Mascarilla: la cara violenta del Estado
Los enfrentamientos ocurridos el día de hoy en el puesto de control Mascarilla, ubicado en el Valle del Chota, provincia de Imbabura, que culminaron con la muerte de un joven, son tan solo una muestra de cómo el Estado actúa contra un segmento de la sociedad - el pueblo afroecuatoriano, históricamente olvidado y empobrecido - revelando un modus operandi basado en la violencia, justificado y reglamentado por los cuerpos represivos y los medios de comunicación.
Según Diego Palacios, dirigente de la organización afroecuatoriana “Red de Jóvenes del Territorio Ancestral”, los hechos de violencia policial ocurridos en Mascarilla no son nada nuevo, “no es el primer asesinato” comenta. La naturalización de la violencia como forma de relación por parte del Estado, se ha vuelto práctica común a la hora de “solucionar” problemas estructurales.
Las constantes necesidades a las que se enfrentan, les han llevado a buscarse la vida de diferentes formas, algunas de estas – desde el punto de vista del Estado – ilegales, o casi. Y no es para menos, hablamos de una población excluida de los planes de desarrollo del Estado, víctima constante del racismo y las diferencias de clases, e incluso reprimida solo por el color de su piel.
Mascarilla ahora tiene nombre y apellido, Andrés Delgado de 24 años, cobardemente asesinado por un policía, quien disparó sin ninguna justificación, como lo demuestra un video que circula en redes sociales, a quemarropa. El evento habría ocurrido, en palabras de Palacios, tras un accidente de tránsito en una zona de paso para material minero y mercancía de contrabando, una práctica a la que los moradores del sector recurren constantemente para garantizar su sustento. Con el objetivo de impedir la retención del automóvil por parte de las fuerzas policíacas, varios ciudadanos habrían opuesto resistencia, resultando en un incidente de mayores proporciones, con el fatal resultado ya conocido, además de un pequeño retén y vehículo policial incendiados por la población enardecida tras el crimen.
Durante la tarde del día de hoy, diferentes autoridades, respaldadas por los medios de comunicación, trataron de desviar la atención ante la gravedad del asunto, como fue el caso de la gobernadora de Imbabura, la ex asambleísta de Alianza País, Marisol Peñafiel, quien responsabilizó de la ciudadanía de los hechos, por cuanto estos atentaron contra los bienes públicos, o el Ministro del Interior, Mauro Toscanini, dijo textualmente en una rueda de prensa en Carondelet "hay un policía que gracias a Dios está bien (…) no vamos a tolerar la agresión a los policías.”
Lamentablemente los hechos ocurridos en Mascarilla, hacen noticia al Valle del Chota ya no por la habilidad con el balón de nuestros compatriotas afroecuatorianos, sino por un asesinato, demostrando así las grandes diferencias de clase y “raza” aún existentes en nuestra sociedad, así como la actuación cómplice y violenta del Estado, ante crímenes de raíz histórica.
Simplemente no podemos pensar en transformar este país históricamente empobrecido para las grandes mayorías – en especial el pueblo afroecuatoriano –, si pasamos por alto sucesos como este, acto deleznable que no puede sino convencernos de que hay que reconocernos de forma militante con nuestros hermanos y hermanas afrodescendientes.