Los escenarios de disputa de la burguesía no son los del pueblo
Poco más de cinco meses han bastado para que Guillermo Lasso recuerde a la izquierda no marxista del Ecuador, cuál es el carácter del Estado en la modernidad capitalista. El banquero, un representante nato de la clase dominante de este país, ha instrumentalizado -como es natural en la democracia burguesa- el Estado, con el único fin de beneficiar y posicionar los intereses de la oligarquía y la burguesía ecuatorianas, así como los del imperialismo norteamericano, sobre cuyos hombros se apoya en un ir y venir constante. Mediante la construcción de varios teatros, Lasso ha dispuesto las trampas-escenarios para quienes, empantanados en la democracia burguesa, suponen existe en el país un mínimo de esos mitos llamados Estado de derecho y democracia liberal. Todo esto desconociendo -por pereza mental, oportunismo, o falta de herramientas de análisis por su propia conciencia de clase- el despeñadero autoritario a los que el país, el pueblo y la clase trabajadora, son llevados de forma inevitable.
En el marco de la ficción democrático burguesa por medio de reformistas, contra revolucionarios y oportunistas, así como “bien intencionados”, sean ID, PK o UNES, se ha pretendido instaurar una verdad a medias: que la “última línea de resistencia” por norma constitucional y jurídica al neoliberalismo, vendría a ser la Asamblea Nacional del Ecuador. No obstante, Lasso ha barajado las cartas y operado comunicacionalmente de forma efectiva – hasta ahora –, inclinando la balanza a su favor, gracias al sostén ambivalente del imperialismo, el apoyo de los mandos más reaccionarios de las fuerzas represivas, y la mediatización de su agenda sobre la base de varios puntos clave: defensa de la democracia, defensa del derecho a la “libre empresa” y combate al enemigo interno, mixtura entre “terrorismo”, subversión, narcotráfico y corrupción.
Estos puntos clave han construido un triunvirato para desmantelar en el corto, mediano y largo plazo, tanto en el relato y el sentido común de la sociedad – pese a que las condiciones materiales de vida del pueblo y la clase trabajadora se encuentren cada vez en descomposición – como a nivel de uso de la fuerza mediante el seguimiento, persecución y neutralización de objetivos político sociales, que une fuerzas tan dispares a nivel programático, ideológico y político. Nebot-Correa-Iza, representan las figuras que encarnarían una posible alianza por la desestabilización democrática: el primero, un mal perdedor, el segundo, un corrupto, el tercero, un “subversivo”, que curiosamente, en este momento encarna simbólicamente y en la práctica, las posibilidades unitarias del descontento popular.
Lasso mientras baraja las cartas, presenta las opciones posibles con un descaro que no nos debe asombrar. El Estado y la democracia han sido siempre una dictadura de la burguesía. De ahí que pretender usar sus mismos escenarios, no para romper con el mito liberal sino para fortalecerlo, sea un error en ausencia de teoría y programa. Consulta popular, muerte cruzada o juicio político, todas apuntan a instrumentalizar el aparataje institucional – que no se encuentra debilitado, sino que únicamente funciona de forma particular en este momento de acumulación que requiere el capital – para desmovilizar cualquier potencia que venga desde el pueblo y la clase trabajadora en respuesta al neoliberalismo. De esta forma, el reformismo de UNES, busca gastar la disputa legal de la Consulta Popular, la muerte cruzada o el juicio político, con el objetivo de recomponer fuerzas en el único espacio que le es posible reproducir su política del espectáculo: el camino electoral. Este elemento inevitablemente desmovilizará todo el entramado popular, para luego pasar de la misma forma que la reacción -coincidiendo con el discurso anti comunista- a la represión y el cerco, no a la burguesía y la oligarquía, sino a las fuerzas populares.
Es completamente justificable e histórico, que una organización revolucionaria dispute los sentidos de la democracia burguesa, en tanto disponga de programa, teoría, partido, organización y ejercicio del poder institucionalizado a nivel de territorio, no con el fin de fortalecerla, sino para desmantelarla en función del programa comunista. No obstante, este no es el caso en el momento histórico específico, e insistir en los escenarios que Lasso ha dispuesto para luchar con sus “adversarios” -los mismos que hace meses se reunían para coordinar el funcionamiento de la Asamblea Nacional- termina siendo un error táctico de primer orden. La recomposición del pueblo y de la clase trabajadora en consecuencia con la constitución de un panorama de creciente autoritarismo de Estado para nuestro país se relatará por décadas. Que esta gran lección sea aprendida, interiorizada y estudiada, con el objetivo de asumir de forma efectiva la transformación revolucionaria del Ecuador. De ahí, que en estas condiciones, el marxismo se muestre intacto e incólume.