El voto nulo y el juego a la derecha
El panorama político en el Ecuador, a seis meses de los comicios presidenciales de 2021, se ha reconfigurado en las últimas semanas. Al perfilarse la candidatura de Andrés Arauz como presidencial por parte de los progresismos, la derecha ecuatoriana pretende aglutinar fuerzas detrás de un solo candidato predilecto, uno de los grandes ganadores del feriado bancario, el “banquero de todxs”: Guillermo Lasso.
Adicionalmente, existen sectores, que al igual que en los comicios pasados, hacen un llamado directo al voto nulo, argumentando que ni la derecha ni los progresismos lxs representan. Bajo el slogan de que “la rabia y los sueños no caben en las urnas”, esta crítica a la democracia liberal electoral, poco tiene de estratégica, y no pasa a construir una alternativa real al neoliberalismo que nos extermina. En términos reales, el voto nulo representa una confluencia directa con la lógica de la derecha ecuatoriana. Estos, aparte de no tener validez nominal en el total de los votos, se perfilan como un peso muerto entre los dos campos: el progresismo y la clase político empresarial del país.
Llamar al voto nulo en este preciso momento del desarrollo de la lucha de clases, desconoce la complejidad que implica y abarca el escenario político del país y el mundo -la misma complejidad encontramos en el escenario de EE.UU. frente a la candidatura de derecha liberal de Biden contra el fascismo franco de Trump-. Si bien es cierto que la política del “mal menor” tiene sus riesgos - y todxs somos conscientes de eso- es más evidente que otro período de neoliberalismo represente un atentado directo contra la vida, y cada voto nulo suma a este atentado. Llamar al voto nulo implica limitar las posibilidades de otra militancia por fuera de las urnas: se vuelve más complejo el trabajo de base en condiciones de hambre y miedo.
Ante la reconfiguración del tablero electoral, en el cual la derecha se unifica detrás de Lasso, nos encontramos ante el momento histórico en el cual impera un voto negativo al neoliberalismo. Es necesario reconocer que la continuidad y la profundización del neoliberalismo se encuentran materializadas a través de la candidatura del banquero Lasso. De manera adicional, Lasso promete una continuidad con la regresión de derechos constitucionales y humanos tan característica del gobierno actual.
En su hipocresía e intento de instrumentalizar el feminicidio de Gaby L., Lasso decía hace pocos días que implementarían de forma prioritaria políticas de protección a mujeres, sin embargo le es imposible ocultar su cara más patriarcal, reaccionaria y neoliberal. En su afán de captar el voto de sectores “pro vida” y el ala ultraconservadora de la población votante del Ecuador, Lasso expresó su pedido al Ejecutivo de vetar por completo al Código de Salud, recientemente modificado por la Asamblea Nacional. Así, en el país de Suramérica con la mayor tasa de embarazo adolescente, Lasso pretende constituirse como el candidato antiderechos por excelencia. ¿Acaso las más de 20 mil mujeres que acuden al año a la salud pública por un aborto en curso, no son víctimas de violencia estructural y persecución?
En términos económicos, Lasso indudablemente continuaría el esquema de endeudameinto y pleitesía con los órganos crediticios internacionales. La semana anterior, el gobierno ecuatoriano acaba de concretar un préstamo adicional con el Fondo Monetario Internacional por 6.700 millones USD. El FMI podría imponer su condicionalidad crediticia al Estado ecuatoriano hasta el año 2030, reduciendo el margen de acción en términos de política económica e inversión pública al gobierno que suceda a Moreno. Así mismo, Guillermo Lasso ha insistido en varis declaraciones públicas, que “invitaría a continuar” a la Ministra de Gobierno María Paula Romo, sobre quien pesan no solo la represión brutal de octubre pasado y la percepción política a voces críticas, sino que ahora también se encuentra envuelta en un escándalo de corrupción a gran escala.
Este es un momento histórico en el que tenemos que tener las cosas muy claras. Por supuesto que el proyecto del progresismo no supone revoluciones, precisamente porque se plantea desde el reformismo progresivo, que no logra -ni se propone- una redistribución significativa que promueva cambios estructurales permanentes. El ejemplo claro es que en menos de 4 años de neoliberalismo, se logró desmantelar más de 10 años de políticas públicas de centro, liberales y bien intencionadas -si se quiere-. Sin embargo, la continuidad de las políticas neoliberales que ha impuesto Moreno y su gabinete, en manos del banquero Lasso, sí colocaría a la realidad nacional en una situación más crítica de la que ya nos encontramos.
Esto no supone meras interpretaciones o teorías, la continuidad del neoliberalismo brutal al que hemos estado sometidxs por casi 4 años, se traduce en vidas que se lleva el neoliberalismo y el Estado ultrarepresivo: extrema pobreza, tasas desorbitantes de desempleo y de trabajo informal, vulneración de derechos elementales como acceso a salud y educación, represión y persecución a voces críticas, despidos masivos, regresión en materia de derechos laborales, suicidio infantil y juvenil, salarios impagos a servidorxs públicxs, corrupción a diestra y siniestra, etcétera. Todos estos son cuerpos y vidas que se lleva el Estado neoliberal. No son abstractos, la vulnerabilidad a la que nos atenemos frente al capitalismo salvaje, abiertamente de extrema derecha, es inaceptable por 4 años más. Muchxs no sobreviviríamos, literalmente no sobreviviríamos a tanta infamia, como muchxs tampoco sobrevivieron al manejo nefasto y criminal de la pandemia.
Reconozcamos el momento en que nos coloca la lucha de clases: impera la necesidad de conformar un frente antineoliberal en las urnas, que detenga el desmembramiento del Estado y la represión en los términos actuales. Esto no es nada más -y nada menos- que unir fuerzas por un escenario en el que los marcos de acción del trabajo popular de base sean más factibles. Una vez logrado esto, otros temas entran a discusión.