Si suben los combustibles, viene el paquetazo
Recientemente el consejero de Moreno, Santiago Cuesta, señaló que las empresas públicas deben ser manejadas por el sector privado. Lo dijo en el programa de Andrés Carrión, señalando a viva voz que se privatizará todo lo que se pueda, sin excepción. Una semana después, el Ministro de Hidrocarburos –o superministro- Carlos Pérez, señaló, en base a fuentes no reveladas, que la población está dispuesta a realizar un sacrificio porque entienden la situación del país[1], siendo el incremento en el precio de los combustibles fundamental para equilibrar la caja fiscal.
El plan que no es plan, sino un globo de ensayo para modelar la opinión pública, plantea comenzar con la revisión de las tarifas de la gasolina extra y súper, para después pasar al diésel y el gas. Esta medida, asomada por otro de los superministros, el dirigente empresarial Richard Martínez -encargado de la cartera de economía-, es parte de las opciones que tienen para “optimizar el gasto del Estado”, con la finalidad de generar confianza en el sector productivo.
¿Qué puede implicar para el bolsillo popular y de la clase media un incremento de los combustibles? ¿Podemos entender a esta medida como paquetazo?
Los combustibles y el costo de vida
El precio de la gasolina, diésel y gas, tiene un efecto real y concreto en la vida del pueblo, es, si se quiere, la base sobre la cual se mantienen los precios de las cosas tal y como lo conocemos ahora. En el Ecuador, desde hace varias décadas, los valores que pagamos por combustibles son repartidos entre el consumidor, el usuario directo del combustible y el Estado a través de un modelo de subsidios, que actualmente, por el aumento del precio del petróleo, se incrementó un 72% desde mayo del año pasado.
Con un gasto que no está focalizado, sino que es general, el Estado desembolsará en el 2018 1.700 millones de dólares en subsidios y hasta el 2021 unos 4.000 millones de dólares. Estos valores son un ahorro para ricos y pobres por igual, aunque salvando distancias, ya que el rico lo usa para sus automóviles y lujos, mientras que el pobre lo usa en el pasaje del bus, el precio de los alimentos en el mercado, o incluso, y lastimosamente para todo el ciclo de la agricultura desde los pesticidas hasta las cadenas de intermediación.
Si bien es cierto que el costo de los subsidios puede parecer muy alto - elemento que no negamos- las condiciones reales para aplicar estas medidas no son las adecuadas, ya que su posible aplicación nos llevará a una verdadera crisis, que hará recordar a los últimos años del correísmo como una época de mermada bonanza que no hace sombra a la crisis programada que está a punto de desatar y asumir en cuanto costo político, el presidente Moreno.
Por tanto, y a pesar de que el incremento sea focalizado, el efecto directo será sobre los costos de la vida diaria, especialmente si suben el diésel y el gas licuado de petróleo, afectando la alimentación, los costos del transporte público, el transporte de mercadería, entre otros. Por eso es que esta medida, en lo concreto, es una política que afecta la capacidad adquisitiva del pueblo, que devela que la intención de Moreno es ir hacia un modelo de paquetazos parecido a lo que tienen en Argentina, mientras la izquierda –no toda, claro- por acción u omisión, es cómplice de esta medida antipopular.
La mentira de la crisis
El gobierno, los ministros, los medios de comunicación, las oenegés y vieja izquierda – con salvadas excepciones – mienten; el asunto no es arreglar el déficit alrededor de una situación ficticia de crisis, la deuda pública o el tamaño del aparato estatal. La cuestión es cumplir con los hitos de la agenda política de la oligarquía, lo que implica copar todo el Estado, reducir los tributos a los ricos y pasar el costo del cambio de modelo económico a los pobres y la clase media.
Hasta ahora la jugada reaccionaria de Moreno ha tenido la fortuna de contar con un escenario adecuado para el ataque subrepticio al Ecuador, ya que con el precio del petróleo al alza y una importante infraestructura eléctrica, los ingresos económicos tienden a nivelarse, teniendo la capacidad de tomar las decisiones a cuenta gota, aunque ya se le acaba el tiempo por la presión del empresariado.
El enfoque de Moreno, su pretensión pusilánime de que nos está sacando de un abismo, y la falta de contacto con el pueblo para reconectarse con la vieja oligarquía, son claras muestras del modelo político-ideológico al que nos conducen, ya que esta riqueza no se distribuye socialmente, sino que es concentrada en fondos de reservas y redistribuida entre las élites a través de medidas nefastas de política pública, como el perdón tributario a las grandes fortunas, o los programas del ministerio de trabajo para el empleo joven – donde se transfiere dinero público para el lucro privado –.
De esta manera, el déficit quiere ser cubierto cargando los costos al pueblo, mientras se dan grandes beneficios a los ricos. Una de las formas más concretas de entender esta dinámica está en la reducción de la inversión pública y el despido masivo de funcionarios lo que genera una contracción en la economía popular, ya que ese dinero deja de circular, quedándose en el tope de la pirámide, en las élites.
El salto hacia atrás
Podemos identificar en varios de los elementos expuestos en torno a la propuesta económica de Moreno y su equipo económico una clara visión ideológica neoliberal, con la que este gobierno pretender enamorar a los ricos y sus socios. Este tipo específico de corrupción es encubierto por los medios de comunicación y acompañado por algunas organizaciones sociales, que sin escuchar a sus bases, significa el retorno del viejo Estado, mostrando que los últimos diez años el error fundamental de Correa fue el no confiar en la organizaciones populares, dependiendo casi enteramente de la meritocracia, quien no tiene empacho en servir a cualquier amo.
No podemos dejar de reconocer en la década pasada los avances en salud, educación, seguridad social, vialidad y estabilidad económica, situación que actualmente está bajo fuego cruzado al ser pretensión del rico volver al estado anterior de las cosas, de retroceder.
Es por esto que el gobierno de transición de Moreno es un salto para atrás, caracterizado por el retorno de la política de patricios y nombres, de los apellidos rimbombantes y las decisiones vinculantes de una camarilla de notables. En este escenario se deja ver, de cuerpo entero, la mediocridad de las oligarquías criollas, quienes ni siquiera, con toda la infraestructura construida, pueden dar un salto cualitativo en su proceso de acumulación, mostrándonos que – a la vieja usanza del invasor español – lo destruyen todo, positivo o negativo, por el simple fanatismo de sus criterios dogmáticos, y con la finalidad de acapararlo todo a cualquier costo.
En la otra vereda, el pueblo, cuyo retroceso queda marcado en la respuesta que hacemos de la pregunta introductoria: la subida de los combustibles licúa el salario real de la gente, por tanto, aunque se gane lo mismo, el dinero vale menos porque las cosas cuestan más. Hay que se claros en esto: si sube la gasolina sube todo, así que la implicación para el bolsillo popular será, sencillamente, la miseria y la pobreza.
[1]http://www.ecuadorinmediato.com/index.php?module=Noticias&func=news_user_view&id=2818840479