La organización es nuestro escudo

jakd
Lunes 26 de Junio de 2023

Frente al claroscurso al que nos enfrentamos como país, la burguesía busca -ante todo- la distopía. Precarización laboral, masiva migración forzada, crimen organizado como la primera institución del nefasto Estado actual, testimonian una realidad deplorable y destructiva para la clase trabajadora. El matar o morir como mecanismo de imposición de la violencia capitalista. El Ecuador se convirtió -casi en tiempo récord- en el territorio más violento del continente, al mismo tiempo de ser el primer exportador -no producente- de cocaína a nivel mundial. Mientras la migración forzada supera las 300.000 personas obligadas a migrar en tan solo dos años, la burguesía ecuatoriana vuelve a resolver cómo repartirse el pastel de lo público.

En este contexto, las elecciones adelantas del próximo 20 de agosto, solo provocarán que el pueblo no politizado se fascistice aún más, en un intento de salvar a la “patria” mientras se extermina como clase. Tanto la invocación enfermiza de un pasado irrepetible -con un mesías de por medio-, como el llamado a la radicalización de un Estado militar y de excepción permanente, parecen demostrar que la democracia burguesa encontró su decadencia en el Narcoestado, al mismo tiempo de repetir intentos desesperados de reconstruir una hegemonía perdida y pasada. El primer actor que impone autoridad en territorio es -hoy por hoy- el crimen organizado, exceptuando en los territorios donde la organización popular genera regulaciones y sostiene el tejido social.

El cúmulo de desesperación parece no caber en la democracia burguesa. Más de 3.000 muertes en tan solo 6 meses del año 2023, demuestran que la violencia de este sistema de exterminio prefiere e impone la lógica de la libre competencia, sin importar el costo humano. Pensemos que en el narcotráfico se expresan con mayor fidelidad las consignas y preceptos del libre mercado: la competencia llevada al límite.

Ante la imposibilidad de sostener al Gobierno de Encuentro, y la negativa a la reforma laboral por parte del propio bloque de poder de la clase dominante, la ficha del banquero presidente se convirtió en una desventaja -a pesar de haber sido depositario de las mejores esperanzas de su clase-. Una burguesía que se sintió insatisfecha por su representante, pretende o restablecer el mísero consenso mínimo bajo la socialdemocracia reaccionaria, o caer en plena decadencia autoritaria con un modelo mercenario-corporativista, dedicado a importar un estado de excepción permanente. Esto irrefutablemente amenaza de forma latente en contra de la vida de la clase trabajadora. Ambas alternativas terminan siendo tan reaccionarias como contraproducentes para la organización popular. La burguesía parece invocar a un salvador como último recurso para sostener el poder y el buen orden, sea por medio de un caudillo exiliado o un fascista (mas o menos) encubierto.

El neoliberalismo intenta exacerbar el individualismo con su política de matar o morir. La violencia material y simbólica impuesta sistemáticamente en contra de la clase trabajadora, intenta fragmentar las formas colectivas de enfrentar la dureza de la vida. Poco a poco una regresión conservadora va penetrando más espacios de la sociedad. La multiplicación de iglesias profesando la ética protestante o de espacios de coaching en su inmensa variedad, son un síntoma evidente. En este contexto, la organización popular se convierte en un escudo ideológico poderoso, en contra de la colonización del mercado sobre el mundo de la vida. Así como logra generar mecanismos colectivos de sostén de la vida, y de cuidado de los barrios, comunidades y territorios frente al crimen organizado y la agresividad del Estado.

Frente a un panorama tan adverso para la clase trabajadora, la organización popular anticapitalista se perfila como único camino a tomar. No podemos confundirnos: las lógicas de la democracia liberal protegen la imposición de clase de la burguesía. El sistema electoral correspondiente a la democracia liberal, busca únicamente sostener el estatus quo por medio de una legitimación electoral mínima, como instrumento de articulación de un contrato social irreconciliable. Mientras las estructuras de dominación se impongan desde el Estado burgués, la pantomima electoral se repetirá hasta el infinito. La tarea histórica de la clase trabajadora consiste en proponer una democracia popular y plurinacional, que genere un proceso de constituir mecanismos de ejecutar el poder desde y para la clase trabajadora.

Ante el proyecto de muerte de las élites, poder popular plurinacional y anticapitalista.

 

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