El candidato animalista
Es época de elecciones y es común estar llenos de publicidad de los candidatos realizando caminatas, conversando con la gente, ofreciendo todo tipo de reformas, mejoras a las leyes, tomándose fotos con la señora de las frutas, con el comerciante informal, o con el vecino de la tienda. Van ofreciendo una mejor calidad de vida con el slogan de un nuevo modelo de ciudad, y todo esto acompañado por el estribillo “es hora del cambio”.
Si bien nadie sabe a ciencia cierta a qué se refieren con este “cambio”, lo que sí está claro es que esta nueva generación de políticos han tenido que adaptar su campaña al tema de moda. En el pasado quedó el ir a las escuelas a utilizar niños como parte de una campaña visual de sensibilidad y honestidad (afortunadamente ésto ya no es permitido). La tendencia actual para los candidatos ha sido, sorprendentemente, el mostrar su lado más “animalista”. Ese lado que aparentemente había sido reservado para sus más altos instintos altruistas y del que no se hablaba sino hasta la temporada electoral, donde se ha dado paso a que nos demuestren el interés que cada uno siente hacia los animales.
Desgraciadamente los animales han pasado a ser las nuevas victimas inocentes del uso malintencionado de los políticos por ocupar un cargo público, ya que definitivamente es un tema que mueve las redes sociales y además es más barato que contentar una escuela, o menos exigente que complacer estudiantes universitarios. Es más sencillo “satisfacer animalitos” que solucionar los problemas de una ciudad que necesita replantearse los modos de convivencia con los humanos y la naturaleza.
Pero no señores. Los “animalitos” no necesitan de su pena o su compasión. Los animales y la ciudad requieren de forma urgente una política pública que integre la protección a la fauna urbana, la prevención del maltrato, la conservación de la biodiversidad y que sancione el incumplimiento de las mismas.
En campaña todo es fácil, pero la realidad es otra. Al ser un tema de interés dentro de la comunidad, han aparecido diferentes candidatos orgullosos de pasear con su perro, de darle de comer o bañarlo. También han hecho eco del rescate de alguno de ellos. Pero se les olvida un pequeño detalle ya que los animalitos no votan. Somos nosotras las que escogemos quién deberá ejercer como futuro alcalde o concejal de cada ciudad, y somos nosotras las fiscalizadoras de que sus propuestas sean cumplidas.
Cada día la sociedad civil es más crítica y sensible respecto a este tema del bienestar animal y lo que menos queremos es que una lucha tan importante para nosotras sea utilizada como plataforma política para cualquiera que tenga como único fin alcanzar una posición de poder.
Por estos motivos, a todos esos candidatos animalistas que han adoptado, rescatado y bañado un perrito, le felicitamos y animamos a que continúe con esta labor gane o no gane.
Sin embargo, ahí están candidatos como Paola Vintimilla, quien considera que “los toros no sufren” durante la lidia, o María Sol Corral, ex presidenta de la comisión taurina del MDMQ, quién a más de entorpecer el proceso de la #IniciativaAntitaurina por más de 1 año, mencionó en una entrevista reciente que “no sabía que siguen haciendo corridas de toros en Quito”. Se suman a la lista el candidato a prefecto, el taurino Patricio Ubidia, el ex alcalde y taurino Paco Moncayo junto al candidato a la prefectura doblemente taurino Juan Zapata, la traidora Carla Cevallos, la taurina y regala plazas Luz Elena Coloma, entre otros.
Me pregunto, ¿Con qué calidad moral pueden decir, por ejemplo, que respetarán la voluntad popular si cuando estuvo en sus manos no lo hicieron? ¿Qué nos convencería esta vez de que sus preferencias personales y su “amor al arte y tradición” no van a ser un obstáculo para dar cumplimiento a sus propuestas de protección animal?
Más que un discurso bien asesorado, es un insulto a la inteligencia pensar que vamos a creer a ciegas en cualquier “abrazaperritos”. Los animales no son objetos, adornos o su catapulta política. Nosotras, la sociedad civil organizada, nos aseguraremos de que ni esta ni otras luchas sociales sean manipuladas, usadas o violentadas por una clase política sin convicción ni escrúpulos.