Eliminación de subsidios: ¿la tercera es la vencida?
El 18 de junio de 2024, entrará en la historia como el tercer intento contundente de liberalización económica en el Ecuador en tan solo 5 años, buscando cumplir con condiciones crediticias del imperialismo. El hombre más rico del país, pretende imponer -¿la tercera es la vencida?- un encarecimiento en los precios de los combustibles. Las gasolinas Extra y Ecopaís, pasarán a incrementarse en USD 0.26 el primer mes, para aumentar sucesivamente hasta alcanzar precios de mercados internacionales.
Desde el momento en que el gobierno de Noboa anunció que se proyectaba la eliminación de los subsidios a los combustibles -que fue el mismo día que el FMI aprobó un nuevo crédito para el país-, han pasado más de 15 días. Esto demuestra que el Gobierno Nacional está previendo cada paso que da, para evitar un estallido social. Al menos con respecto a la eliminación de los subsidios a los combustibles, el Estado definitivamente prefiere no tener que enfrentarse a una masa popular enardecida y con una voluntad de transformación cada vez más pulida. Los aparatos represivos pueden estar armados hasta los dientes e incluso tener carta abierta para violar la cantidad de derechos colectivos e individuales que quieran, pero la historia ha demostrado que el tema de los combustibles ha sido un catalizador para la unidad del pueblo en la lucha por sostener las pocas condiciones favorables que tiene.
Las primeras huelgas unitarias, que se autodenominaron de forma casi poética -“Paro del Pueblo”-, se debieron precisamente como medidas de rechazo popular al alza de los precios de los combustibles, en 1981, consagrándose así la primera huelga general desde la vuelta a la democracia en el país. Desde siempre el pueblo y la clase trabajadora tienen conciencia que el alza al precio de los combustibles implica un encarecimiento del costo de la vida. En el caso de pequeñxs productorxs y pequeñxs comerciantes, los costos de producción y transporte serán más elevados, derivando en peores condiciones para sus familias, o en miles de casos en el abandono de la tierra o el emprendimiento, por convertirse en insostenible. El gobierno de Noboa ha demostrado con creces representar la agudización del proyecto neoliberal, sacando de los bolsillos de quienes menos tienen con la eliminación a los subsidios o el alza del IVA al 15%, ambas medidas impuestas por el FMI, mientras perdona millonarias deudas a su clase.
Tanto han machacado en la imagen pública los logros e hitos populares, como la victoria frente a la liberalización de los combustibles de Octubre 2019 y Junio 2022, como también incluyendo el congelamiento de los precios de combustibles desde los años 80s, que finalmente se logró complacer al financista principal del Narcoestado ecuatoriano, el imperialismo financiero del FMI, Banco Mundial y compañía. En economía burguesa -obviando o incluso “contabilizando” las vidas del pueblo que se perderán- esta medida se encubre bajo la “optimización de recursos”, dejando de lado cualquier consideración por el bienestar o incluso la vida del pueblo.
Sin embargo, la estrategia de Noboa es más elaborada que la de sus predecesores: la liberalización de los precios de la gasolina Extra y Ecopaís será progresiva, evitando que la gente perciba de un solo golpe la medida, alejándose de la narrativa de paquetazo antipopular. Sin embargo, la supuesta ingenuidad popular tiene límites claros: solo un país productor de petróleo con una burguesía rentista puede permitirse importar gasolina cara, a costa de las condiciones materiales de la clase trabajadora. En la actualidad se refina en el país alrededor del 36% de la gasolina de consumo interno. La burguesía nacional se encuentra en una situación tan lumpenezca, que le es imposible concebir un proyecto de país que no implique su desmembramiento y total precarización. Adicionalmente, el golpe para la clase trabajadora implica la realidad de que no existe ningún mecanismo para el control de la especulación, lo cual hará que sea imprevisible organizar el sostén de la vida para la inmensa mayoría del pueblo.
En la actualidad, el Ecuador se posiciona entre los cinco países con el mayor costo de vida en América Latina -por tener una economía dolarizada, además de la infinita codicia burguesa-, en el que la canasta básica a junio de 2024 se posiciona entre USD 800 a 840, teniendo en cuenta inflación, especulación, liberalización de precios de combustibles y el incremento del IVA al 15%. El Ecuador se posiciona también entre el top 10 de países a nivel mundial con las condiciones laborales más nefastas, incluyendo una presión empresarial para aumentar la explotación con la maquila, el trabajo por horas, contratos ocasionales y a tiempo definido durante hasta tres años.
El panorama económico y social, degenerado por empresarios oligárquicos en el poder político como Noboa, parece cumplir con su objetivo: precarización a la clase trabajadora, una liberalización económica y comercial agresiva y depredadora, además de una privatización de energía, carreteras, infraestructura y salud. Esta es justamente la divisa que maneja la oligarquía ecuatoriana, sosteniendo su macabro plan de exterminio social en el terror del que es parte y se beneficia, vendiendo la cortina de humo del combate a la inseguridad: la mayor amenaza a la vida en el Ecuador, se llama Daniel Noboa.
Resulta imposible obviar el proyecto de país que sí tiene la clase empresarial: implementar una ineptitud autoprogramada e inducida del Estado, direccionada a entregar la totalidad de lo público y los logros de las luchas combativas del pueblo -como el Cóodigo de Trabajo- a las manos del empresariado parásito.
El propio presidente -por coincidencia y conveniencia- reconoce que la democracia burguesa actualmente se ha convertido en un peso muerto, repitiendo datos de una encuesta de Latinobarómetro de agosto de 2023, que indica que más del 50% de la población preferiría un gobierno militar a uno civil. "Tan bien ha hecho su trabajo la burguesía", que las clases populares han dejado de confiar en su dirección y en su democracia. Ahora y más que nunca la clase trabajadora precisa, más que nunca: constituir el poder popular.