Lo que está en juego

En el Ecuador la clase trabajadora asiste a un momento histórico telúrico, que cambiará el destino de este país para siempre. El Narcoestado impone la violencia como política de Estado, sea por medio del crimen organizado -brazo armado irregular de la burguesía- o el frontal terrorismo de Estado. No es coincidencia alguna que el Ecuador sea el país más violento de todo el continente -40 muertes violentas por cada 100.000 habitantes en 2024-, mientras al mismo tiempo se haya convertido en el primer exportador de narcóticos del mundo. Tampoco es coincidencia alguna, que el oligarca-presidente, hijo de una casta de esclavistas, se haya convertido en el primer exportador de banano del Ecuador -y uno de los 5 principales a nivel mundial-. La cocaína viaja en contenedores de banano, y esos contenedores -estadísticamente en un 80%- son de Bonita Banana, de propiedad personal del clan Noboa.
En términos geopolíticos, el Ecuador constituye un territorio tanto de vanguardia para el imperialismo yanqui, un puerto predilecto para el tráfico de cocaína, como un botín en términos de recursos minerales. En este sentido, la posición que el mercado mundial le da al Ecuador -al igual que una gran parte de los Sures globales- es la perpetua dependencia. Dependencia de contrato de deuda exterior, mientras la fuga de capitales -y su lavado- se estima en máximos históricos USD 30.000 millones, al mismo tiempo que alrededor de un 30% del PIB del Ecuador se estima en lavado de capitales.
Al mismo tiempo, EE.UU. se impone a nivel global como una potencia en decadencia y en fase terminal. Esto constituye un momento sin precedentes en términos de guerras sustitutas: Ucrania, Palestina, Sudan, Cuba, posiblemente Groenlandia, Panamá y Venezuela, etc., encaminado a provocar un apocalipsis global. No cabe duda que las bestias imperialistas son más feroces y violentas que nunca cuando se encuentran acorraladas y amenazadas en su existencia, como lo inaugura la segunda presidencia de Donald Trump.
En términos regionales, Daniel Noboa como lacayo del imperialismo yanqui, insiste en perpetuar el imaginario del cuco latinoamericano llamado Venezuela. Esto en el contexto electoral, da cuenta de que la contienda es por el sentido. El peso que el país bolivariano aún sostiene como supuesto fracaso político y a la figura de Maduro como un dictador, tiene una intencionalidad específica en la construcción del anticomunismo como sentido colectivo. Es un tema tan delicado en el imaginario popular, que este resultó ser el talón de Aquiles del progresismo en el debate frente a la segunda vuelta electoral del 13 de abril, provocando enunciados xenófobos y anti-migrantes en un país que se encuentra exportando fuerza de trabajo de forma masiva, con más de 300.000 migrantes hacia los Nortes en 2024. La presión de este momento electoral es altísima.
La retórica del Conflicto Armado Interno resulta extremadamente conveniente para el poder político. La construcción del enemigo interno ha ido complejizándose a los largo de estos 8 años de regresión neoliberal. Bajo la doctrina del shock, el miedo y la inseguridad son dinámicas necesarias en la psicología de masas, de tal forma que la presión material que se imprime contra el pueblo y la clase trabajadora, pueda encausarse hacia un enemigo que distorsione las relaciones de producción. Es decir, la creación de un enemigo interno logra depositar todo el dolor y la frustración propios del sistema capitalista, hacia chivos expiatorios que eviten que la población logre identificar a la explotación y acumulación capitalista como las que en efecto, destruyen y depredan la vida, imposibilitan su sostén y roban hasta la capacidad de proyección a futuro.
Para la burguesía encarnada en el Estado, esta distorsión intencional le permite imponer -con la condonación popular-, una serie de aberraciones gravísimas, como la construcción de una base militar de Galápagos, que en el contexto de la contienda militar entre EE.UU. con China y Rusia, representa un punto estratégico en el pacífico, siento el pedazo de tierra más cercano al continente asiático desde el Pacífico Sur. Durante la II Guerra Mundial, las Islas Galápagos ya funcionaron como un porta aviones natural para las operaciones militares del ejército yanqui. En el caso particular de las islas encantadas, el factor del impacto ambiental es brutal: se requieren muchas más importaciones, más manipulación de combustibles y por supuesto está el gravísimo tema de la pérdida de soberanía, que incluye una guerra antipopular que se expresa en los falsos positivos, que ahora mismo ya empezamos a ver. Esto inevitablemente degenera en un ejercicio sistemático del terrorismo de Estado. Así de grave es lo que se encuentra en juego.
