¿Cuánto paquetazos más estamos dispuestos a aguantar?
Con la aprobación de la Ley de Finanzas Públicas y la denominada Ley de “Apoyo” Humanitario, el Gobierno deposita todo el peso de la crisis económica, hoy profundizada debido a la emergencia sanitaria por el COVID-19, sobre los hombros de la clase trabajadora. El sometimiento de quienes se encuentra en el poder a los dictámenes del Fondo Monetario Internacional (FMI), la agresiva política neoliberal de desarme del Estado, el recorte de la salud y educación, los miles de despidos a trabajadores del sector público y privado, entre otros, constituyen los antecedentes de la desgracia que hoy invade al pueblo ecuatoriano.
Hoy podemos decir, con toda certeza, que son la oligarquía más reaccionaria, la burguesía vende patria, los que se encuentran al frente de un Estado que representa fielmente sus intereses. Una vez más, la clase dominante, se sirve del aparato estatal para hacer legítimos sus intereses particulares a costa del futuro de todo un país.
Lo que estamos viviendo no es un episodio nuevo en la historia del Ecuador, sino más bien una constante que a momentos ha encontrado una fuerte resistencia del pueblo, quien en las calles ha parado el saqueo y el aniquilamiento. No obstante, el carácter individualizador de la pandemia, el miedo al virus, a la muerte, hace que los lazos de solidaridad que se desarrollan en los estallidos sociales, tal como los conocíamos hasta octubre del año pasado, se modifiquen, entren en crisis, o incluso tiendan a desaparecer.
Entonces, en este contexto, ¿cuánto tiempo más estamos dispuestos a aguantar? La respuesta no se encuentra en los deseos y voluntades, sino en la lectura correcta de las contradicciones sociales.
Las condiciones objetivas están madurando a una velocidad tal que ninguna minoría revolucionaria, hasta el momento, ha podido impregnar dirección más allá de intentos pequeños, a veces coordinados y otras veces no. Se necesita de un gran esfuerzo organizado y dirigido por un programa y estructura unitaria de lucha anti neoliberal con perspectiva revolucionaria. La clave, es sin duda, nuevamente la interpretación de las contradicciones en clave marxista.
El cerco que han levantado los medios de comunicación hegemónicos dificulta aún más la tarea, pese a que sus mentiras son cada vez insostenibles. Los medios de comunicación libres, populares y alternativos pasan a ocupar el “primera línea” en la batalla por un nuevo sentido y en la maduración de las condiciones subjetivas.
El pueblo a su debido momento saldrá a las calles, las fuerzas revolucionarias, progresistas y democráticas, deberán estar a la altura para acompañar este nuevo episodio de la lucha de clases, por lo tanto, la pregunta correcta no es cuánto tiempo más estamos dispuestxs a aguantar, sino cómo, con quienes, donde y cuándo lo haremos.
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