OTAN: brazo militar del imperialismo occidental
El conflicto geopolítico en Ucrania, el más reciente escenario de guerra inter-imperialista entre Occidente, agrupado en la OTAN, y Rusia con China como régimen aliado, devela la vigencia restablecida de una alianza militar imperialista. La OTAN vuelve a ser un actor fundamental en la confrontación bélica, económica y política entre dos frentes imperialistas: Europa y EE.UU. por una parte, la Federación Rusa por otra parte. Fundada en 1949 como institución que inauguró la Guerra Fría, la OTAN se constituye y consagra como la punta de la lanza en la guerra que el capitalismo le declaró a procesos anti-hegemónicos y anticapitalistas. El imperialismo anticomunista se consagra como la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Este pacto occidental capitalista fue fundado explícitamente como alianza militar anticomunista, integrando en su momento a notables colaboradores nazis. Adolf Heusinger, general de la Reichswehr, fue en su momento ideólogo de la invasión a Polonia, Dinamarca, Francia y los Países Bajos. Después de la caída del nazismo, Heusinger es adoptado por el imperialismo estadounidense como agente de la CIA en Alemania. Desde 1947, el ex general nazi se desempeña en la Operación Gehlen, una red de espionaje organizado por aliados occidentales sobre redes de inteligencia nazi en contra de URSS. Heusinger llegaría a ser presidente de Comité Militar de OTAN, entre 1961 y 1964 y junto con Kurt Waldheim, quien en su momento ocupó el cargo de Secretario General de la ONU, ambos constituyen las dos caras más visibles del nazismo en la posguerra. Junto a ellos, Wernher von Braun -director de la NASA-, un total de 1.500 colaboradores, militares y científicos nazis, cambiaron de bandera para combatir al comunismo desde el imperialismo yanqui.
El miedo al fantasma del comunismo, entrando de a poco en Occidente de la mano de la Unión Soviética y su socialismo realmente existente, generó reacciones históricas, que datan más allá del surgimiento del nazismo y el fascismo en Europa. Después de ganada la Segunda Guerra Mundial, la OTAN se convierte en el eje aliado anticomunista y la Guerra Fría toma las dimensiones descomunales, que terminaron llevando a la humanidad al Espacio Exterior. El anticomunismo se convirtió en la política de la OTAN, promoviendo guerras de baja intensidad, apoyando dictaduras proto fascistas e imponiendo la hegemonía imperialista de los EE.UU. por toda América Latina y el resto del Sur global. Bajo esta doctrina, la OTAN abiertamente financió, proveyó de entrenamiento militar y de armas a los ejércitos y paramilitares anticomunistas a todo lo largo de Latinoamérica, África y Asia.
Una de las primeras empresas militaristas que edificó la OTAN es la Operación GLADIO, que consistía en un plan militar de defensa en el supuesto caso de una invasión soviética a Europa, cuando se firmó el Pacto de Varsovia. Ambos eventos históricos -1949- generan el mito fundacional de la Guerra Fría. La Operación GLADIO tuvo un importante apoyo de la CIA y el M16 en la identificación y financiamiento a grupos paramilitares anticomunistas, fascistas y nazis en Italia, Grecia, Francia, Bélgica y Dinamarca. Varias masacres a civiles y militantes comunistas y anarquistas se ejecutaron como parte de esta operación, así como ataques de falsa bandera que terminaron con la desarticulación de varias organizaciones de izquierda. La OTAN, a lo largo de la historia, ha hecho de nacionalistas de ultraderecha, fascistas y nacionalsocialistas, sus aliados principales.
Tras sufrir la pérdida física del “espectro del comunismo” por la implosión del campo socialista, la OTAN quedó sin razón de ser, hasta volver a resurgir como arma bélica imperialista a finales de los 1990s, declarándole la “guerra al terrorismo” en 2001. No resulta ser coincidencia alguna que la OTAN vuelva a activarse en el conflicto ucraniano, a tan solo 6 meses de finalizar la ocupación de Afganistán, entre 2001 y 2021.
En 1999 la OTAN bombardeaba la Federación Yugoslava por 78 días seguidos, dejando un saldo de más de 7 mil muertes. La Operación Fuerza Aliada fue ejecutada unilateralmente por la OTAN, no contó con la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, y es considerado como un crimen de guerra. Antes del bombardeo, la OTAN financió a grupos paramilitares anticomunistas y nacionalistas involucrados en la guerra de Kosovo, que es el conflicto étnico más reciente en el seno de Europa, con un saldo de más de 13.000 muertes, e incontables crímenes de lesa humanidad. Así mismo la OTAN y la Unión Europea influenciaron directamente la Revolución Naranja en Ucrania, que terminó con el ascenso al poder de Viktor Yúshchenko, abiertamente neoliberal y pro occidental, y quien inició el proceso de ingreso de Ucrania a la UE.
Posterior a ese evento, el Euromaidán caracterizado por ser pro occidental y relacionado al movimiento nacionalista de ultra derecha ucraniana, derrocó a Yanukóvich –pro ruso-, y posicionó a la ultraderecha en el poder de Ucrania, facilitando la expansión de la OTAN, y agudizando tensiones. Como consecuencias del Euromaidán, se da la adhesión de Crimea a Rusia, y explota la resistencia antifascista y autonomista de la región del Donbass. La guerra en Ucrania es indudablemente una guerra imperialista, una revitalización de las tensiones entre Occidente y Rusia. Parte de los acuerdos de la reunificación de Alemania y cesión de la URSS contemplaban también la no expansión de la OTAN hacia los países exsoviéticos, entre otros Ucrania, Letonia, Lituania. La insistencia de la OTAN en expandir su frontera de influencia, contemplaba conscientemente la posibilidad de una respuesta militar por parte de Rusia. Las vidas de los pueblos, de la clase trabajadora, de la gente común, nunca ha sido la prioridad para ningún imperialismo, y Ucrania no es la excepción.
La campaña imperialista tanto de Occidente como de Rusia en Ucrania, vuelve a revivir la lógica de la Guerra Fría, sin que siquiera en términos ideológicos exista un mínimo antagonismo. No nos confundamos: se encuentran en disputa dos frentes capitalistas, motivados por la dominación imperialista de Europa. La pugna en términos reales, se da entre las burguesías europeas y yanquis, la burguesía rusa y la misma burguesía ucraniana.
Una vez más, el pueblo se convierte en la carne de cañón para la maquinaria de muerte llamada capitalismo. En definitiva, los únicos ganadores en la guerra imperialista son el complejo industrial militar y las burguesías que re-acumulan por medio de la maquinaria de la guerra. Mientras tanto los pueblos, además de poner lxs muertxs, terminan siempre siendo los perdedores. Jamás una guerra imperialista podrá ser antifascista. Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases. Por la abolición de la OTAN, la negación del imperialismo como maquinaria monopolista bélica burguesa, y por la abolición del capitalismo global.
Fotografía: Kosovo 1999