Hacia el abismo militarista: elecciones y Narcoestado
La debacle política, social y económica del país se agudizada a niveles nunca antes vistos. Esto llevó a que se den las condiciones para las primeras elecciones anticipadas en la historia democrática, después de que el banquero presidente jugara la carta de la muerte cruzada al ser enfrentado a un juicio político por sus vinculaciones varias al crimen organizado: lavado de activos, tráfico de influencias, fuga de capitales a paraísos fiscales y la cereza del pastel, la mafia albanesa -el tráfico de sustancias-. El contexto de estas elecciones es fundamental, no solo porque imprime el tono de violencias múltiples que las ha caracterizado, sino porque explican también los años a venir, independientemente de la fracción de la burguesía que se haga del poder por los próximos 18 meses.
Las elecciones anticipadas de este 20 de agosto representan una variable más de la pugna interburguesa a la que se enfrenta el Ecuador en este momento histórico. El gobierno del banquero presidente dejó cortas las expectativas más pesimistas respecto a la agudización del neoliberalismo ya iniciado en el 2014 en el viraje del correísmo del Estado de bienestar a las imposiciones FMI, y la clara precarización de la vida que Moreno impuso. Sino que logró cimentar un Narcoestado ultraviolento y un servilismo político único en la historia del país. Ni Febres Cordero se atrevió a tanto. En este contexto agudizado, se llevarán a cabo las elecciones presidenciales y legislativas, en las que los escándalos de corrupción y sicariatos son la regla, así como es la regla la retórica securitista y militarista, que pregonaría una guerra en contra del pueblo precarizado y organizado.
La característica del Narcoestado, además de la violencia que se imprime contra el pueblo, reside en la coexistencia paralela de dos Estados, dos órdenes en alianza: el legal y el ilícito. Esto se evidencia en el control compartido del territorio, en el poder de las armas, también compartido entre el Estado y el crimen organizado, y sobre todo en las implicaciones directas e innegables entre agentes estatales, sea el propio presidente, ministros, gobernadores, o agentes policiales y militares, en las estructuras del crimen organizado. El Narcoestado es la forma de (E)stado óptimo para la aplicación de las leyes del libre mercado, donde lo único sagrado es la libertad de comercio, de acumulación de capitales y la propiedad privada . No es que para el capitalismo la vida de las personas y la naturaleza hayan sido nunca sagradas, pero definitivamente en en un Narcoestado, esta situación se agudiza gravemente. Y esto implica también a las elecciones anticipadas y al gobierno que se logre fraguar, por el simple hecho de que los marcos de acción y los repertorios que podrán utilizarse desde el Estado, están ya predeterminados por la condición material del Narcoestado ya instituido en el país.
Los espurios intentos por contener los evidentes límites de la democracia burguesa se entremezclan con la fabricación de consenso auspiciado por los medios corporativos de comunicación. El espectáculo de la política real logra entretener a un pueblo azarado en un sinfín de violencias estructurales que generan un continuum de precarización, miedo, desesperación y deshumanización. El espectáculo tragicómico de la democracia burguesa interpreta una retórica ficticia de un supuesto enfrentamiento entre dos modelos “antagónicos”, cuando ambos -el Estado policial de Topic y el reformismo de Gonzales-, son fundamentales y constitutivos del momento actual que vive el Ecuador. No en vano versa la historia que el progresismo –antes socialdemocracia- es la antesala del fascismo. Precisamente porque la propuesta reformista del progresismo de ninguna manera atenta en contra de la estructura de explotación y opresión del sistema capitalista, todo lo contrario: la perfecciona y refuerza.
Necesariamente el país será expuesto a una profundización del securitismo y la militarización como única política de Estado. Las economías ilícitas, en contubernio con todas las fracciones de la burguesía, el gobierno de turno y la injerencia y tutelaje del Departamento de Estado de os EE.UU., enuncian una profundización de la guerra contra el pueblo organizado y empobrecido, bajo la vieja confiable de “la lucha contra las drogas”. En este momento, el imperialismo reclama sangre del pueblo, cuanta sea necesaria para sostener el modelo de exterminio profesado por el dios dinero. Entre el crimen organizado alrededor del extractivismo y el narcotráfico, con el pleno apoyo de los aparatos represivos del Estado, la vida cotidiana y la vida militante se enfrentarán a lo que ya vivieron pueblos hermanos como el colombiano y el mexicano. Recordemos las experiencias nefastas y deshumanizantes de la lucha contra las drogas del Plan Colombia y los cárteles mexicanos.
Por otro lado, los mismos marcos políticos y económicos que generaron la primera ola de progresismos en América Latina, degeneraron una segunda ola progresista mucho más conservadora en lo social y en lo económico. El mismo ascenso de Milei responde al pobre gobierno de Fernández.
En este sentido, “dos modelos” se enfrentan en las urnas el siguiente 20 de agosto: el progresismo del pensamiento fantástico que dice querer volver a un pasado mejor, cuando todas las condiciones se han transformado –por su propia responsabilidad-, o el del militarista neoliberal que ejecutará -ahora por completo- el plan de gobierno de Lasso. La realidad es que para el pueblo empobrecido y la clase trabajadora organizada, sea cual fuese el desenlace, se confabula un escenario siempre contrario en la democracia burguesa. Persecución, criminalización, desapariciones forzadas y el franco exterminio. La retórica del enemigo interno conjugada con la “la lucha contra las drogas” impondrán un modelo de sociedad sometida a un estado de excepción permanente, la militarización y la guerra interna. Estos terminan siendo los marcos en los que se delimita la democracia burguesa.
Como en el 2021, lo más probable es que sea Jan Topic quien logre el curul presidencial. Un empresario serbo-croata con ascendencia turbia y probablemente involucrada en los campos de exterminio nazis, que amenaza al crimen organizado con su cortina de humo preferida: el securitismo como única política de Estado. Pero claro que no para controlar los negocios del crimen organizado, sino para contener la organización popular anticapitalista en constante crecimiento. Un soldadito de plomo a la presidencia de la narco-hacienda a la que llamamos Ecuador.
Ahora más que nunca es urgente espabilar como pueblo, y por fin reconocer que solo un Estado proletario, sostenido por la organicidad del poder popular podría desarticular el entramado de poder que teje el Narcoestado. La democracia burguesa y su preciado sistema electoral han demostrado sus limitaciones irreparables para contener la sed de acumulación infinita de la clase capitalista, a quienes ni la legalidad ni la legitimidad les tiene con cuidado. Ya pasó el tiempo de apostarle a la institucionalidad impuesta por el capitalismo. El reformismo no funciona, su capacidad creativa, su falta de imaginación, su mediocridad y su cobardía no le permiten ejecutar el proyecto histórico de la clase trabajadora: un sociedad libre de explotación y de clases, un mundo de verdadera libertad. Resulta fundamental reconocer ya que se trata de lucha de clases, y que es necesaria la superación categórica del capitalismo. La creación de poder popular nos compete a todos, todas y todes. Aprender a organizarnos desde una perspectiva de clase y en organicidad y reconocimiento de las estructuras que ya han marcado el camino para la transformación. Darnos el trabajo militante de despatriarcalizar y descolonizar los espacios, hacernos cargo del rol histórico que nos interpela a todxs. La continuación de la vida si está en nuestras manos.