¡Que viva la resistencia del pueblo palestino!
Desde el 7 de octubre el Estado de Israel agudizó el genocidio en contra del pueblo palestino, tras más de 7 décadas de régimen de Apartheid impuesto por las fuerzas de ocupación sionistas, en colaboración con Occidente y las Naciones Unidas. El sionismo ha sabido victimizarse, instrumentalizando la memoria del holocausto para volver a cometer crímenes de guerra, terrorismo de Estado y limpieza étnica en contra de todo un pueblo. Israel ha logrado imponer un relato de “crítica cero” hacia el uso sistemático de la violencia y el desplazamiento en Palestina ocupada, vetando a sus detractores con el argumento del antisemitismo. A pesar de todo, parece que las atrocidades más recientes terminan por develar el verdadero carácter del Estado de Israel, como el eterno lobo con cara de oveja.
Al momento, la campaña de limpieza étnica emprendida por el sionismo en Gaza, ha cobrado por lo menos 4,651 vidas y más de 14 mil heridxs. En 10 días en Gaza murieron más niños y niñas que en todo un año en el conflicto interimperialista de Ucrania. En Gaza alrededor del 50% de las víctimas mortales son niñxs. También en 10 días, Israel botó un equivalente de un tercio de la bomba atómica de Hiroshima sobre Gaza, y más bombardeos que en Afganistán en más de un año de ocupación yanqui. Un total de 5.000 toneladas de TNT.
El sionismo representa una interpretación ultraconservadora del judaísmo, que justifica la ocupación de Palestina y el desplazamiento de su pueblo, a favor de un Estado que reclama para sí el territorio peninsular del Sinaí. El sionismo puede entenderse como un fundamentalismo religioso que se materializa en la política, y encuentra su máxima expresión en el Estado de Israel y su carácter imperialista y colonial-racialista. Se trata de una expresión radical de conservadurismo, basado en una lógica supremacista y totalitaria, encaminada a utilizar discursos protofascistas. El sionismo considera que Palestina le pertenece por derecho divino e histórico y se resume en su eslogan central: “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”[1], utilizado para borrar de la historia al pueblo palestino y apropiarse de este territorio.
La campaña militar que las fuerzas de ocupación sionistas desatan en Palestina, corresponde a una evidente radicalización de la derecha nacionalista, populista y libertaria a nivel global. Particularmente en el Estado de Israel, no resulta ser coincidencia alguna que el actual genocidio vuelva a desatarse de forma frontal con la vuelta de Benjamin Netanyahu al poder, uno de los personajes más nefastos de la historia de Oriente Medio y sionista fervoroso.
El genocidio en Gaza representa el inicio de un nuevo orden: una nueva era de fascismo mundial. El entramado capitalista colonial-racialista detrás de la ocupación y perpetua masacre en contra del pueblo y territorio palestino, ensayan los alcances y tolerancia de la sociedad actual a la imposición de un orden de extrema derecha totalitaria a nivel global. La disputa por la hegemonía que supone la transición al multipolarismo enfrenta a la población mundial a una nueva arremetida del capitalismo en crisis: el fascismo como respuesta “necesaria” al creciente cuestionamiento al sistema de clases y el auge de la organización popular alrededor del mundo.
Así mismo, la democracia burguesa enfrenta una crisis de legitimidad, en un momento histórico en que la vía electoral ha demostrado su fracaso para cumplir las mas mínimas expectativas de la población frente a una urgente solución o por lo menos amortiguamiento de la continua precarización de la vida. Todo el sur global sufre una de las peores crisis económicas y políticas del siglo, con olas migratorias nunca antes vistas, condiciones climáticas cada vez más adversas y una violencia estatal y paraestatal paulatinamente más cruenta. La legitimidad en picada del orden capitalista ha generado una serie de estallidos sociales que desde el 2019 han puesto en jaque varios de los proyectos del FMI y el BM en los Sures. Por su parte, la decadencia de las propuestas reformistas y sus bajos alcances políticos han generado una radicalización paulatina de la organización popular hacia la propuesta de proyecto histórico de la clase trabajadora. Ciertamente el capitalismo está llegando a sus límites, una vez más.
