Narcoestado: el proyecto estrella de la clase dominante
Al contrario de lo que nos hacen creer los medios corporativos, tanto el gobierno de Noboa como el de Lasso y Moreno, representan una continuidad absoluta de la doctrina del shock y la política de Estado neoliberal. Cuando la clase dominante presenta una cortina de humo tan contundente como el “conflicto armado interno”, lo hace porque ha sido golpeada de forma contundente por las clases populares en años anteriores. Ni Moreno ni Lasso pudieron cumplir con el programa obligatorio que el FMI impone en el Ecuador. Ahora Noboa utiliza a las fuerzas represivas, cuyo fortalecimiento y corrupción absoluta, han sido también parte de las políticas ejecutadas por Lasso y Moreno, para imponer por la fuerza estas mismas condicionalidades crediticias. En este sentido, tanto la “justicia” como la represión, acompañan como perros falderos al presidente de turno, para ejecutar lo que mandan sus amos del norte.
Un presidente reciclado de las élites empresariales más despiadadas y explotadoras que haya conocido jamás el pueblo ecuatoriano, pretende ahora mostrarse como alguien que “defiende los intereses de las mayorías”, mientras acumula millones “bien habidos” en paraísos fiscales. Cuando por un lado en las bananeras del Grupo Noboa se violan sistemáticamente derechos laborales, y por otro lado de sus cargamentos sale la preciada cocaína para Europa. El Grupo Noboa, ahora en el centro del Estado burgués, logrará cimentar lo que sus antecesores dejaron en construcción: el narcoestado y el Plan Ecuador a todo vapor. Un entramado de economías ilícitas en las cuales están inmiscuidas las figuras políticas que han gobernado este país, de uno u otro grupo económico, sus disputas por el poder; y como éstas se ven reflejadas en la constitución de una narco política que utiliza su inevitable consecuencia –la violencia desatada en la sociedad- como mecanismo para justificar la represión, persecución y criminalización de la pobreza y la organización popular. Sin dejar de lado, por supuesto, a los intereses estratégicos del imperialismo yanqui.
Sería una negligencia retratar el Narcoestado en Ecuador, sin mencionar a la figura de María Paula Romo y su papel en la reestructuración de la Policía Nacional –y de todo el aparataje de los aparatos represivos del Estado- durante sus funciones como Ministra de Gobierno. El enaltecimiento a las figuras del orden y la permisividad progresiva que se les ha ido brindando desde el gobierno de Moreno, han catapultado a la policía y el ejército a ser los protagonistas principales no solo de violaciones sistemáticas de derechos a jóvenes empobrecidos y racializados de los barrios humildes del país y como como hostigadores permanentes de la organización popular; sino también a ser los acólitos por excelencia del crimen organizado. Los verdugos a sueldo del Estado cumplen las dos funciones que en este momento histórico requiere la burguesía: perseguir y criminalizar, y facilitar el buen funcionamiento de los negocios de las mafias enquistadas en el poder político del Ecuador.
El caso de Tannya Varela -Jefa de Estado Mayor de la Policía bajo Moreno y Comandante General de la Policía Nacional bajo Guillermo Lasso– representa tan solo de los cientos y miles de vínculos que la autodenominada “gente de bien” sostiene con el crimen organizado. El 16 de febrero, Varela fue declarada como la “madrina” de la mafia albanesa por el Frente Parlamentario Anticorrupción, aduciendo vínculos cercanos con Dritan Gjika y una compleja trama de ocultamiento y complicidad entre figuras en el poder, con la mafia albanesa. Mientras los “nuevos” empresarios en el poder, dejan caer a pesos muertos de administraciones anteriores, para aparentar una lucha contra la delincuencia organizada, las aristas centrales de cómo operan estas estructuras que sostienen y manejan el Estado a su única conveniencia, quedan intactas.
