La burguesía maquilla las cifras de pobreza
Al cumplirse 14 meses del gobierno antipopular de Guillermo Lasso y la fundación Ecuador Libre, la precarización avanza conforme se profundiza el momento histórico neoliberal. Las estadísticas más recientes del oficialismo, representan síntomas de la crisis sistémica y generalizada que atraviesa el Ecuador. La austeridad desenfrenada a la que se encuentra expuesta la clase trabajadora bajo el yugo de la burguesía, adquiere dimensiones cada vez más catastróficas.
Mientras la burguesía subasta activos, empresas e incluso carteras enteras del Estado, además de desviar y apropiarse de la mayor parte de la deuda externa y los bonos estatales especulativos; a inicios de 2022 hipócritamente celebraba el incremento del salario básico en $25. Según las propias cifras del gobierno, tan sólo un 30% de la población económicamente activa tiene un empleo adecuado. Al mismo tiempo, la inflación interanual a junio de 2022 es mayor al 4%, y la canasta básica se ubica en USD 751,04.
Según el INEC a junio de 2022, una de cada cuatro personas en el Ecuador se encuentra bajo el umbral de la pobreza y un 10,7%, bajo la pobreza extrema. La primera categoría se refiere a un ingreso familiar per cápita menor a USD 87.57 al mes y en el caso de la línea de pobreza extrema, equivale a USD 49,35. Mientras en junio de 2021, la pobreza se ubicaba en 32,2% y la pobreza extrema en 14,7%. El oficialismo pretende generar una cortina de humo alrededor del nivel real pobreza y pobreza extrema al que se enfrenta el Ecuador.
El propio INEC indica que cambió la metodología en mayo de 2021, afectando la “comparabilidad histórica de las estadísticas oficiales”, coincidiendo curiosamente con el inicio de la administración de Guillermo Lasso. Esto presupone un intento de ocultar el verdadero costo humano de la imposición del dictado del libre mercado. Si no existen cifras confiables para la comparación estadística, respecto al deterioro de la posibilidad de sostener la vida para el pueblo y la clase trabajadora en el país, tampoco pueden medirse acertadamente las vidas que se lleva el Estado burgués por medio de la doctrina del shock.
La profundización neoliberal, promovida por la clase capitalista con la totalidad de la indumentaria en violencia represiva y económica, se encuentra sostenida por el relato de la posverdad, aupada por los medios hegemónicos y el propio oficialismo. Así, según el entramado político-mediático burgués, las personas asesinadas por la policía en Junio de 2022 habrían muerto “por causa propia”; y aunque el pueblo se muere de hambre, y el Gobierno Nacional no proponga más que reducciones, despidos y austeridad ¿en un año se habría reducido la pobreza en un 11%? En definitiva, la estrategia mediática legitima la generalización de la precarización: el oficialismo maquilla incluso los indicadores de pobreza, mientras la única política que propone es el no futuro.
La política de austeridad impuesta por el neoliberalismo de Guillermo Lasso escenificó uno de los episodios más dolorosos del país respecto a la situación de empleo: entre los días 14 y 15 de julio, la Empresa Pública Metropolitana de Aseo recibió 16 mil hojas de vida para llenar 200 cupos disponibles para ayudantes de recolección y barrido. Durante dos días se registraron largas filas de personas a lo largo de la avenida Mariscal Sucre, donde pernoctaron en la vía pública para lograr dejar sus carpetas. La desesperación por lograr un empleo pleno genera precisamente lo que desde el marxismo se ha catalogado como ejército de trabajadorxs de reserva. Este concepto describe la posibilidad del capitalismo para precarizar constantemente las condiciones de trabajo, ya que tiene asegurado un cuantioso número de trabajadorxs en el desempleo, dispuestxs a aceptar menores pagas, horarios flexibilizados y básicamente nulas garantías, bajo la presión de la supervivencia propia y de sus familias.
El país se encuentra frente a una crisis auto inducida por la burguesía en el gobierno, recrudecida por crisis sistémicas de sobreproducción, catástrofe climática y guerras imperialistas. La clase capitalista comprende las crisis multidimensionales -propias del sistema de clases- como oportunidades para la maximización de la acumulación de capital. La burguesía usa la austeridad para reducir el tamaño del Estado, anulando la inversión pública y privatizando lo común, facilitando y promoviendo la precarización paulatina de todo el pueblo y la clase trabajadora. Inclusive intenta imponer la flexibilización laboral como norma. Recordemos que Lasso propuso un nuevo código de trabajo en la ley CREO el pasado 24 de septiembre de 2021, el cual no fue calificado por el CAL. Se denomina regresión neoliberal, precisamente porque la imposición de la doctrina del shock supone una serie de regresiones en materia de derechos, que en el Ecuador se estima llegan a retrocedernos 30 años en términos económicos. Los costos humanos del neoliberalismo son incalculables.
La estadística es una herramienta de análisis que devela con facilidad el punto de vista de quien las genera. Si en el 2021, la población bajo el umbral de la pobreza y la pobreza extrema rondaba el 48% -una estimación conservadora-, en la actualidad los índices deberían ser mayores o por lo menos iguales, tanto en términos materiales como simbólicos. Así mismo, el 70% de la población económicamente activa se encuentra en el desempleo, el subempleo, el empleo precario o incluso el trabajo forzado. De la misma forma, la división del trabajo campo-ciudad, ha colocado a los sectores rurales en una desventaja evidente: la pobreza y pobreza extrema históricamente es mucho mayor en el campo. En 2021, el 49% de la población rural estaba bajo el umbral de la pobreza, y el 28% bajo pobreza extrema. En el 2022, con un recrudecimiento evidente de la doctrina del shock, la situación ha empeorado. La estadística generada por el gobierno de Lasso plantea que en un año de gobierno neoliberal, la pobreza en el país se redujo lo mismo que en 10 años de progresismo. La posverdad impuesta desde el mal gobierno, claramente no coincide con la realidad material y simbólica del pueblo y la clase trabajadora.
El momento histórico actual se evidencia como un nuevo claroscuro, un momento contingente de cambio sin dirección predeterminada. El capitalismo se resquebraja ante sus propias limitaciones, al mismo tiempo que parecería avecinarse una onda expansiva del sistema, la que bien podría ser la más agresiva de todas. La tarea histórica se centra en llevar la dirección de este proceso de cambio, hacia los intereses del pueblo y la clase trabajadora, por la superación definitiva de un sistema que únicamente impone explotación y muerte.