Yunda quiere entregar los terminales a los grandes negocios
Son casi las cuatro de la tarde en el terminal de Quitumbe, al sur oeste del Distrito Metropolitano de Quito; una vez más, y como todos los días, las ollas se encienden y empieza la jornada nocturna, la venta de meriendas, secos de carne y encebollados.
Mientras en la cocina las tareas se acumulan, afuera, en los pasillos, los enganchadores, compiten para llamar a los posibles clientes; pero los rumores no son los de un jueves cualquiera. A eso del mediodía se les notificó, que el martes 16 de julio, finalizan los contratos de concesión mercantil firmados con el municipio hace 10 años y perderán sus lugares de trabajo.
Inmediatamente las organizaciones de trabajadoras y trabajadores se autoconvocan para el viernes 12 de julio a las afueras del municipio de Quito, en el centro histórico. Si el escándalo es mayor, la confusión aún más. La última noticia que tuvieron al respecto fue del economista Hugo Vallejo, gerente de los terminales terrestres, quien comentaba la voluntad de instalar mesas de diálogo, dando un trato preferente a las trabajadoras autónomas. Ahora estas mujeres no saben cómo van a sostener económicamente a sus familias.
El viernes más de doscientas personas se apoltronaron frente al municipio. El alcalde no se encontraba en casa, en su lugar, una asesora se encargó de dar las malas noticias a la multitud que buscaba respuestas: desde el miércoles 17 de julio comenzarán obras civiles para la remodelación del lugar, les comentó, estas durarán de dos a tres meses, al termino de los cuales se abrirán las plazas a nuevos ofertantes, añadiendo que -los anteriores concesionarios podrán concursar, pero deberán llenar los nuevos requisitos sanitarios y estéticos-.
El desconcierto es aún mayor después de la explicación de la funcionaria. Según el Contrato de Concesión Mercantil, si es que las comerciantes con 90 días de anticipación mostraban su voluntad, serían tomados en cuenta de forma prioritaria para renovar o suscribir nuevos contratos, de esta manera la EPMMOP y el gerente de las Terminales, según entendía la gente, estaban obligados a atenderlos. Pero al parecer algo más que las meriendas se cocinan en los terminales.
A pesar de que se solicitó las renovaciones con el tiempo adecuado, antes del 16 de abril –hay petitorios de las cinco organizaciones desde febrero del año en curso-, las autoridades han hecho oídos sordos antes los pedidos. Esto hasta que la gente se movilizó el viernes, y como por acto de magia, los grandes medios de comunicación comerciales, empezaron a atacar la calidad y salubridad de los alimentos en los terminales. ¿Coincidencia?
Para nada, el plan del municipio es la modernización de las terminales, para esto se cubrieron a través del memorando 0675-GJ, en donde se recomienda la notificación de los concesionarios sobre la terminación de contrato por el cumplimiento el plazo de vigencia. Sin más, a cuatro días antes de culminados los contratos, se notifica a cientos de personas que perderán los lugares en donde han trabajado los últimos 10 años.
Bajo el concepto de modernización se esconde el de la exclusión, lo que buscan es un modelo de atención centrado en la acumulación de las grandes empresas. La funcionaria llegó a decir que, si no tenían nuevamente las concesiones, podrían entrar a trabajar como empleados en una gran franquicia.
Ahora la gente espera movilizada, no será tan fácil sacar al desempleo a cientos de familias, aunque el municipio mienta al tratar de hacer mesas de diálogo cuando ya se acabaron los contratos y se empeñen en hacer estrategias en los medios de comunicación para hablar mal de las personas que reclaman su justo derecho.
La estrategia del municipio no solo es torpe, sino profundamente ineficiente, mientras por un lado quitan el reinado de belleza por constituirse como una práctica retrograda, pretenden entregar los trabajos de cientos de personas, en su gran mayoría mujeres, a las grandes transnacionales y franquicias de comida rápida locales. Mientras tanto, la gente está resistiendo mientras sirven esos secos y encebollados que son todo un reto para la hegemonía gastronómica de la comida gringa y la acumulación de capital a costa de nuestros abdómenes.