Donald Trump y el ascenso del fascismo mundial

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Martes 21 de Enero de 2025

Donald Trump, el radiante presidente de los Estado Unidos, representa al fascismo mundial. El saludo romano ejecutado por Musk -con el entusiasmo clásico de cualquier fanático nazi-, mientras agradecía al público la posibilidad de someter a millones, logró graficar el futuro. Trump volvió a conquistar los corazones del electorado yanqui con el autoritarismo y la supremacía como respuesta a los gravísimos conflictos y contradicciones a los que se enfrenta la clase trabajadora en EE.UU. La estrategia del fascismo latente se centra en colocar a la regresión conservadora como única solución posible a la convulsa realidad estadounidense, que está atravesada por la extrema violencia, el consumo crónico de drogas, la cultura de la deuda, la falta de acceso a salud, educación y vivienda, y una permanente afluencia de migrantes mejor calificados y menos pagados que la mano de obra nacional.

Make America Great Again o el movimiento MAGA plantea directamente la eliminación del otrx como solución a los problemas complejos de la sociedad que parió el libre mercado, la privatización de lo común y la competencia como valor constitutivo. En su discurso inaugural Trump describió al otrx al cual eliminar, como migrante, árabe, comunista, mujer y queer. Se caracterizó por un discurso y posición militarista contra los cuerpos racializados, empobrecidos y feminizados en EE.UU., y sus colonias, como nosotrxs en Ecuador, por ejemplo. Así mismo volvió a amenazar a México, se desvinculó del acuerdo de París, prometió impulsar con mas fuerza el proyecto neocolonial y regresar al nacionalismo en todas sus dimensiones.

Una mixtura errática entre el libertarismo de la escuela de Austria y el totalitarismo del fascismo clásico se conjugan para parir al nuevo orden de Occidente. Frente a la crisis de hegemonía a la que se enfrenta, Trump ha decidido volver a generalizar desde el Centro, los mecanismos de exterminio y extrema violencia, que durante décadas se situaron en territorios periféricos como el palestino. 

En la figura anaranjada del magnate presidente se consolida la unificación de las fuerzas reaccionarias y ultraconservadoras de Occidente. Frente la presencia amenazadora de los BRICS, los fracasos militares de Ucrania e Israel y la progresiva precarización de la clase trabajadora del Norte, la hegemonía ideológica, económica, militar y política del imperialismo occidental se encuentra en una grave crisis. En respuesta, Occidente gira una vez más hacia el fascismo como una respuesta siempre posible en los marcos del capitalismo global.

Una muestra significativa del acuerdo entre la burguesía transnacional fue la asistencia de todos los directores ejecutivos de las Big Tech a la posesión de Trump. Esta exhibición de poder da un mensaje de aparente unificación del poderío imperial estadounidense liderado por Trump. El nuevo presidente no asume su rol únicamente con el apoyo de la pequeño burguesía y la clase trabajadora como en 2017, sino que ahora tiene el respaldo de ese 1% más perverso que ha parido la historia, capaces de lo que nuestra moral y ética proletaria jamás podrían imaginar. Ahora Trump tiene a los líderes de la Big Tech -el señorío de Sillicon Valley- de su lado.

Elon Musk de SpaceX y Tesla, Mark Zuckerberg de Meta, Jeff Bezos dueño de Amazon y del diario The Washington Post, Sundar Pichai director ejecutivo de Google, Sam Altman director de OpenAI, entre otros oligarcas no llegaron con las manos vacías. Cada uno de ellos contribuyó con al menos 1 millón de dólares a un oscuro "Fondo de Inauguración" de la posesión de Trump.

Musk

 

El tecnocapitalismo debe entenderse también en clave de control, de vigilancia y por lo tanto de pacificación. Hay que destacar que la mayoría de estas corporaciones colaboraron activamente en el despliegue de inteligencia, almacenamiento, modelos que entrenaron IA y otras herramientas y tecnologías a favor del sionismo en el genocidio palestino. El programa Pegasus es y será una herramienta relevante de los Estados fascistas que se levantarán con el respaldo de occidente, en nombre de la libertad -de mercado-, y de acumulación -privada-. Pegasus tiene observaciones por parte de ONGs multilaterales de Derechos Humanos, como Amnistía Internacional, y ahora opera en Ecuador.

Más allá de ese despliegue escénico de poder, estas demostraciones de fuerza poco contribuirán a darle un giro al proceso histórico que genera esta pugna interimperialista. Lo que si logrará es generar un estado de terror en los territorios controlados por Occidente. Los BRICS al alza, la independencia absoluta de China en el desarrollo de microprocesadores mejores y más potentes que los desarrollados por sus contrapartes estadounidenses, la tecnología militar Rusa y sus adelantos en medicina preventiva, y el mayor control o influencia de recursos naturales por parte del bloque de Oriente, nos colocan en un momento geopolítico extremadamente explosivo.

El sentido común de la supremacía se ancla en buena porción de las consciencias de la pequeña burguesía empobrecida y de la clase trabajadora ultra precarizada, que en efecto está expuesta a un nivel de presión mucho mayor en un contexto de profundización de los mecanismos de explotación, opresión y cosificación del sistema capitalista. Sin embargo, el escenario local también refleja el fenómeno global: la polarización se ha convertido en un fenómeno creciente y que transversaliza todos los espacios sociales, generando una radicalización de la población, tanto hacia el conservadurismo supremacista, como hacia la izquierda y el clasismo. Se eleva, poco a poco el involucramiento de la sociedad civil en la política, generando un momento de crisis generalizada, que puede ser semillero de organización popular, como su tumba.

Inaugura Trump su segundo periodo presidencial, y se consolida también un orden totalitario mundial, que permanecía -más o menos- oculto. La generalización de la tendencia fascista a lo largo y ancho del campo de influencia de Occidente coloca al pueblo y la clase trabajadora en una situación de extrema vulnerabilidad frente a los aparatos represivos y los mecanismos de extracción de plusvalía. En ese entonces -un siglo atrás- como ahora, la única respuesta disponible es la organización popular clasista y antifascista. La urgencia nos apremia a todxs, el fascismo nos respira en la nuca, y más nos vale apretar el paso en esta carrera por la humanización, que se nos viene contra el tiempo. Se consolidan los tiempos de la resistencia. Que la historia nos encuentre a la altura de las circunstancias.  

 

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