El imperialismo encontrará resistencia
Este miércoles, dos días después de que se diera a conocer la derogación del Decreto Ejecutivo 883 por el presidente Moreno, Gita Gopinath, alta autoridad del Fondo Monetario Internacional (FMI), felicitaba al Estado ecuatoriano por “incluir a todas las partes que se verán afectadas por las reformas macroeconómicas en el debate”. Esta felicitación llega casi en forma de advertencia, al mismo tiempo que pretende legitimar una actitud cínica del gobierno nacional ante el pueblo que se organizó en rechazo a las medidas impuestas desde Washington.
El imperialismo en su variante actual no siempre necesita de una intervención directa, la cual incluya una invasión o un conflicto militar. Los estados imperialistas extienden sus tentáculos por cualquier medio, incluyendo el imperialismo financiero. Este supone la preexistencia de una crisis financiera o económica generalizada en un país, el cual debe ser “rescatado”. De esta manera, instituciones financieras internacionales, financiadas por E.E.U.U. y Europa, incursionan en aventuras crediticias que siempre benefician a estos últimos. Como dice el dicho en el juego: la casa siempre gana. Una carta de intención del FMI representa una ruleta rusa con un revólver cargado y apuntado constantemente contra el pueblo ecuatoriano. Sería pura ironía que el armamento descargado contra el pueblo estos días haya sido adquirido con liquidez de la deuda. Sin duda, este fue el sentimiento en las calles: que las bombas aturdidoras, los cartuchos de gas lacrimógeno y demás proyectiles cargados por la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas contra su propio pueblo, tenían la firma personal del Fondo Monetario Internacional.
Las declaraciones emitidas por Mike Pompeo el 12 de octubre en apoyo a Moreno y la represión desmedida que se vivió en las calles, dan muestra clara de la injerencia política en contra del proceso popular que se desarrolló durante estas últimas dos semanas. “Estamos conscientes y monitoreamos las afirmaciones de participación de actores externos en estas manifestaciones” aseveraba el Secretario de Estado de EE.UU. Las declaraciones de Pompeo evidencian la vigencia y actualidad que sigue teniendo Venezuela como el comodín continental de la derecha, detrás del cual se pretende neutralizar cualquier crítica al neoliberalismo y a las corrientes de autoritarismo del mercado que imperan en el debate político institucionalizado. A nivel nacional, la imagen de Correa representa básicamente lo mismo. Y mejor aún si se logra establecer una aparente conexión entre estas dos partes.
Moreno y su gabinete resultaron ser un títere de las oligarquías locales y los sectores empresariales del país que promueven abiertamente una agenda imperialista. Estos últimos condicionan -hoy por hoy- cada paso que da Ecuador tanto en el ámbito político como económico, teniendo siempre la última palabra. Bajo estas circunstancias, resulta difícil creer que el “acuerdo” pueda ser cumplido por parte de las autoridades gubernamentales. Adicionalmente, estas lógicas nutren la desfachatez de inventar una intromisión por parte de un actor externo, bastaría con revisar las sanciones financieras impuestas por EE.UU. a Venezuela desde hace varios años. Entonces comprenderían que es virtualmente imposible que un Estado que se encuentra bloqueado de acceder a sus cuentas internacionales, y más aún, de efectuar cualquier transacción financiera a nivel regional o global, pudiese dar un sólo dólar para financiar evento alguno.
La verdadera injerencia, intromisión y subyugación a la que se encuentra expuesto y sometido el Ecuador, es a la de los Estado Unidos de América. No es coincidencia que EE.UU. y Alemania, que en gran parte financian al FMI, declararan su respaldo a un gobierno nefasto, que se esmera en implementar medidas antipopulares. Revertir estas medidas, en términos políticos y financieros, presupondría negarse a una orden y condición para el otorgamiento de créditos futuros por parte del FMI, a los cuales ya se comprometió. Si el Estado ecuatoriano llegase a incumplir las condiciones, bajo las cuales fueron liberados estos fondos, esta representaría una eventual entrada en impago o default por parte del Estado.
La mayoría de países del continente han sufrido el desgarramiento y la catástrofe social que presupone pedir dinero de esta institución. Desde su creación como producto inmediato de la posguerra en 1945, el FMI ha dado créditos a casi 90 países por un valor de 540.000 millones USD. No cabe duda de que los países latinoamericanos han sido los clientes más recurrentes de esta institución crediticia.
Ante esta disyuntiva, la cual vuelve a enfrentar capital contra pueblo, la única salida a la encrucijada del imperialismo termina siendo la organización local, regional y continental de los pueblos y colectivos en resistencia, para dar una respuesta contundente a la política que choque y miseria promulgada por una institución abiertamente imperialista como lo es el FMI. Que el neoliberalismo sepa que no importe la latitud en la que aparezca, ahí encontrará pueblo y resistencia.