Construir un frente popular antineoliberal

jhv
Lunes 5 de Abril de 2021

Frente a las últimas declaraciones del presidente de la CONAIE, Jaime Vargas, en apoyo al proyecto progresista de Andrés Arauz, varios sectores han generado una serie de acusaciones contra la mayor autoridad del brazo social del Movimiento Indígena. La ultraizquierda franciscana pequeñoburguesa -tanto urbana como rural-, conjuntamente con el ecologismo oenegero pachamámico, aliado del ala conservadora reaccionaria del Movimiento Indígena, han acusado a Vargas de haber sido “cooptado por el correísmo”, de haber negociado el proyecto político, y hasta de corrupción. Cuando la realidad es más simple: Vargas comprende el momento histórico en el que nos encontramos, y entiende la necesidad de construir un frente popular antineoliberal en contra de las pretensiones de la oligarquía banquera, de perpetuarse en el gobierno.

Frente a la maquinaria de muerte del neoliberalismo, los reproches que se hacen a la política real y la democracia burguesa, acerca de su imposibilidad de lograr transformaciones estructurales, quedan en segundo plano. La realidad a la que nos enfrentamos como pueblo, es a la posibilidad de continuidad de estos últimos cuatro años de política de exterminio, ejecutada desde la doctrina de shock. A través de presiones incontenibles sobre la vida del pueblo, se han logrado implementar los mandados neoliberales por excelencia. No en vano el choque del neoliberalismo se enmarca no solo en el plano económico, sino en la moral y la salud emocional-mental de las personas. Las condiciones de vida son extremadas a tal nivel de precarización, que una respuesta popular organizada y articulada se vuelve prácticamente imposible.

El mal manejo de la pandemia, las interminables listas de espera para atención de UCI, el desamparo que generan los casos de las vacunas VIP y la indefensión frente al Estado neoliberal indiferente con la vida del pueblo han multiplicado el dolor y la angustia durante estos cuatro años. En conjunto con las medidas económicas de austeridad: la regresión en materia de derechos laborales, despidos masivos, la privatización de (casi)todo lo común, y la imposibilidad de acceso a derechos elementales como educación, salud y trabajo, terminan desembocando en una mala suerte de desmovilización y desesperanza. Lamentablemente en este momento histórico y con las condiciones organizativas actuales, es en las urnas en donde se puede y tiene que dar una respuesta contundente en contra del neoliberalismo.

El fraccionamiento social y político entre la ficción del correísmo-anticorreísmo, ha llegado a permear los debates políticos y teóricos de la izquierda, desplazando el debate central acerca de las posibilidades de organización y condiciones de lucha, frente a un gobierno progresista, contrapuestas al escenario de la continuidad de un gobierno neoliberal. Sin embargo, para los sectores populares, las polarizaciones políticas son irrelevantes. La precarización de la vida ha llegado a extremarse a niveles insufribles y la situación es clara: cuatro años más de la doctrina del shock, son insostenibles para el pueblo. La realidad histórica es que, lejos de ser un proyecto revolucionario, los progresismos si democratizan y redistribuyen el acceso a derechos, y posibilitan condiciones de vida más dignas, a las que existen en los marcos del neoliberalismo.

En este sentido, son irrelevantes y desesperados los esfuerzos de la campaña de Guillermo Lasso, para deslindarse del gobierno de Moreno y sus tantos crímenes contra el pueblo. Es un chiste que Lasso ahora pretenda desconocer su admiración profunda por el socialcristianismo y sus caudillos. Así como descarado su intento de incurrir en los discursos de derechos para las mujeres y disidencias, habiendo pedido el veto total al COS en septiembre de 2020. La acción directa que ejecutaron Delfín Quishpe y el pueblo de Guamote, parándose firmes en contra del banquero Lasso, le recuerda al neoliberalismo y sus representantes toda la dignidad y memoria que tiene el pueblo. La gente está consciente de que el neoliberalismo no respeta ningún derecho, sino que se consolida precisamente por medio de su política de regresión de derechos colectivos e individuales, para maximizar su lógica inherente de acumulación de capital.

Muy contrario al diagnóstico arribista de la pequeño burguesía intelectual y del ultra izquierdismo franciscano, el pueblo tiene una profunda consciencia de clase. Quienes no comprenden ni cuentan con consciencia de clase son estos sectores, que prefieren gastar sus esfuerzos en discutir acerca de la pureza de las acciones y “el deber ser revolucionario”, desmereciendo las tantas formas de resistencia del pueblo. En este marco, el apoyo de la presidencia de la CONAIE y las dirigencias de la Amazonía a la candidatura de Arauz, representa una profunda postura antineoliberal en términos simbólicos y políticos. Quizás la valentía de Vargas, en calidad de presidente de la CONAIE, sea el paso necesario para que otros sectores populares se decidan por la consolidación de un frente popular antineoliberal, que supere la polarización manufacturada del correísmo-anticorreísmo.

Frente al claroscuro electoral, con la oligarquía y las élites políticas llamando de forma pública a la intervención militar, y la pequeño burguesía emprendedora desclasada apoyando el proyecto neoliberal de Moreno y Lasso,  las urnas sí son un territorio legítimo de resistencia. Consolidar un frente popular antineoliberal, auto convocado y auto organizado se constituye en este momento histórico, como la única opción real para construir posibilidades de organización, y por lo tanto posibilidades de lucha en los próximos 4 años. Un frente popular antineolieral que supere la coyuntura electoral y se vuelque poco a poco al sostén cooperativo de la vida. Que enfrente al neoliberalismo no solo en sus dimensiones económicas, sino en sus dimensiones simbólicas, ideológicas y políticas, reemplazando al individualismo por la política del cuidado colectivo.

En algún momento nos preguntábamos ¿la unidad para qué? Ahora tenemos la respuesta histórica: para resistir a la arremetida neoliberal. La realidad siempre supera cualquier ficción, y el próximo 11 de abril, nos jugamos no solo las condiciones de lucha, sino de vida para el pueblo. Con un frente popular antineoliberal, cobra sentido la consigna de que "solo el pueblo salva al pueblo”.

 

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