteamericano, que ha sostener la contradicción a nivel interno, ya que según ellos, lo que sucede en Venezuela es una dictadura y no un proceso popular.
Ellos, la izquierda, esperan las formas puras, pero en la vida real, los procesos crecen y evolucionan alrededor de las contradicciones y no de los deseos ideales de las dirigencias intelectuales. La derecha, mientras tanto, sigue su avance a sangre y fuego.