El ascenso del fascismo mundial o como hacer un saludo romano y salir bien librado
El mundo cambió de orden durante el proceso de reacumulación primitiva que implicó la crisis multidimensional provocada por la Covid-19. En una primera etapa, la percepción colectiva respecto a la necesidad de un Estado totalitario se transformó con las lógicas de la contención del virus, normalizando, por ejemplo, la militarización de los espacios públicos y la flexibilización laboral. Los dispositivos de control se repotenciaron desde lugares simultáneos, en un esfuerzo múltiple por controlar la consecuencia inevitable de la extremación de las condiciones materiales: la resistencia y organización popular. Una regresión conservadora generalizada poco a poco se ha ido llevando consciencias, mismas que salían de una inquietud generalizada provocada por las protestas del 2019, que se extendían desde Hong Kong, pasaban por Francia, y se tomaron Bolivia, Ecuador y Chile.
En una segunda etapa, la derecha se radicaliza con la apertura y cinismo con que el Estado fascista de Israel perpetra el genocidio contra el pueblo Palestino. En este momento se consolida el totalitarismo como forma de Estado y de ejercicio de poder a nivel global. La fascistización, que hasta el 2023 era latente, ahora se presenta como legítima como la respuesta del imperialismo occidental frente a la crisis de hegemonía que un mundo multipolar le impone, ahora que los BRICS+ son irrefutables. No solo se han modificado los mecanismos de control ni se han expandido y potenciado a los aparatos represivos del Estado, sino que también se ha modificado el cuadro de lo aceptable en los marcos de la política. Tanto desde el Estado como desde varias expresiones de la sociedad civil, el fascismo vuelve a ser posible en el espacio público.
El campo de lo simbólico está siendo permanentemente atacado por los mecanismos de fascistización. Cuando Elon Musk hace el saludo romano, un símbolo inequívocamente nazi, en la cúspide del evento de posesión de Trump, uno de los momentos más observados a nivel global, lo que hizo fue volver a traer al fascismo a lo aceptable en el campo político. Reintrodujo al fascismo a la palestra política con una violencia inequívoca. Esto generó una reacción mundial que polarizó aún más a la opinión pública, encontrando legitimidad en buena parte de ella. El revisionismo histórico se presentó en este escenario cuando Elon Musk afirmó que los nazis eran comunistas, durante una conversación con Alice Weidel, de Alternativa para Alemania en X.
Para esto, a los 15 días de posesionado Donald Trump en la presidencia de la potencia mundial más depravada de la historia: Elon Musk pasó a controlar espacios de decisión en el Estado, como el acceso a los fondos de la Reserva Federal de los Estados Unidos, se ha esparcido al ICE –la migra- en barrios, colegios, escuelas y puestos de trabajo en una caza fascista contra migrantes, se han estrellado 3 aviones con más de 100 muertes como consecunecia, se han despedido a miles de trabajadorxs del Estado y el sector privado por su color de piel, orientación sexual u opinión política, se han reducido o cortado cientos de programas de asistencia social, cerró la USAID y los precios de productos de primera necesidad se han disparado hasta al triple en el marcado. Tanto México como Canadá han respondido con medidas arancelarias de preferencia a la producción nacional en respuesta al 25% de impuesto a las importaciones provenientes de China, Canadá y México.
En Europa, el escenario de radicalización de la ultra derecha parece augurar el mismo destino que en EE.UU.: la Alternativa para Alemania -AfD- se encuentra segunda en intención de voto ante las elecciones parlamentarias del 23 de febrero y parece haber pactado una alianza informal con la “centro”-derecha de la Unión Cristiano-Democrática -CDU, el partido de Angela Merkel-. Al mismo tiempo, el tecnotiránico Elon Musk hace un llamado a que en Europa se establezca un movimiento MEGA -Make Europe Great Again- al estilo del movimiento político de Trump, MAGA, mientras se jacta de su “saludo romano” en la ceremonia de inauguración del magnate anaranjado.
Por su parte, en Italia el gobierno nacionalista de Giorgia Meloni cumple dos años en el poder, promoviendo abiertamente un discurso de odio que rememora al Duce -que terminó cabeza abajo en la plaza de Turín-. Meloni impone un régimen de segregación racial y nacional, normalizando efectivamente a la extrema derecha en Europa. La victoria de Meloni en 2022 supuso un hito en Europa occidental, configurándose como el primer peldaño de la expansión de regímenes de ultra derecha, seguido por el Frente Nacional en Francia y la AfD en Alemania.
Mientras tanto, en la Argentina “libertaria” de Javier Milei, se pretende eliminar el feminicidio como categoría legal, además de eliminar el Ministerio de la Mujer. El Ministerio de Defensa a su vez, propone eliminar archivos históricos que presuponen documentos centrales en la memoria histórica sobre la dictadura -1976-1983-, que borrarían evidencia clave en procesos de crímenes de lesa humanidad. El revisionismo histórico es uno de los elementos fundamentales del resurgimiento de la ultra derecha. El propio Milei tergiversa constantemente el número de lxs 30.000 desaparecidxs.
