Lasso: el libre mercado sobre la vida
El lema “más Ecuador en el mundo y más mundo en el Ecuador”, parece esconder una pérfida lógica neohacendataria, basada en la profundización del modelo primario-exportador. Guillermo Lasso promete la creación de empleos por medio de la liberalización del comercio internacional en territorio, declarando la intención de profundizar la exportación de recursos primarios provenientes de la minería y el sector petrolero, o la expansión de la explotación basada en productos como el banano, el café, la industria florícola o el camarón. Por una parte, se anuncia la duplicación de la producción petrolera hasta la meta de un millón de barriles diarios, al tiempo de sostener el encarecimiento sucesivo de los precios de los combustibles a la interna. Por otra parte, la ilusa promesa de generación de empleo en sectores industriales, con prácticamente ningún valor agregado, presupone la continua proletarización de la masa laboral, condenada a ganar el salario básico -o menos- frente al encarecimiento agresivo de las condiciones de sostenimiento de la vida.
Al mismo tiempo y con el regreso al tribunal internacional de disputa de inversiones, CIADI, el Ecuador se verá en una desventaja abismal en términos de soberanía frente a multinacionales con inversiones en el país. En los próximos años, se multiplicarán las demandas de empresas en contra del Estado ecuatoriano, frente a un tribunal que se enfoca en el cumplimiento de los derechos de inversión y contrato del capitalismo depredador.
“Nos hemos planteado el ambicioso objetivo de lograr, al menos 20 tratados de comercio con las 20 más grandes economías del mundo, en los próximos 4 años de gobierno” (Lasso, septiembre 2021). En un evidente intento de justificar el servilismo político y económico a las grandes corporaciones internacionales, Lasso enmarca sus intenciones de liberalizar por completo la economía nacional. El impacto de la firma de TLCs en la vida de las personas más empobrecidas, solo se podría traducir a un nivel más y más profundo de precarización. Al contrario de lo que el Gobierno Nacional intenta implantar en el imaginario social, la evidencia histórica es que la liberalización de la economía precariza la vida. Al contrario, el proteccionismo, subvención e impulso a la industria nacional, han sido las claves estratégicas de las grandes economías como Alemania, China, Estados Unidos y Japón.
Las implicaciones de los TLCs se evidencian fácilmente en los índices de pobreza y pobreza extrema de países latinoamericanos con historial de décadas de liberalización económica como México y Colombia. México, por ejemplo, llega a un 52,8% de pobreza por ingresos y un 17,2% de pobreza extrema en 2020 según el CONEVAL: esto equivale a cerca de 60 millones de personas empobrecidas. En Colombia según el DANE, el 42,5% de la población vive en condición de pobreza, y 15% en pobreza extrema, es decir más de 28 millones de personas empobrecidas, equivalente a más de la mitad de la población. El sector más empobrecido en ambos casos es el sector rural, que se ha visto brutalmente precarizado por la importación de productos agrícolas de megaeconomías subvencionadas como es la de Estados Unidos, además de que se vulnera la soberanía alimentaria del país, con presiones para la implementación masiva de monocultivos, uso de agrotóxicos y semillas transgénicas.
No cabe duda que los Tratados de Libre Comercio, darán un golpe fulminante al sector agrocampesino ecuatoriano. Actualmente, más de un tercio de la fuerza laboral del país se concentra en el agro, un sector de alta productividad en cuanto a suplir la demanda interna, en son de la soberanía alimentaria. Sin embargo, una economía pequeña en términos relativos, con un proteccionismo residual de la última década y media, no resistirá a los embates comerciales de economías globales, con la agroproducción subvencionada en todos los niveles y balanzas comerciales permanentemente a su favor.
Efectivamente, cuando el Gobierno Nacional aclara que la intención de los TLCs es “subsanar los últimos 14 años” de política económica proteccionista, se enuncia desde el fundamentalismo del mercado, que profundiza la pobreza y protege la acumulación capitalista en pocas manos. La economía ecuatoriana se encuentra atravesando un ciclo de reprimarización. Cuando Lasso plantea la liberalización económica, pretende perpetuar al Ecuador como economía primario exportadora, limitando al país a la dependencia que significa volver a convertirse en una finca bananera y florícola, o una gran mina. Como si aquello presupondría una vida digna para el pueblo y un trato adecuado a la naturaleza.
Además, en un acto de profunda falta de empatía, Lasso minimiza las implicaciones dramáticas que fuerzan a la gente a migrar de un país de no futuro, en busca de oportunidades para ellxs y sus familias. “Los ciudadanos del mundo quieren más integración, no menos. Cuando migran, los ciudadanos están concretando en la práctica la integración que sus autoridades no nos atrevemos a generar. Están dispuestos a cruzar continentes para incorporarse a nuevas sociedades que les provean de más y mejores oportunidades” (Lasso, septiembre 2021). La realidad de la nueva ola migratoria, no solo son las cifras que revela el Canciller Mauricio Montalvo, cuando plantea que 7 de 10 personas que salen del país no regresan, sino que gran cantidad de estas personas están endeudándose con las mafias del chulco y la coyotería, para arriesgar sus vidas y trabajar de forma ilegal en Estados Unidos.
México ha tenido que imponer el visado para ecuatorianxs al menos hasta mediados de 2022, así como Guatemala -como destino sustituto de tránsito-, ha puesto más regulaciones y atención a la migración ecuatoriana. Según el Ministerio de Trabajo, solo de marzo de 2020 a marzo de 2021, se han perdido 700.000 empleos formales, causando precarización en las familias del país, obligándoles a la inestabilidad de la informalidad, así como forzando la decisión de migración. Al contrario de lo que plantea Lasso en su relato ficticio, la gente no migra porque quiere, la gente se ve obligada a migrar con la esperanza de vivir mejor en algún punto de su historia.
La precarización de la vida en Ecuador, se maquilla tras la propuesta de generación de empleo por medio de la liberalización comercial. Sin duda, productos primarios como el banano o el café, no cuentan con un margen real y significativo de ampliación de la demanda. Ciertamente, cuando se crea empleo se tiene que enfocar en la interrogante de qué clase de empleo se generaría. Empleo precario, con marcos legales laxos que faciliten el despido intempestivo sin liquidación. Empleo inestable, destinado a satisfacer de mano de obra barata a las industrias primarias y demás empresas que decidan aprovechar la “ventaja competitiva”, centrada en la mutilación de los derechos de la clase trabajadora. Empleo con el cual no se suplirá el mínimo de existencia: ante el encarecimiento de la vida, las clases populares se verán obligadas a recoger las migajas de las élites.
La lógica del fundamentalismo de mercado, se vuelve a imponer por sobre la vida del pueblo. El neoliberalismo, con su instrumento principal de multiplicación y profundización del capital global -el libre mercado-, no solo genera desequilibrios entre economías extremadamente desiguales. Adicionalmente, y con la materialización del mandato crediticio, atado a la deuda externa, la política de los TLCs demanda reformas estructurales profundas tanto en el ámbito social como también en el laboral. La banca como gobierno se sirve del Estado para administrarlo como una empresa. Bajo esta lógica, los réditos económicos siempre primarán frente al “infinito” ejército de reserva de mano de obra barata, a los servicios de la depredación capitalista. El imperialismo en su fase neoliberal, replica los mecanismos de dominación capitalista a la periferia, siempre en contubernio con la burguesía y oligarquía locales.