Ni un paso atrás: la clase trabajadora contra el capital
El sistema capitalista busca de manera incansable, establecer la esclavitud legal sobre lxs que oprime y privarlxs por completo del fruto de su trabajo. Es el trabajo el que crea toda la riqueza en el mundo. Sin una inagotable masa de trabajadorxs, nada habría en el mundo: ni que comer, ni que vestir, ni tecnología, ni literatura, ni medicina; y por supuesto, la maquinaria de explotación capitalista, no tendría qué consumir, nada de que apropiarse, ninguna fuerza de trabajo que exprimir hasta el infinito. Si las fábricas y los centros de trabajo paran, la clase empresarial -que hace todo menos trabajar- no podría producir por sí sola. La clase parasitaria, la que no trabaja, la que vive y se enriquece del trabajo ajeno, lleva muchos nombres: empresariado, clase explotadora, o en términos históricos, burguesía.
En un momento histórico en el que la precarización de la vida se generaliza, más allá de las fronteras geográficas o incluso históricas, como la irrisoria división entre Sur y Norte, la clase trabajadora internacional vuelve a encontrar su rumbo histórico, inseparable de su proyecto como clase: la liberación definitiva de toda explotación, y la abolición del capitalismo como sistema de opresión. Mientras viejas potencias imperiales son sustituidas por mercados capitalistas emergentes, vuelve a resonar la contradicción entre capital y trabajo, esta vez a nivel global, en términos tanto geopolíticos como imperialistas. Ante esta disyuntiva, la clase trabajadora tiene inevitablemente la tarea histórica de responder de forma internacionalista, como lo ha hecho siempre.
El pasado 15 de septiembre en EE.UU., más de 150.000 trabajadorxs de “los Tres Gigantes” -General Motors, Ford y Stellantis- se declararon en huelga indefinida. Ellxs corresponden a la columna vertebral de la clase trabajadora industrial estadounidense, aglutinada en la central sindical de Trabajadores Automobilísticos, Aeroespaciales y Agriculturales de EE.UU. -UWA-, se encuentran parando en contra de tratos inhumanos, jornadas de 30 horas, prolongadas por semanas y meses, además de una rampante inflación que les priva incluso de poder pagar sus expensas básicas, como comida, salud y vivienda.
Sus pares metalúrgicos en Brasil, triunfaron en una lucha histórica en contra de la patronal hace tan solo unos días, reinstaurando a más de 1.500 obreras y obreros, que se encontraban en lay-off, provocando la obligación de pago de más de un año de salarios retenidos por los explotadores. En la ciudad de San José de los Campos, localizada en el estado de Sao Paulo, se concentra el mayor número de trabajadores metalúrgicos, como también el mayor número de trabajadorxs sindicalizadxs en esta rama.
Tan solo en EE.UU., la clase trabajadora ha vuelto a niveles de sindicalización comparables únicamente con la década de los 60s, uno de los momentos de mayor combatividad de lxs obrerxs estadounidenses.
Francia resistió en contra del dictado neoliberal de Emmanuel Macron, gobernante antipopular y antiobrero a cargo de la “junta de asuntos de la burguesía” francesa, con la huelga general más grande de su historia, con alrededor de 4 millones de trabajadorxs en las calles, por más de un mes, a inicios de marzo de 2023. La masa trabajadora ocupó los espacios públicos de todo el país, resistiendo a la represión contundente por parte de las fuerzas represivas antiobreras, en contra de los intentos de la clase explotadora de forzar un aumento en la edad de jubilación, de 63 a 67 años.
En todo el mundo, el empresariado intenta aumentar su margen de ganancia -plusvalía- explotando todavía más al trabajo asalariado: aumento de la edad de jubilación, de la jornada laboral, de los recortes sociales en educación y salud públicas, con contratos ocasionales infinitos, representan ataques frontales en contra de la vida del pueblo trabajador.
En el Ecuador, tanto el Paro de Octubre 2019 como el Paro Plurinacional de Junio 2022, la clase trabajadora volvió a tomar impulso para dictaminar su masivo rechazo tanto a la regresión neoliberal, como al nuevo ciclo de reacumulación y precarización capitalista. La clase trabajadora ecuatoriana, tras 11 jornadas de lucha exhaustiva en 2019 y 18 jornadas de resistencia organizada en 2022, volvió a dignificar a los pueblos del mundo, alcanzando logros gigantescos tanto en favor de nuestra clase, como implantando también un espíritu de lucha, indivisibles de los pueblos dignos del mundo.
Retomar nuestra estrategia de combate y resistencia, como es la huelga, constituye el único estandarte de lucha y organización de nuestra clase, con el fin último de superar de forma definitiva al sistema capitalista. A la clase trabajadora tanto del Ecuador como del mundo, le corresponden levantar la bandera roja, pisoteada y vejada por sindicalismos patronales, progresismos contrarrevolucionarios y la ultra derecha en general, para volver a constituirnos como una clase combativa, con capacidad de dejar de rodillas a los explotadores. El mundo de lxs trabajadorxs, la sociedad libre de clases, de explotación y dominación, ha sido y será el proyecto histórico de nuestra clase.
Recuperemos lo que es legítimamente nuestro, que es toda la riqueza en el mundo. Que nadie olvide jamás que la acera por la cual alguien camina, la casa o edificio en la que se trabaja o vive, las fábricas, los puentes y ciudades, como las escuelas y colegios, los también de los palacios e iglesias, son producto del trabajo de nuestra clase. Sin nosotrxs, el mundo ni come. Aunque la clase explotadora se sirva de nuestro trabajo y nos explote, la dignidad de la clase trabajadora es inclaudicable y recuperará todo lo robado y explotado a través de siglos de prehistoria.
¡Porque fueron somos, porque somos, serán! La nuestra, es la hora de los pueblos. ¡Venceremos!
Glosario: Burguesía
El término burguesía nace a finales del siglo XVII., afincado en la Europa feudal, en la cual a pequeños artesanos, usureros y esclavistas, se les permite vivir dentro del “burgo”, el espacio del feudo destinado a proteger a la realeza, y en menor medida, a sus sirvientes acomodados. Esta clase subyugada procede a establecerse como dominante primero por medio del mercantilismo en términos económicos, para después imponer su dictado en términos políticos.
La Revolución Francesa, tan anhelada por los pueblos que resistían a la monarquía a nivel global, fue reemplazada por un dictado -o dictadura- de la burguesía. Después de 1789, los explotadores del mundo tuvieron la “libertad” de subyugar, eliminar y esclavizar a todo pueblo que considerasen inferior. Esta lógica, que se profundizó todavía más en el momento histórico de las repúblicas, representa el máximo logro de la dominación humana. A la revolución burguesa tenemos que agradecerle el haber humanizado la explotación, para que esta ya no ocurra en nombre de dios, sino del capital y la avaricia, y por medio del propio ser humano.