Los microcréditos son política de endeudamiento
El pueblo se enfrenta a la radicalización total de las condiciones materiales y de la contienda ideológica. Las élites burguesas en torno al magnate presidente, Guillermo Lasso, preparan un golpe antipopular tras otro, como parte de la lógica neoliberal del Estado. A la reforma en inversiones, le seguirá la reforma laboral, flexibilizando de forma agresiva las relaciones laborales a favor de la burguesía. Adicionalmente, Lasso inicia el año anunciando microcréditos para el pueblo, con la intención de introducir a una masa inmensa de personas a las lógicas bancarias. El gobierno de Lasso no solo transformará al Ecuador en una sola mega hacienda primario exportadora, la política de microcréditos parece complementar este panorama, con la lógica de un gobierno como un banco privado. De tal forma, Lasso y la banca pretenden endeudar al pueblo entero, además de al Estado, de manera indefinida, implantando la “bancarización” total de la sociedad.
El pasado 4 de enero, el presidente declaraba en medios: “alguien que quiere poner un charol para vender caramelos, galletas en la esquina de la ciudad, probablemente requiere menos dinero”. Las élites burguesas extienden un microcrédito al pueblo, enalteciendo el emprendedurismo como inversión material y simbólica. Al tiempo que aplican el garrote contra vendedorxs informales, persiguen de forma indiscriminada a trabajadorxs del espacio público y precarizan el trabajo y la vida digna. Por medio de microcréditos masivos, Guillermo Lasso pretende imponer el mismo modelo de la perpetuación de la deuda externa, también al nivel individual.
La política usurera de microcréditos se ensayó por primera vez en Bangladesh, con el Dr. Muhammad Yunus a la cabeza -fundador del Banco Grameen y Premio Novel de la Paz-. En 1983 la política de microcréditos se instauró con el falso discurso del apoyo a la población más empobrecida de la sociedad, sin la necesidad de propiedades de respaldo, ni garantes. Decenas de millones de personas en la India y Bangladesh han accedido a estos microcréditos: al menos el 60% de ellas, son mujeres. Los datos y las condiciones materiales han evidenciado, que si bien los microcréditos logran solventar algunas urgencias económicas inmediatas, a mediano y largo plazo los microcréditos se convierten en el peso más grande del hogar, así como un ancla a la deuda para todo el grupo familiar.
Para las mujeres del pueblo y la clase trabajadora -un grupo específico de focalización de este tipo de políticas públicas- el microcrédito se ha convertido en un mecanismo más de sometimiento y domesticación del capitalismo patriarcal. Las condicionalidades a las que son sometidas, poco o nada se diferencian a las condicionalidades que se imponen desde el centro del imperio contra países periféricos. Vinculada a la política de microcréditos, está también la falacia del emprendedurismo, que genera poco a poco una resignación a la inseguridad económica, la auto explotación, las precarias e interminables jornadas laborales, la falta de seguridad social y el rechazo a la organización colectiva.
Para la globalidad del pueblo y la clase trabajadora, la política de microcréditos implica una imposición de la forma neoliberal de la relación capital-trabajo, en la que cambia –para la población en desempleo o trabajadora informal-, la relación con el dinero: la burguesía ya no solo es la clase empleadora, sino que ahora es la clase financista. Se pasa, sin eliminarse, de la esclavitud del salario, a la esclavitud del endeudamiento. La figura del humano-empresa del neoliberalismo logra alcanzar niveles de explotación inauditos, inclusive en los marcos del capitalismo.
En la India se generó un fenómeno de suicidios vinculados las personas receptoras de microcréditos, que no pudieron sostener los pagos de las deudas. Muchas de las personas que se suicidan son mujeres empobrecidas cabezas de hogar, y campesinos. En Estados Unidos una crisis parecida causó el desahucio de miles de familias en el 2008, generados por políticas de microcréditos inmobiliarios. En España en el 2012 fue muy similar. Las experiencias en la región también indican una clara relación entre políticas de microcréditos, endeudamiento infinito y pauperización de las poblaciones, como ha sucedido en Guatemala, Honduras, República Dominicana y Bolivia.
La precarización recaerá exclusivamente sobre los hombros de la clase trabajadora, así como cualquier responsabilidad: como reza el neoliberalismo en términos ideológicos, tanto el éxito como el fracaso es de exclusiva responsabilidad del individuo. En este contexto, la clase empresarial declaró que no contratará a personal con el nuevo salario básico, existen despidos masivos al orden del día en empresas públicas y privadas, y el mantra neoliberal del emprendedurismo -cobijado por la supuesta libertad del mercado y el individuo- se naturaliza.
La maquillación de la precarización, que bajo Moreno se denominaba como el espíritu de superación del “monito emprendedor”, adquiere nuevas dinámicas: “Si no consigue empleo, si no consigue cupo en la universidad, pues ingresen a las Fuerzas Armadas”, anunciaba sin descaro el presidente Lasso, al reintroducir la premilitar a mediados de octubre de 2021. Así, el metarrelato neoliberal construye escenarios adversos para el pueblo y la clase trabajadora. En el caso de no conseguir empleo adecuado ni una plaza universitaria, el pueblo tiene pocas opciones: el servicio militar, el endeudamiento eterno o someterse a la flexibilización laboral.
Plantear el endeudamiento masivo del pueblo y la clase trabajadora es otro mecanismo más de explotación del capitalismo perverso. Inclusive ideológicamente, normalizar el paradigma de la deuda como mecanismo “infalible” de desarrollo, apoya a su legitimación social. El objetivo final de los microcréditos es atrapar a la gente en un ciclo interminable de deuda, así como funciona en el sistema mundo, donde los centros embaucan a las periferias en políticas de deuda externa eterna bajo condiciones crediticias que cimienten el neoliberalismo. Bajo esta lógica, el pueblo de a de ser ciudadanía para convertirse en clientela. Cuando antes se tenían derechos, ahora se tiene la “libertad” del mercado. Frente al emprendedurismo y la condena del microcrédito, organización popular y cooperativización de la vida.