La continuidad de las políticas de Moreno y Lasso en el gobierno de Noboa no puede ser más evidente. Es en este periodo que el Ejecutivo está condensando todos los esfuerzos arrodillistas que los predecesores de Noboa han hecho a lo largo de los últimos años con el imperialismo yanqui. El montaje del conflicto armado interno -CAI- logró generar el shock suficiente como para reivindicar las desgastadas figuras de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas. Antes de la declaración del CAI, la aprobación de las fuerzas represivas fue de las más bajas en toda América Latina. Después de su papel asesino con las ejecuciones extrajudiciales de Octubre 2019 y Junio 2022, que demostraron para la incrédula opinión pública que el bloque represivo del Estado asesina, tortura, viola y mutila, su aprobación era de menos del 20%. Ahora, es de más de 70.
Parece que la memoria de parte importante del pueblo se ha visto influenciada por las corporaciones de comunicación -otros verdugos a sueldo de la clase dominante-, siendo que casos como el de María Belén Bernal, encubiertos por altos mandos de la policía, han quedado en el olvido, como se han olvidado lxs muertxs de Octubre y Junio, mientras se celebran los abusos extremos contra jóvenes y delincuentes comunes, que nada tienen que ver con la crisis de inseguridad que ahora vivimos. Así como se olvidan casos como el de la niña Dana Ramos, asesinada por su padre policía, o los 5 policías en servicio activo procesados por secuestro el pasado 16 de febrero, y las más de 600 PPL ejecutadas dentro del sistema carcelario del país. Es realmente preocupante la facilidad con la que se han logrado colocar en estandartes a figuras tan deplorables de la sociedad, como son los agentes represivos, que en múltiples ocasiones han demostrado su podredumbre institucional y humana. Un síntoma grave de la decadencia que el Narcoestado imprime, es precisamente la acelerada fascistización de la sociedad.
Así, tres acuerdos que fueron firmados por el gobierno antipopular de Guillermo Lasso a puertas cerradas, se ratificaron por Daniel Noboa el pasado 15 de febrero: el TLC con China, el acuerdo de cooperación militar e impunidad a EE.UU. y acuerdo de cooperación marítima. Así, además de que el imperialismo yanqui tendrá un cheque en blanco para efectuar operaciones militares en territorio ecuatoriano -incluyendo su impunidad en caso de ejecuciones y otros delitos-, el Ecuador recibirá basura química de China, además de que el gigante asiático inundará el mercado local con un sinnúmero de hortalizas, legumbres, verduras y frutas, con las que el sector agrícola jamás podría competir.
Un elemento adicional en la agenda de los gobiernos antipopulares de la clase dominante, se refiere a la inminente eliminación de subsidios a combustibles y aumento del IVA -el FMI dictó un porcentaje no menor al 15%-. Ambas intentonas tanto de Moreno como de Lasso fueron fulminadas en las calles por un desbordante descontento popular, que puso en jaque a los poderes económicos y políticos burgueses. De esta manera, un tercer intento de pasar estas medidas por medio de Daniel Noboa, incluye la amenaza de “enfrentarse al ejército”, si a la clase trabajadora se le ocurriese manifestarse en contra.
La figura de Noboa, presidente del país y parte del Grupo Noboa -con activos de USD 1.355 y una deuda con el SRI de más de USD 89 millones-, es elemental en la artimaña del Narcoestado. Según la propia Teleamazonas, el 60% de la cocaína incautada proveniente de Ecuador, se encuentra en cargamentos de banano exportado por Bonita Banana, marca del Grupo Noboa. No solo que la afamada lucha contra el narcotráfico es una pantomima, sino que es un elemento fundamental en la ejecución del Plan Ecuador de Lasso y Moreno. La clase dominante se promete a si misma el cielo y la tierra con Noboa como presidente. Si el magnate empresarial más poderoso de la hacienda que llaman país no puede enderezar las cosas -hacia la derecha absoluta, se entiende- nadie podrá salvar a su clase de la decadencia generalizada en la que ya está inmersa. Por parte de los sectores populares solo resta una opción viable para sobrevivir a los embates de la clase dominante: la organización, en cada barrio, escuela y centro de trabajo.