Los sindicatos contra la clase obrera

Sindicalismo mediocre
Martes 11 de Junio de 2019

Históricamente los sindicatos han sido considerados organizaciones legítimas de la clase obrera para la defensa de sus derechos económicos – principalmente –, así como ser uno de los destacamentos principales en la lucha revolucionaria, sin embargo, el capitalismo ha sido capaz de instrumentalizarlos y volverlos aliados hasta el punto en que estos llegan a funcionar como una barrera en el desarrollo de la consciencia y organización de la clase obrera. Los sindicatos también han constituido el caldo de cultivo para el aparecimiento de la parasitaria burocracia sindical, transformándose en agentes de la paz social y la conciliación de clases, ambas pregonadas insistentemente por la burguesía, perdiendo credibilidad entre sus propias filas como entre lxs millones de trabajadorxs que no se encuentran sindicalizadxs.

El estado actual del sindicalismo nos debe motivar a pensar qué hacer tanto con las viejas estructuras sindicales, paralizadas en el tiempo, cuyos dirigentes se han quedado física y mentalmente en los años 60 y 70. De esta forma, se ha condenado a una parálisis de la actividad sindical, tanto por la acción del Estado, por ejemplo la criminalización del derecho a la huelga acentuada durante la Revolución Ciudadana, como por la incapacidad de los sindicatos, dirigentes, afiliadxs y la izquierda en general, para comprender las mutaciones en el mundo del trabajo, característica del modelo de acumulación capitalista, donde la fuerza de trabajo se vende en condiciones cada vez más informales.

En el Ecuador la clase obrera de overol, casco de seguridad y botas punta de acero ha existido más en el imaginario de la izquierda tradicional que otro lugar, ni si quiera el concepto de burguesía nacional, casi siempre entregada al capital extranjero, ha encontrado lugar en la compleja estructura de clases de nuestra sociedad, permeada no solo por el lugar que lxs trabajadorxs ocupan en el proceso productivo, sino también por la etnia y el género.

Según datos del INEX para 2018, la Tasa de participación global (TPG), conformada por la Población económicamente activa (PEA) y la Población en edad de trabajar (PET), se ubica en el 65%, de esta, entre el 3% de encuentra sindicalizada, número que representa la tragedia del sindicalismo ecuatoriano, repartido entre grandes, pequeñas y medianas organizaciones. El Frente Unitario de Trabajadores (FUT), sin duda la estructura dominante en términos de convocatoria, número y presencia en medios, seguida del Parlamento Laboral Ecuatoriano (PLE) con mediana fortaleza en el sector público, la fantasmagórica Central Unitaria de Trabajadores (CUT), entre otras tantas que se encuentran desperdigadas en provincias, ciudades y pueblos, sin la presencia – programa y proyecto – necesaria para articular las demandas de lxs trabajadorxs.

En el estado que se encuentran las organizaciones sindicales, difícilmente podrán ser atractivas a la clase que dicen representar sino salen del metro cuadrado de auto referencia en el que se encuentran encapsuladas, esto quiere decir: cambio generacional, política clasista, proyecto revolucionario, transversalidad de la lucha de clases, el feminismo popular y la ecología social, además de una adecuada comprensión política de la dinámica de clases, la coyuntura y el momento histórico que vivimos. Claramente, todas las organizaciones han fracasado en su intento de ser el vehículo por el que el proletariado llegaría a su emancipación del yugo capitalista, pues se han convertido en su aliado.

¿Entonces nos deshacemos de los sindicatos y llamamos a la clase a pelear sin organización? De ninguna manera, llamar a una actitud anti sindical significa en estos momentos jugar con las cartas del enemigo de clase, el mismo que se contenta con los favores gratuitos que la dirigencia del FUT le facilita en el proceso de regresión neoliberal que vivimos. Nuestra preocupación más bien se expresa en la imposibilidad de un nuevo norte sindical si las dirigencias continúan actuando como lo han hecho hasta ahora, es decir, si continúan existiendo como tales, impidiendo el sentido crítico de lxs afiliadxs, aferrándose a esquemas mecánicos de interpretación de la lucha de clases. Pero también en el despertar de la consciencia de esa gran masa de trabajdorxs sindicalizadxs o no.

La crisis del sindicalismo ecuatoriano, es también la crisis de la izquierda tradicional y su incapacidad para leer la historia, el tipo de organizaciones que plantea, más cercanas al modelo fabril capitalista (partido, sindicatos verticales), que consideran a la organización misma como fin y no como medio. De esta forma, los sindicatos actuales continuarán luchando contra la clase obrera, impidiendo el desarrollo de formas más elevadas de lucha y consciencia.

No hay otra salida para crear nuevo sindicalismo, revolucionario, combativo, clasista, feminista y ecologista, barrer con lo viejo que habita en las estructuras tradicionales, lo que implica que debe nacer toda una generación de cuadros sindicales que den la pelea desde adentro, asuman posiciones de dirección y reviertan el proceso degenerativo en el que se encuentran las organizaciones. Esta tarea, que se pinta por décadas, debe ser pensada a consciencia e iniciada cuanto antes, pues la lucha de clases avanza con o sin dirigentes sindicales burocratizados, con o sin sindicatos aliados de la burguesía, avanza mientras continuamos marchando en círculos, con banderas y consignas gastadas.

 

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