Un espectro ronda las calles de Quito

El artículo satiriza a través de la comparación con Silent Hill, saga de terror, el retorno del neoliberalismo, como espectro encargado de asustar, pero más grave condicionar la existencia de la gente en el país.
Domingo 10 de Marzo de 2019

Hace una semana, les fanátiques de las películas de terror en el Ecuador se emocionaban con una nota humorística de un posible rodaje de la tercera secuela de Silent Hill, teniendo como escenario las neblinosas calles del centro de Quito. Esta nota, más allá de haber sido la creación de un medio satírico y pertenecer a la ficción, invita a cierta comparación con la actual situación en la que se encuentra el Ecuador en el presente y futuro próximo. La opinión pública parece olvidar o relegar a su subconsciente, en una suerte de maniatismo casi crónico, el hecho que en la actualidad las calles de la capital ecuatoriana se encuentren acechadas por un espectro más familiar a nosotres que una adaptación cinematográfica de un videojuego desarrollado en Japón, un espectro llamado neoliberalismo. Al igual que Silent Hill, nuestro espectro fue conceptualizado en el exterior, siendo aún así en la actualidad algo tan latinoamericano como la misma deuda externa; además de tener mucho que ver con ella.

Efectivamente y en menos de dos años, en el Ecuador pasaron a imperar tanto los intereses de la banca y los grupos económicos correspondientes al 1%, como intereses foráneos asociados a las grandes entidades crediticias mundiales, subyugando las demandas colectivas provenientes de la sociedad por parte de las instituciones del Estado. El reciente feriado de despidos en el sector público, coincidente con el de carnaval, pasa a representar solamente una de las múltiples implicaciones a las que conlleva esta nefasta subyugación por parte del Estado.

Las manos del gobierno ya se encuentran atadas por una condicionalidad crediticia que les mismes soberanes, el pueblo, desconoce en su totalidad. Sin embargo y aún siendo este el caso, la imposición de políticas de ajuste dictada por entidades que se aferran a acuerdos pactados a puertas cerradas con el gobierno, si datan de buen conocimiento histórico por parte de una gran mayoría de la sociedad. Los despidos en masa, el encarecimiento de los productos que corresponden a la canasta básica, además de la precarización laboral y la privatización de los recursos colectivos, cuentan como credenciales y precedentes de las desastrosas políticas de ajuste dictadas por el FMI en el país y la región. Estos viejos y conocidos espectros, los cuales un tiempo parecían haber sido desplazados a épocas pasadas, vuelven para atormentarnos nuevamente.

Los gobiernos neoliberales como el de Moreno, implementando un corte específico y recurrente de políticas, alcanzan también a encarar una versión entreguista y subyugada a nivel de relaciones internacionales. No resulta nada novedoso el hecho de representar intereses foráneos y que la obviedad que tal proceso acompaña pase a dejar en ridículo al Ecuador frente al mundo. Sin embargo, la visita por invitación expresa de un “presidente” autoproclamado e ilegítimo al país y su recibimiento oficial con consiguientes entrevistas con las autoridades más altas del Estado, si presupone una novedad política sin paralelas históricas en el Ecuador. Nunca antes en su historia el Ecuador había caído a un nivel de tanto arrodillismo maníqueo, como el que se vivió el primer fin de semana de marzo, cuando Guaidó era recibido por Moreno en Salinas. La reunión pudo haber sido agendada en esta ciudad costera como coincidencia con el feriado de carnaval, para contentar a las “masas” de turistas de clase media alta, que en su mayoría se prestarían para un circo político de tal magnitud. Sin duda también podría ser el resultado de la mínima vergüenza que le queda al gobierno actual, de no recibir a un golpista en el palacio de gobierno y hacerlo entrar por la puerta grande.

El neoliberalismo, como la estrategia política con enfoque imperialista por definición que resulta ser, al igual que una película de terror, corresponde a un guión poco original con un número reducido y recurrente de personajes malévoles. Al mismo tiempo que Silent Hill, parece ser una secuela de los primeros dos periodos neoliberales que acechan nuevamente al Ecuador y al continente, esta vez posiblemente por vez definitiva. Si nuestras autoridades se subyugan, en las calles y juntes encontrarán la resistencia. Las articulaciones anticapitalistas, en clave feminista y revolucionaria, pasan a tomar su debido peso histórico, como la punta de una misma lanza que pasan a ser.

Las paralelas entre la sátira antes descrita y la sátira del actual gobierno, que a diferencia de la primera si pertenece a la realidad, llegan a ser sus “buenas prácticas”, como denominan elites diplomáticas del Norte a las políticas de ajuste y un supuesto “combate” a la corrupción, emprendidas por el presidente Moreno. El gobierno ecuatoriano ha vuelto a ser un estudiante obediente a la tutela y merced de les mismes maestres fracasades de siempre. Estas prácticas han llevado a un necesario reconocimiento de la gestión de Lenin Moreno, y probablemente el único crédito adjudicable a esta. El logro de haber vuelto a condicionalizar al Ecuador bajo las fauces del FMI hasta al menos el 2030 y el de haberse subyugado nuevamente, tanto en política interna como externa, a los intereses de E.E.U.U. Este es, hoy por hoy, su legado histórico.

 

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