La policía es asesina
El Estado burgués -por excelencia sus fuerzas represivas- son el primer foco de violencia en contra del pueblo, y por ende también el actor principal de la facilitación e imposición de la violencia y dominación misógina del capital. El presunto feminicidio y desaparición de María Belén a manos un policía, además del acolitismo en desaparecer y destruir evidencias y facilitar la huida de Cáceres por parte de otros elementos policiales, implicando indiscutiblemente a toda la Policía Nacional, reflejan la profunda complicidad estructural del poder burgués en el asesinato al pueblo.
La desaparición de María Belén Bernal Otavalo en la Escuela Superior de Policía en Quito, el pasado 11 de septiembre, pone al descubierto el ejercicio sistemático de autoritarismo y brutalidad policial por parte de la Policía Nacional en el país, además de la corrupción que permea a la totalidad de la institución policial. El esposo de María Belén, el teniente Germán Cáceres fue el último en verla con vida, al interior de la Escuela Superior. Cadetes testificaron haber oído gritos de auxilio, y actividad sospechosa, sin embargo nadie intervino. También fueron obligadxs a limpiar la habitación y auto de Cáceres.
La deshumanización a la que se somete a agentes policiales, desde su más temprana formación, refleja la escuela y lineamientos ideológicos de la institución policial: el irrespeto por la vida y dignidad de las personas. Esto facilita la perpetuación de la violencia estructural, inclusive en casos de vida o muerte por abuso de la fuerza, como en el caso de María Belén. El deseo de Guillermo Lasso con respecto a la operatividad de gentes del orden se ha hecho realidad más allá de la ley: recordemos que Lasso intentó imponer la ilegalidad de desobedecer una orden, aun siendo ilegítima, inconstitucional o ilegal, por medio del veto parcial a la ley de “Gatillo Fácil”.
El caso de la María Belén es solo una muestra de la cotidianidad del ejercicio policial en el país. Este caso devela una realidad histórica: LA POLICÍA MATA. En la estructura estatal, los aparatos represivos del Estado, la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, constituyen el monopolio de la fuerza de la burguesía para sostenerse en el poder. Es decir, sus actividades primordiales son la protección de la propiedad privada y el sometimiento a la organización popular. El gatillo fácil y las facultades extraordinarias que la burguesía ha otorgado a sus agentes represivxs, representa el máximo instrumento de la imposición capitalista, que estructuralmente es patriarcal, colonial y especista.
La misma gente que celebró la violencia asesina de la Policía Nacional en los paros de Octubre 2019 y Junio 2022, hipócritamente llora lágrimas de cocodrilo en el caso de María Belén. La burguesía tiene claridad absoluta acerca de la función de las fuerzas represivas. La policía viola, desaparece y asesina a diario en el país bajo su mandato. Es su propia política securitista la que ha llevado a la policía en Ecuador a niveles nunca antes vistos de poder e impunidad. La necropolítica ejecutada como orden superior desde el centro del poder político, genera mecanismos que facilitan la violación sistemática de Derechos Humanos, a partir de la criminalización de la pobreza y la protesta social. Recordemos que la consulta popular planteada por el Gobierno Nacional, en uno de sus puntos principales pretende agudizar esta grave situación, involucrando de forma permanente a las FFAA en asuntos de seguridad interna.
En los últimos meses en el país, numerosos casos que involucran a agentes de la Policía Nacional en acciones criminales han evidenciado la corrupción que transversaliza a la institución. Difícilmente pueden ocultarse bajo la falacia de “malos elementos”. Más allá de extorciones, robos y secuestros, los casos en que agentes policiales han cometido crímenes de odio y misoginia son sistemáticos. Agentes policiales cobran vacunas, mandan a matar a sus hijas, violan en las calles y centros de detención, y son pegadores y feminicidas.
La primera y exclusiva razón de existencia de las fuerzas represivas, fundamentalmente la policía, es la represión. Represión y muerte para quien no se conforma ni subyuga a aceptar la precarización y explotación del libre mercado; represión y muerte a quienes no encajan en las estructuras homogenizantes del capitalismo; represión y muerte a los cuerpos racializados, femeninos y feminizados; represión y muerte al pueblo. Hasta el 1 de septiembre se registraron al menos 206 feminicidios en Ecuador. La extremación de la violencia promovida por el neoliberalismo y la imposición de la doctrina del shock ejecutada por el mal gobierno de Guillermo Lasso, se imprime con fuerza y especificidad sobre los cuerpos femeninos y feminizados.
La policía mata en las calles, en las cárceles, en el ejercicio al derecho constitucional a la protesta, en las casas, en las cunas, en las escuelas superiores. No es un solo elemento podrido, es toda la institución policial. Por María Belén y por todxs, ni perdón, ni olvido. La policía es asesina.