Un síntoma de esta realidad es que existe una demostración cada vez más rabiosa en contra del genocidio al pueblo palestino a nivel mundial, donde no se coloca a la razón humanista como el argumento principal –sin que se deje de lado-. El carácter de las manifestaciones en solidaridad con el pueblo palestino, se afirman desde la ilegitimidad del Estado de Israel, el derecho del pueblo palestino a la resistencia en todas sus formas y a la denuncia al carácter supremacista del proyecto sionista y sus intenciones geopolíticas en Medio Oriente. Por su parte, las NN.UU, la UE y EE.UU. han dado la respuesta más clara a las protestas: la criminalización. La brutalidad policial poco a poco ha ido escalando contra militantes en diversos puntos del globo y en algunos países europeos, convocar a manifestaciones en solidaridad al pueblo palestino y su justa causa, puede conllevar a 5 años de prisión. Así mismo, la propaganda sionista intenta tergiversar a la solidaridad entre pueblos oprimidos como antisemitismo, así como apoyo a grupos clasificados como terroristas, por los Estados que ahora mismo –y a lo largo de toda la historia- han ejecutado crimines de guerra contra los pueblos del mundo, y ahora mismo en Gaza.
Es indiscutible que es el Estado de Israel y sus acólitos occidentales, son quienes están ejecutando un genocidio en territorio ocupado, y es indiscutible también el carácter fascista de esta cruzada. Las Fuerzas de Defensa de Israel llamaron este fin de semana a evacuar 25 hospitales adicionales, como lo ordenaron tres días antes al hospital Al-Ahli. El bombardeo a este hospital en Gaza el 18 de octubre, con más de 500 muertxs y la masacre en la iglesia ortodoxa griega de San Porfirio el 19 de octubre son claros ejemplos de terrorismo de Estado y crímenes de guerra. Hasta el momento se ha generado también el desplazamiento forzado de la mitad del pueblo palestino en Gaza, más de 1.100.000 personas han tenido que huir al sur de la franja por los bombardeos israelitas. La ocupación en Palestina se ha convertido en el laboratorio social y el campo de concentración más grande a nivel mundial.
El Estatuto de Roma de 1998, redactado al momento de juzgar al genocidio cometido por Serbia en Bosnia, lo define como “actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico o religioso”, por matanza o “sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física”. No cabe duda de que las atrocidades cometidas por un pueblo que se autodenomina como el “elegido por Dios” contra Palestina, coinciden de forma impecable con la definición citada más arriba.
La limpieza étnica que sufre el pueblo palestino y se ha visto gravemente agudizado estas semanas no puede llamarse “guerra” o “conflicto”, como pretende imponer Occidente por medio de su maquinaria mediática. Una guerra solo puede darse entre dos países o partes iguales, y Palestina es un territorio ocupado al que no se lo reconoce como Estado, a la vez que no se le permite tener fuerzas armadas, por el régimen de ocupación. En este sentido y siguiendo a Fanon, la violencia que pueda utilizar el esclavo para defenderse del esclavista, jamás podrá compararse con la violencia a la que es sometido en su esclavitud. Un pueblo que resiste a la ocupación, la segregación y el exterminio de forma sistemática, se encuentra en la antípoda al régimen que impone justamente la dominación. Oprimidos no somos opresores.
¡Por la autodeterminación de los pueblos y el proyecto histórico de la clase trabajadora!
¡Vivan siempre los pueblos que luchan, viva Palestina libre!
[1] Esta negación de reconocimiento de la humanidad del pueblo palestino se expresa también en las palabras del Ministro de Defensa de Israel Joaw Galant: “estamos peleando contra animales”.