En la actualidad, la construcción del enemigo interno en torno al resurgimiento de la ultra derecha, se traduce en la radicalización de la racialización tanto en EE.UU., en Argentina como en Alemania o Ecuador. En Estados Unidos, el régimen yanqui impone la lógica del enemigo interno frente a la inmensa masa trabajadora migrante que sostiene la economía, además de las culturas árabes y en específico a la amenaza comunista, en las propias palabras de Trump.
El mecanismo tanto populista como ultranacionalista de las deportaciones masivas con las que inició Trump su segundo mandato el pasado 20 de enero -200 ecuatorianxs hasta el momento, con una lista inicial de 35.000 deportaciones potenciales-, refleja una agudización de las contradicciones de clase en los centros del capitalismo. Al mismo tiempo, Trump encarna el persistente colonialismo dentro de la lógica de Estado yanqui, al anunciar la instalación de un campo de concentración en la base ilegítima de Guantánamo para 30.000 personas, por fuera de la ley humanitaria y del escrutinio público. En EE.UU. en estos momentos -al igual que en Europa- el simple hecho de ser migrante, se criminaliza hasta los absolutos extremos dentro de los mecanismos de imposición del sistema capitalista.
En Ecuador la construcción de enemigo interno ha sido un mecanismo simbólico que volvió con intensidad posterior al Estallido de Octubre de 2019, y que se repitió con más fuerza en el Paro Popular Plurinacional de Junio de 2022. En el contexto del Conflicto Armado Interno en Ecuador se consolidó el mecanismo de Estado de excepción, que ahora es permanente, y se consolidó también la política del enemigo interno. Así el perfilamiento racial ha colocado a los jóvenes afros y negros en el lugar de los criminales, y a los indios en el lugar de la subversión. Esto se traduce a la criminalización de todxs, a una violencia implacable contra los sectores populares y la represión y persecución a la organización popular.
En términos materiales, nos enfrentamos a una pauperización generalizada. Flexibilización laboral, desempleo histórico, recesión económica de al menos el 2%, inseguridad, aumento de la violencia de género, feminicidios y embarazos en niñas, cada vez menos acceso a educación y salud, o servicios básicos como electricidad, así como una mayor dificultad para migrar. La clase trabajadora se enfrenta a una presión sin precedentes. La profundización de la lucha de clases genera una polarización política, que a su vez desemboca en un momento propicio tanto para la organización popular clasista, como para el resurgimiento del fascismo. El estado de excepción permanente, justificado con la declaración del CAI y el Estado de guerra, es un síntoma grave y avanzado de la constitución del totalitarismo. Estamos en problemas graves.
En términos categóricos, resulta fundamental comprender que el fascismo como fenómeno histórico representa una profunda crisis estructural del capitalismo. En definitiva, es capitalismo en crisis, una respuesta violenta a un posible y contingente escenario pre revolucionario. El fascismo evidencia el fraccionamiento de una hegemonía ideológica amenazada con caer por su propio peso.
Es importante entender también que el fascismo no se establece de un día al otro, sino que más bien es el resultado de desviaciones democrático-burguesas que responden a las crisis inherentes del sistema capitalista, que en palabras de Engels se dan en un intervalo de 7 años. La construcción de regímenes totalitarios, se da paulatinamente como proceso histórico que lleva años en establecerse, comenzando con el estado de excepción como mecanismo de control social. En 1933, tan solo un mes y medio después de llegar al poder y al iniciar el régimen nazi en Alemania, Adolf Hitler impuso un Estado de excepción mediante la “ley habilitante”, por medio de la cual se adjudicó facultades plenipotenciarias. Alemania nazi no volvería de esa primera declaratoria de estado de excepción.
Frente a la fascistización latente, la clase trabajadora se encuentra organizándose en contra del fascismo de manera dialéctica: alrededor de dos millones de personas en la marcha antifascista en Argentina el 1 de febrero, al mismo tiempo que un millón marchaban en contra del fascismo en Alemania. En Ecuador una serie de espacios, organizaciones, movimientos y estructuras se han articulado junto a la figura de Leonidas Iza, y se ha planteado ya abiertamente que las izquierdas del país debemos articularnos bajo el programa mínimo del antifascismo. La divisa debe ser la organización popular antifascista, militante y combativa. Y a no desanimarse: si la clase trabajadora bajo el estandarte de la bandera roja venció al monstruo del fascismo en 1945, no cabe duda alguna que lo volveremos a hacer una vez más, y esta vez de forma definitiva.
A todo Hitler le llega su Stalingrado.