Brasil: gran lección para la izquierda latinoamericana
La contundente victoria de Jair Bolsonaro define el oscuro camino que tiene América Latina por delante. El agresivo retorno del neoliberalismo y la emergencia de una ola fascista en la región, de la que Brasil es sin duda el más claro exponente, aleccionan a la izquierda una vez más. La actual coyuntura ha hecho que muchos consideren la “última línea de resistencia” a la democracia burguesa, el progresismo – y un buen sector de la izquierda – abanderando esta táctica, no alcanza a ver el fenómeno de restauración reaccionaria en el mediano y largo plazo, considerando que aún existen posibilidades para el retorno al poder de los populismos de izquierda, en un momento donde la correlación de fuerzas está inclinada completamente hacia las oligarquías criollas apoyadas por el imperialismo.
El fenómeno Bolsonaro ha cumplido al pie de la letra con el guion imperial norteamericano en su guerra contra los progresismos, colocando en el imaginario popular la corrupción y la inoperancia – en termas de seguridad, economía, desarrollo, inversión pública, etc. – cómo sinónimos del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) brasileño. A esta línea discursiva hay que añadir el juego constante sobre valores y creencias entorno a la familia, lo que le ha permitido constituir una plataforma anti LGTB apoyada en la industria de la fe, miles de iglesias evangélicas, muchas de estas asentadas en los sectores populares, a lo largo y ancho de Brasil han cumplido un papel clave.
El progresismo mientras tanto, nuevamente ha depositado toda su fe en las urnas. La victoria de Fernando Haddad del PT no solo habría oxigenado momentáneamente a esta tendencia en la región, hubiese frenado el avance fascista contra su propia población. Votar por Haddad, pese a las diferencias y antagonismos, significaba no un “oportunismo de izquierda”, sino un imperativo para sobrevivir, en un espacio de contienda menos agreste. De esta forma, el progresismo comienza a cerrar su ciclo con una derrota espantosa, cuya celebración por la oligarquía y el imperialismo es acompañada por trompetas de guerra.
La izquierda revolucionaria latinoamericana no debe desmoralizarse en estos momentos, es hora de asumir la autocrítica, comprender desde una perspectiva histórica que los procesos revolucionarios no solo implican el mejoramiento de la calidad de vida de los pueblos, sino también la transformación de la cultura, la batalla ideológica, y la organización de instituciones populares que asuman el rol que históricamente el Estado ha secuestrado a la sociedad.
Atendemos, finalmente, al definitivo cierre de ciclo de los progresismos, a la bancarrota total de la izquierda estatista y modernizadora, suceso que abre la posibilidad, en medio del caos y la desesperanza, para construir una nueva izquierda revolucionaria de masas, feminista, ecologista, clasista, anti capitalista, constituida sobre el poder popular y la autodefensa. Bolsonaro, y toda la reacción fascista y neoliberal se estrellarán contra los pueblos de América Latina, en una batalla que recién empieza.