Correa y la lucha de clases en Ecuador
Independientemente que la lucha de clases sea una categoría con la que Rafael Correa simpatice o no, esta se expresa de forma concreta en el mensaje que la oligarquía y el imperialismo norteamericano envían al pueblo ecuatoriano tras la ratificación de la sentencia de 8 años a la que el ex presidente ha sido sometido. Queremos dejar claro que al afirmar esto, de ninguna manera queremos decir que Correa represente en su conjunto el antagonismo de clase, sino que su judicialización constituye uno de los elementos demostrativos de la transición hacia un régimen autoritario en el país. Este mismo empleará una política sistemática de exterminio contra los sectores populares y minorías revolucionarias.
¿A qué nos referimos con una política de exterminio? Esta tesis, que la hemos venido sosteniendo desde el inicio de la emergencia sanitaria por el COVID-19, alerta del peligro inminente al que se enfrenta el pueblo si las elecciones del 2021 no equilibran – aunque sea de forma momentánea - la correlación de fuerzas hacia el bando popular. Este inminente peligro al que hacemos referencia, implica el uso indiscriminado de estrategias de guerra de baja intensidad, persecución política, linchamiento mediático y politización de la justicia para anular al “enemigo interno”, pre fabricado y constituido bajo el sentido común de la oligarquía.
En este mismo momento histórico, el “enemigo interno” sobrepasa la contradicción correísmo anti correísmo, asentándose en la misma lucha de clases que la derecha busca desarmar a sangre y fuego, y de la que el mismo correísmo no avanza a comprender debido a su hegemonía socialdemócrata. En este sentido, quien “celebre” desde la “izquierda” -¿la misma que llama al nulo?- la condena de Correa, apoyándose en opiniones tales como que el Gobierno de Moreno es una extensión del Gobierno de la Revolución Ciudadana, se coloca de forma ineludible con el imperialismo y la oligarquía local. El argumento es que se persiguió y proscribió de la misma forma en la década pasada como sucede ahora, sea porque los organismos de inteligencia, la Policía Nacional, lxs juecxs, entre otros actores, fueron “puestxs” por “Correa”, entre otras conclusiones apresuradas y sin entender la lógica intrínseca del Estado.
La ultra derecha ecuatoriana ha conseguido -mediante la ratificación de la condena a Correa- la subsecuente radicalización del antagonismo de clase que permea las relaciones políticas en Ecuador. Lo que la supuesta “izquierda” no entiende, al celebrar la condena, es que no solo le hace el juego a la derecha, enalteciendo un supuesto Estado de derecho burgués, el cual ha sido dinamitado por las élites políticas y actualmente es prácticamente inexistente bajo tales condiciones. Más allá, estos sectores apoyan, sostienen y permiten la simultánea proliferación de la lógica fascista y las fuerzas políticas que se encuentran tras la misma.
No decimos esto simplemente porque negarse a cerrar filas con la Revolución Ciudadana es “hacerle juego a la derecha”. Sino porque este Gobierno de “transición” plantea profundizar el exterminio aniquilando por separado, en la oscuridad y con la complicidad de los mismos “sectores revolucionarios” que hoy hacen eco de las consignas de la derecha. La judicialización del chivo expiatorio, ahora consagrado en el correísmo, representa uno de los episodios más complejos y críticos de la lucha de clases en Ecuador. El mismo Rafael Correa se ha convertido en un preciado botín de guerra, que de existir Estado de derecho, podría capitalizar este recodo para conducir a Centro Democrático a la victoria en las urnas.
Indudablemente, la lucha de clases en Ecuador no acabará en las elecciones del próximo año, sino que continuará y se profundizará de múltiples formas, gane o pierda una apuesta anti neoliberal. El problema de fondo radica que en las actuales condiciones, ninguna minoría revolucionaria se encuentra en la capacidad de superar -mediante la organización y la consciencia- ni si quiera las formas burguesas de representación popular – como lo son las elecciones -. Consecutivamente de no existir un espacio de articulación que comprenda el actual momento que la lucha de clases impone a la historia, será cuestión de tiempo para que la aniquilación llegue casa adentro. Lo que la“ izquierda” de este país aun lo logra comprender, es que el campo político es mucho mas amplio, complejo y simultáneo que la inmediatez utópica que plantean. El poder del Estado no es ni el fin ni el medio, es un condicionante que permite: o el exterminio franco con neoliberalismo, o la organización popular durante el reformismo.