Mañana será tarde: el grito desesperado de la Madre Tierra
Durante más de 16 días, miles de hectáreas de la Amazonía brasilera se consumieron en llamas, llevándose consigo una incalculable cantidad de árboles, al igual que animales indefensos que, calcinados por el fuego, murieron durante su huida. Los miles de incendios, cuyos focos principales se encuentran en los estados de Amazônia y Rondônia, fueron en su mayoría provocados por personas. En otras palabras, fueron manos de carne y hueso las que lograron prender fuego a una de las fuentes de vida mas biodiversas del planeta. Detrás de esas manos, se encuentran intereses, Estados-nación con sus políticos de turno y empresas multinacionales, las cuales responden a uno de los cimientos que sostienen al sistema capitalista: la expansión económica y territorial a costa de la devastación del planeta, llevándose consigo una fuente irreparable de fauna y flora únicas en el mundo, una fuente natural de vida. Simultáneamente, territorio boliviano y paraguayo continúan ardiendo a favor de las billeteras multinacionales, de las élites nacionales y de los hábitos de las llamadas sociedades de consumo del Norte.
Tal como dicta su nombre, Jair Messías Bolsonaro se ha convertido en el enviado reaccionario de los nefastos fascismos latinoamericanos. No son solo las medidas neoliberales, antipopulares, racistas y homofóbicas las que han marcado el opresivo gobierno del exmilitar, que enaltece las acciones de la sangrienta dictadura militar que gobernó durante más de dos décadas a su país. Durante el gobierno de Bolsonaro, las políticas a favor del cuidado de la Amazonia y de sus pobladores han sido reducidas a su mínima expresión, al punto de tildar como un atentado contra su gobierno y su figura a los incendios forestales, supuestamente provocados por ONGs contrarias a su administración. Frente a dichas declaraciones, es menester recalcar la importancia y el poder económico del cual goza la agroindustria tanto en Brasil como en América Latina, las cuales a raíz del cultivo de soja y la producción de carne roja se posicionan como referentes en la exportación de dichos productos a nivel global. Para mantenerse en el mercado europeo, asiático o norteamericano, la agroindustria tiene que asegurar su expansión a nuevos suelos fértiles y productivos, dejando en claro que la expansión del capital vale más que la vida, que el mercado capitalista es más preciado que cualquier ecosistema, que el mal desarrollo y el mito de progreso vale más que una gota de agua pura o un respiro de aire limpio.
Miles de personas han designado a las embajadas de Brasil a nivel mundial como punto de encuentro para manifestarse frente al poco accionar y a la mínima importancia que se le ha otorgado a los incendios amazónicos. Al mismo tiempo, las redes sociales y los medios de comunicación se encuentran desbordados por noticias o publicaciones que condenan las imágenes que muestran la devastación provocada por el fuego. Es evidente que la protección de la Madre Tierra se torna como un tema fundamental tanto en la opinión pública como en las hipócritas agendas de gobierno.
El paradigma medioambiental, constantemente amparado por el capitalismo verde o la ecología neoliberal, se ha posicionado como una tendencia en Facebook, Twitter, o Instagram. Dichas posiciones reafirman la importancia de reciclar y reusar, de tener consciencia en cuanto a hábitos alimenticios y de consumo. Sin embargo, el fuego que consume y amenaza a la Amazonia y al planeta entero, viene propulsado por un sistema capitalista que no solo ve, sino que crea millonarios beneficios privados mediante la destrucción medioambiental. Por ello, el continuo proceso de destrucción es una amenaza ambiental en todos los continentes del planeta, tanto a nivel global, regional como local.
En Ecuador, los gobiernos de Correa y Moreno han concesionado gran parte del territorio nacional a multinacionales extranjeras, en su mayoría chinas y canadienses, inaugurando la minería a mediana y gran escala en el país. Cobijados bajo el cuento de la “minería responsable”, ambos gobiernos han dado luz verde a proyectos que no solo contaminan el medio ambiente, sino que también impulsan la exclusión, la violencia y la marginalización de comunidades que se oponen a la presencia de mineras en sus territorios.
El proyecto minero Río Blanco, el cual pretende enfocarse en la minería de oro y plata, constituye un proyecto minero a mediana escala ubicado en la parroquia de Molleturo, provincia del Azuay, el cual fue concesionado por el gobierno en el 2013 a la multinacional china ECUAGOLDMINING JUNEFIELD S.A., con un tiempo útil estimado de 11 años. Se estima que el 80 % de Molleturo ha sido concesionado, afectando directamente al Páramo del Cajas, un ecosistema único que abastece de agua a ciudades y comunidades se la sierra y de la costa del país. Frente a ello, las comunidades se han declarado en resistencia frente a la arremetida inconstitucional y la violencia propagada en su territorio a raíz de la entrada de la minera, y en defensa de los páramos, del agua limpia y de la vida.
El pasado 17 de agosto, una asamblea autoconvocada por el Gobierno Autónomo Descentralizado de Molleturo y la comunidad defensora del agua determinó que las comunidades de Rio Blanco, Cochapamba y San Pedro de Yumate le dicen No a la minería. Para ello se planificó una pluma de seguridad conformada por la comunidad para impedir el ingreso de mineros tanto de la multinacional, dolorosamente “legal”, y de mineros dedicados a la explotación ilegal en la zona. Río Blanco continúa resistiendo y al mismo tiempo, construyendo conciencia sobre la importancia de los Páramos y de la preservación del agua como fuente de vida. En respuesta, el Gobierno Nacional y la Gobernación del Azuay enviaron a 300 uniformados policiales para resguardar la zona, protegiendo los intereses de la multinacional, del capital, de la contaminación sin arrepentimiento alguno. Como es de costumbre, el gobierno crea un discurso a favor de la práctica minera y que tiende a legitimar la presencia de la minera en la zona, criminalizando a cualquier persona que plantee la defensa de su territorio y sobre todo, a los recursos destinados para la supervivencia del planeta.
A diferencia del incendio de la Catedral de Notre Dame en París, ni los extensos incendios amazónicos, ni la presencia policial en Molleturo, fueron televisados en vivo.
Frente a la grave crisis medioambiental es necesario un aporte individual que impulse una conciencia ecológica de reciclaje y reducción de consumo, eso no queda en duda. Pero tenemos que recordar, o, mejor dicho no olvidar, que el fuego en la Amazonia, la pretenciosa minería metálica y mineral al igual que las grandes sequías globales y la contaminación a gran escala, sea donde sea, son producidas bajo el sello y la imprenta del capitalismo.