Argentina y el eterno retorno
La apabullante victoria en las Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias (PASO) de la fórmula del Frente de Todos, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, arañando el cincuenta por ciento de los votos, deja al gobierno argentino en una situación de extrema vulnerabilidad. Al momento de establecer las PASO, nadie pudo prever que pudiera desencadenar una situación de estas características. Un presidente derrotado de manera tan categórica que queda extremadamente débil, pero con la paradoja de que el candidato opositor tampoco ha sido formalmente electo como tal.
Las primarias sólo sirven para fijar los candidatos de cara a las elecciones de octubre. En esta ocasión, no hubo listas presidenciales internas en los distintos frentes, por lo que la elección pretendía funcionar como una gran encuesta nacional. Sin embargo, el mismo presidente Mauricio Macri decidió plantearla como la “elección que decidiría los próximos treinta años”, para luego de conocidos los resultados intentar bajarle el tono. Ya era tarde, y la sorpresa fue para todos, tanto propios como extraños.
El futuro gobierno de Alberto Fernández se parecerá mucho más al primero de Néstor Kirchner que al último de Cristina Fernández de Kirchner. El ex Jefe de Gabinete durante 2003 y 2008, abandonó el gobierno de Cristina tras la crisis que enfrentó al gobierno con el campo en 2008. Fernández ha logrado despejar todos los fantasmas de ser considerado un “títere”, en un país que nunca admitió los dobles comandos. Históricamente considerado un hombre moderado, ha demostrado, además, una sensatez y una mesura que es extremadamente necesaria actualmente en el país. Su discurso de victoria en la noche del domingo fue responsable, consciente de que una palabra de más podría desencadenar una crisis aún más brutal de la que viven los bolsillos argentinos.
El peronismo, considerado prácticamente muerto por muchos tras tres derrotas electorales consecutivas (2013, 2015, 2017), ha vuelto a defender su vigencia, ya inherente a la cultura política argentina. Lo que parecía algo imposible, aunar a todos los sectores internos en pugna se logró tras lo que fue una jugada de ajedrez magistral y absolutamente inesperada: en abril pasado Cristina Kirchner designó a Alberto, un hombre critico de sus dos gobiernos, como candidato a presidente.
Esa movida de piezas desencadenó una serie de hechos que terminaron con una unidad incluso más grande de lo pensado. Donde no solo los gobernadores, antes críticos, buscando una “tercera vía” que jamás se materializó, entraron al Frente de Todos. Sino que también lo hizo Sergio Massa, hombre que derrotó al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires en 2013, que se postuló a presidente en 2015, y que se mostró como un “opositor racional” durante los primeros dos años de Cambiemos. Incluso, acompañó al presidente en su primer viaje al Foro Económico de Davos, a comienzos de 2016.
Junto a Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, el otro gran ganador de esta elección fue Axel Kicillof. El ex ministro de economía de Cristina, derrotó por un impresionante margen de veinte puntos a la dirigente que supuestamente tenía mejor imagen del país: la gobernadora de Buenos Aires María Eugenia Vidal. El economista se dedicó a recorrer en auto la provincia más grande del país desde hace dos años. En lo que fue una campaña austera, cargada de épica peronista, Kicillof logró lo que la mayoría de los analistas consideraban imposible hace tan sólo seis meses.
La incógnita ahora sólo es saber por cuanto será el triunfo definitivo de Fernández en octubre, y como logra el presidente capear las tormentas que acecharán al gobierno. Entre las PASO y las elecciones generales del 27 de dicho mes hay 77 días de distancia, lo cual en política argentina son varias eternidades. Jorge Luis Borges escribió en Historia de la eternidad: “En un tiempo infinito el número de permutaciones debe ser alcanzado, y el universo tiene que repetirse. De nuevo nacerás de un vientre, de nuevo crecerá tu esqueleto, de nuevo arribará esta misma página a tus manos iguales, de nuevo cursarás todas las horas hasta la de tu muerte increíble”.
En la eterna e increíble historia argentina, puede suceder otro 1989. Cuando en medio de un clima económico catastrófico, el padre de la democracia Raúl Ricardo Alfonsín, de la Unión Cívica Radical debió entregar el mandato seis meses antes de la fecha estipulada por la Constitución al presidente electo por el Partido Justicialista Carlos Menem. En una economía tan dependiente de las “señales” de los mercados y del exterior como la de Argentina, no puede haber dos presidentes. Macri, por ahora, lo es sólo en la formalidad, el denominado “síndrome del pato rengo” indica que un mandatario pierde poder de gobernabilidad a medida que se termina su segundo mandato, ya que no cuenta más con re elección. Los números desastrosos de la economía argentina, la victoria abrumadora del peronismo, y la clara incapacidad política del presidente, han acelerado los tiempos.