La crisis de la hegemonía capitalista

facho con facha
Lunes 19 de Junio de 2023

El tanto estrepitoso como escandaloso mandato de Guillermo Lasso, banquero estrella en campaña por más de una década, evidencia el burdo ciclo de decadencia emprendido por la burguesía, incluso con anterioridad a la ola progresista de inicios de los 2000s. Parecería que este periodo de la democracia burguesa sirvió de aliento y momento de reacumulación de fuerzas por parte del campo antipopular. Con la muerte cruzada y la pugna interburguesa entre corrientes cercanas al libertarismo como la banca, la industria y la burguesía importadora-exportadora por una parte, y la nueva burguesía progresista, se demarcan claramente los límites de la democracia liberal: o un desarrollismo con mínimos de distribución de la renta, o un neoliberalismo franco que en los últimos años recurre cada vez más a un imaginario de guerra interna para sostenerse en el poder.

El Gobierno del Encuentro se caracteriza por imponer una lógica de libre mercado y emprendedurismo en el Estado, pretendiendo manejar una estructura institucional de tal magnitud, como si fuese una empresa privada o corporación. Personajes pertenecientes a la pantomima del mundo de los negocios como Donald Trump o Guillermo Lasso, fueron elegidos por sus respectivas clases para tomar la batuta del manejo de lo público: su comité de asuntos internos. La jubilación temprana de Lasso, con tan solo dos años en el poder y la necesidad de recurrir a estados de excepción en reiteradas ocasiones, demuestra una crisis interna del bloque hegemónico burgués.

Esta crisis se evidencia primordialmente por una aplicación deliberada del estado de excepción como instrumento coercitivo y de sostenimiento del poder, tanto durante el Paro de Junio 2022, como durante el intento de juicio político en contra del banquero presidente. Este sufrió un revés tan solo la semana pasada, cuando la Corte Constitucional inadmitió el Decreto Ejecutivo que legalizaba las zonas francas como “zonas económicas especiales” de explotación capitalista. En este sentido el decreto 730, aprobado el pasado 3 de mayo, permite operativos militares internos sin necesidad de un estado de excepción -para supuestamente enfrentar al crimen organizado-, facultando a las fuerzas represivas a cometer crímenes de lesa humanidad a su absoluta conveniencia y criterio, asegurando la impunidad frente a estos crímenes, que irrefutablemente son crímenes de Estado .

A breves rasgos Antonio Gramsci define a la hegemonía como la capacidad de hacer que los intereses de unos pocos -la burguesía- se asuman colectivamente como los intereses de todxs -la clase trabajadora-. Una hegemonía bien lograda o exitosa consiste en el balance entre el dominio/monopolio de la fuerza, y el consentimiento colectivo, que se logra también con la amenaza del uso de la fuerza. En el Ecuador, la crisis de hegemonía inició en los 90s con una imposición a medias del modelo neoliberal, que generó estallidos sociales y derrocamientos sucesivos de presidentes, migración forzada y así como el  auge de la organización popular. En ese momento histórico -meditad de los 2000s- una fracción de la burguesía se decantó por aplicar un modelo neokeynesiano que logó dos objetivos fundamentales: la pacificación de la clase trabajadora y la reconstitución de la hegemonía de la clase dominante por medio de una modernización del Estado, redistribuyendo acceso a derechos, generando infraestructura y repotenciando los aparatos represivos.

Continuando con la dinámica propia del desarrollo de la historia, el proceso progresista en efecto logró sus objetivos: fraccionar a la organización popular desde la premisa de “toda acción colectiva por medio del Estado”, una confianza renovada en la gestión centralizada de la institucionalidad estatal y aparatos represivos fortalecidos. Es decir, una refundada hegemonía capitalista. Aparentemente la Revolución Ciudadana demostraba que el capitalismo podía tener un rostro humano y que bajo condiciones controladas, efectivamente el capitalismo funciona. Por supuesto esa ecuación implicó más marginalización y desplazamiento a las poblaciones históricamente explotadas: un proceso tapiñado de neo colonización y de reacumulación primitiva. Finalmente y como ha sucedido en absolutamente todos las experiencias reformistas, la ultraderecha también generó para adentro un proceso de organización y radicalización, y como sucede inevitablemente, la fracción ultraconservadora de la burguesía volvió a ser gobierno con un cuadro proveniente desde el seno de la socialdemocracia: Lenin Moreno.

El control del Estado ejecutado desde el ala neoliberal de la clase dominante vuelve a reiniciar el ciclo de crisis paulatina de hegemonía, en la que necesariamente existe un auge de la organización popular, los movimientos sociales y el oenegerismo parasitario. Sin embargo, el momento geopolítico si se ha transformado radicalmente en la última década: Ecuador pasó de ser la periferia del tráfico y distribución de cocaína, a ser el mayor exportador del oro blanco del mundo, y por lo tanto a requerir estructuras paraestatales fortalecidas. A esta crisis de hegemonía y  proceso de radicalización del libre mercado, le llamamos Narcoestado: una forma de organización institucional doble o dual, en el cual el crimen organizado fortalece su alianza con la burguesía para generar coaliciones estratégicas con el norte consumidor -Plan Ecuador o Plan Colombia-, injerencia en el ejercicio de poder y una mayor facilidad para lavar capitales; a cambio de colaboración en el control de la organización popular y del territorio.

Perú, México y Colombia son ejemplos exitosos de la estrategia de la fabricación de Narcoestado por parte de la clase dominante, para el combate de la organización popular. Recordemos que no se radicaliza el narcoestado en México, sino hasta la liberación de territorios por parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, o en Colombia hasta cuando las FARC y el ELN controlaban parte importante del territorio. Es decir, la institucionalización del Narcoestado se convierte en el mecanismo, no solo de imposición del libre mercado, sino de resolver el auge de la organización popular que genera la crisis de hegemonía que sufre el capitalismo en momentos de crisis múltiple. Es el claroscuro precisamente un momento de incertidumbre y de arquitectura de monstruos. En el país, al menos dos escenarios son perfectamente posibles: una fascistización franca del Estado, con una figura como Topic en el poder, o un conservadurismo progresista.

Guillermo Lasso Mendoza entrará en la historia como facilitador y constructor del Narcoestado a pedido de su propia clase, como última medida para sostener a la burguesía parasitaria en el poder. La maquinaria del Narcoestado no cambiará en lo más mínimo con el recambio de fichas en el tablero institucional del próximo 20 de agosto. Los sectores más fascistizados de la burguesía buscarán una victoria del modelo Bukele, con la intención explícita de imponer un estado de excepción perpetuo que suspenda un sinnúmero de derechos civiles, políticos y humanos, con el único fin de sostenga y acrecenté la acumulación capitalista por todos los medios. Por su parte el progresismo conservador generará un amortiguamiento mucho más mediocre que el anterior al proceso de reacumulación primitiva que se está ejecutando  nivel mundial.

Frente a la radicalización de la dominación capitalista y la decadencia histórica de la clase burguesa, únicamente la organización popular podrá encontrarse a la altura de proponer y construir un nuevo modelo de poder popular que parta desde el poder popular, la cooperación y la lógica colectiva. Definitivamente no se puede llegar al comunismo sin antes imaginarlo. La tarea de la clase trabajadora es solo una: fortalecerse en una organización popular con claridad ideológica anticapitalista. Solo el pueblo salva al pueblo.

 

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