La tangible incertidumbre electoral para el 2019
Después de una década en que la Revolución Ciudadana, con Rafael Correa a la cabeza, irrumpió en el escenario político ecuatoriano marcando un antes y un después, implementando políticas de asistencia social como el aumento del Bono de Desarrollo Humano, la determinación de no pagar la deuda externa o la imposición de presupuestos para educación y salud con resultados ampliamente tangibles, nos encontramos hoy frente a una crisis y un vacío ideológicos y políticos. Este proyecto, que protagonizó durante diez años el quehacer político, no se preocupó por la necesidad de construir un sustrato social que le asegurara una trascendencia más allá de su líder, les bastaba con tener aseguradas las contiendas electorales para poder dar continuidad a sus ideales. Fue únicamente Correa quien diseñaba la política pública, desechando la crítica y el debate. Ello devino en la ausencia de un colectivo estructurado (sea partido político u organización social) que fuera capaz de dar continuidad a sus intereses, a pesar de que se impusieran condiciones desfavorables. Es por esto que en cuando Correa salió del poder fue necesaria tan solo una pequeña resquebrajadura en Alianza País para que se desintegrara por completo.
Después de la inesperada “traición” que significaría la consecución del poder por parte de Lenín Moreno, tachado como uno de los gobiernos más corruptos de la historia de nuestro país al gobierno en el que él mismo había participado, en dos años el presidente se ha encargado de desmantelar varios de los logros alcanzados, para lo cual ha infringido en acciones anticonstitucionales, ha abierto espacio en la administración del Estado a representantes de la oligarquía ecuatoriana y ha implementado políticas abiertamente neoliberales, como condonar la deuda de impuestos a los más ricos de la nación, las concesiones de los sectores eléctrico y telefónico con vistas a su posterior privatización, o quitar subsidios sobre servicios fundamentales sin un plan que permitiera mitigar los daños que provoca a los más necesitados. Todo esto nos ha llevado a una crisis económica tangible que se manifiesta en el descontento de las y los ecuatorianos, visible en las movilizaciones desarrolladas en los últimos meses, dando lugar a un vacío ideológico difícil de llenar y a una inevitable crisis política con una falta evidente de identificación con cualquiera de los actores que pretenden gobernar en los años venideros.
Así, muchos de los integrantes del movimiento Alianza País han decidido establecer alianzas con otros sectores políticos en vista de la incertidumbre electoral. Sin embargo, esto únicamente logra desvirtuar aún más la perspectiva sociopolítica de sus propuestas. Asimismo se ha insertado entre las opciones electorales un sinfín de pretendientes políticos intentando aprovecharse del actual escenario caótico para entrar en el ruedo de la politiquería regional.
Con todos estos elementos sobre la mesa no se divisa una propuesta consistente, capaz de canalizar las aspiraciones y necesidades del pueblo ecuatoriano, sino que vemos un entramado de opciones, con más de 7.000 candidatos en todo el país, que lejos de buscar dar solución a los conflictos que se están viviendo, profundizarán el caos y la miseria que se van instalando.
Nos encontramos frente a unas elecciones seccionales en las que la entidad política que ha venido llevando la batuta en los últimos tiempos se ha disuelto, con la ausencia de una propuesta de izquierda que pueda dar respuestas a las principales problemáticas que se viven en el país y con una predominancia de la derecha como candidata a ganar estas elecciones. Los años que están por venir nos auguran un retroceso evidente en materia de asistencia social, con la reivindicación del modelo neoliberal y la catástrofe humanitaria que conlleva.