La guerra contra el narcotráfico es otra de las falacias que logran imponerse con esta distorsión causada por el shock neoliberal. Mientras somos el mayor exportador de cocaína del mundo, el país se perfila para la implementación intensiva del terror que conlleva la apertura de bases militares en territorio. Las decenas de miles de personas ejecutadas en Colombia con la excusa de la lucha contra el narcotráfico, son un recordatorio desgarrador de las consecuencias de abrir las puestas a esta política imperialista en el país. Contrario al relato que imponen las élites, el mayor Narcoestado del mundo es EE.UU., por lo tanto, así como en el Ecuador tenemos narcogenerales, allá también. Y ¿qué sería una base militar como la de Manta, sino un centro de operaciones del narcotráfico mundial, así como un cuartel para la coordinación del exterminio popular en el país? Sucedió con absoluta ferocidad junto a nosotrxs por décadas en Colombia. Un verdadero genocidio popular.
En estos momentos, requerimos de la mayor claridad posible respecto de lo que está en juego para las clases populares, y también para la organización de izquierda anticapitalista en el país.
Por un lado, el Narcoestado y la política neoliberal imprimen una pauperización generalizada de la clase trabajadora: estamos atravesando la crisis económica más grave de los últimos 35 años. Por otro lado, un Estado presente que propone el progresismo implica mayor acceso a servicios básicos como educación, salud, infraestructura, agua, luz. Pero la discusión de mayor relevancia está en que su institucionalidad ontológica implica un nivel mínimo de respeto a la Constitución, los derechos humanos y la democracia burguesa; mientras que las consecuencias de la corporativización del Estado implican también la contratación de mercenarios como los Blackwater, que vendrían a dirigir y perfeccionar lo que ya vemos ahora: la criminalización, apresamientos arbitrarios, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales especialmente contra varones, jóvenes y niños racializados de los sectores populares. Afros y negros criminales, indios y campesinos subversivos, los nuevos falsos positivos. Adicionalmente en nuestro pequeño territorio nacional, una catástrofe social como la que promete Daniel Noboa, podría convertirnos en una nación inviable, como Haití en estos momentos.
Frente a este escenario devastador, en el que colectivamente se ha pasado de pensar en cómo continuar la vida al cómo impedir la muerte inminente, más vale tener ciertas claridades que superen nuestro sentido moral de la política, para hacer el análisis concreto de la situación concreta, y en efecto hacer política con la intención de construir la moral para la lucha, y no para la supervivencia. El progresismo tiene una oportunidad de redimirse y honrar los acuerdos que se sentaron a firmar el pasado domingo concretamente con Pachakutik, pero simbólicamente con toda la izquierda del país. El antifascismo se constituye como programa mínimo, que en este momento bien puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. Este acuerdo es la demostración de la fuerza de la organización popular y la lucha en las calles. Es un manifiesto político, con el aval vigilado sigilosamente del Movimiento Indígena con Leonidas Iza al frente, en su calidad dirigente indígena marxista cristiano y consecuente, que ha logrado tejer la lucha de clases de la última década en el Ecuador. Esta es la fuerza del Poder Popular Plurinacional ahora. Nos atrevemos a imaginar la fuerza que aún queda por construir y hasta donde nos puede llevar.
En el campo de lo simbólico, es importante remarcar que mientras Luisa Gonzáles se reunía con el Movimiento Indígena como representante legítimo de los sectores populares, donde se firmó un acuerdo que recoge la plataforma de lucha de la clase trabajadora del país, Daniel Noboa viajó con presupuesto estatal a EE.UU. y compró un puesto en una mesa, para tomarse una foto con Donald Trump y olerle la cola por menos de 5 minutos, al indigno estilo de la avergonzante burguesía lacaya a la que representa.
En medio del proceso político-electoral, enmarcado en la democracia burguesa, la bipolaridad autoinducida parece provocar un nublamiento colectivo de lo que realmente se encuentra en juego en términos territoriales, laborales, de seguridad, económicos y vitales. Cuando decimos que la sociedad civil debe superar la dicotomía correísmo-anticorreísmo para elevar la discusión política, nos referimos a nosotrxs también, como parte de la masa de izquierda consecuente de este país. Un segundo mandato del hombre más rico del país, significaría que el Ecuador se termine de convertir en una gran hacienda, con un solo amo y señor y digno hijo de la República Blanqueada del Ecuador. Los EE.UU. sostendrán a su títere -como lo hicieron con Batista en Cuba, Pinochet en Chile, Noriega en Panamá, o los propios Moreno y Lasso. Es decir, nos jugamos la posibilidad de seguir luchando.