República Bananera del Ecuador
El triunfo electoral del mayor bananero del Ecuador, Daniel Noboa -perteneciente a la dinastía del Grupo Noboa-, evidencia dos lecciones a sacarle al circo democrático liberal. Por una parte, los límites de la democracia en el capitalismo quedan claros: ningún proyecto político burgués, sea de derecha o progresista, garantizará jamás el bienestar de la clase trabajadora. En segundo lugar, el progresismo no representa ni a la clase trabajadora, ni al pueblo, sino que es una propuesta fútil de reforma al capitalismo y una corriente contrarrevolucionaria por excelencia. Una supuesta “izquierda” que traicionó al pueblo y debe ser superada en términos históricos y políticos.
La mayoría de votos conseguidos por un magnate bananero, hijo, nieto e incluso tatara nieto de explotadores y hacendados, evasores fiscales y esclavistas, demuestra el profundo reciclaje dentro de las élites políticas, como la manipulación masiva en la que incurre la maquinaria mediática corporativa. Uno de los grandes logros de la campaña de Daniel Noboa, se encuentra justamente en deslindar su imagen de la nefasta familia que le precede.
La democracia burguesa, en su inequívoco esplendor, ha colaborado con su clase, garantizando la continuación del proyecto político de la ultraderecha nacional y transnacional. Lo que no pudo cumplir Lasso en sus dos años y medio de mandato, Noboa y Abad lo impondrán por medio de una agresiva doctrina del shock, en un tiempo récord de un año y medio.
El Narcoestado cimentado por el gobierno de la banca generará las condiciones necesarias para sustentar un permanente estado de excepción, marco en el cual se cocinará la tan ansiada reforma laboral, la privatización del IESS, la concesión de todo lo común y la militarización total del territorio nacional y del mundo de la vida. Esto ya lo sabíamos, ni siquiera hicieron el esfuerzo de ocultarlo y mayor análisis se hará conforme la realidad nos lo demande.
Por su lado, la fascistización social generalizada en la última década anunciaba que no iba a aceptar una derrota en las urnas, denunciando fraude electoral en el caso de un triunfo progresista, instando incluso a que las FF.AA. tomen por la fuerza el Estado. Este es otro de los límites de la democracia liberal: la derecha no acepta la democracia cuando esta no le beneficia. Al contrario de la derecha, el progresismo -a lo Allende- parece ser la única fracción suficientemente ingenua en términos políticos, para realmente tomarse en serio la pantomima democrática.
En términos políticos, la victoria electoral de la dupla bananera representa un momento de profunda esperanza en nuestra clase, como también de desencanto del escenario político-electoral: la democracia, que permite tan solo el voto por el mal menor, no aspira a un cambio estructural, sino más bien un tipo de agujero negro, dispuesto absorber toda demanda y lucha histórica, para venderla, vaciándola de todo contenido.
El correísmo simplemente no supo hacerle frente a un proyecto radicalizado de forma consecutiva, tanto por Moreno como por el banquero Lasso, porque se comprende parte de la máquina de humo denominada democracia, en la que siempre mandan los grandes grupos económicos. Al mismo tiempo, una “izquierda” que no enfrente a su enemigo de clase, a lxs explotadores, solo está hecha para servir y perpetuar el sistema de explotación que aparenta enfrentar, como se vio entre 2007 y 2017. En este sentido, la autodenominada “izquierda” institucional debe ser superada de una vez por todas. Ante el oportunismo, nuestra tarea es recuperar nuestro proyecto como clase, y este incluye nuestra denominación de Izquierda.
Después de la cortina de humo de las elecciones, encaminada solo a devolver hegemonía al empresariado, el gran perdedor una vez más termina siendo el correísmo. Queda claro que por más esfuerzos que hicieran, la figura del patriarca es inamovible e insuperable –en todos los sentidos- demostrado que el correísmo sin Correa no gana elecciones. En su campaña RC5 volvió nuevamente a demostrar su posición política e ideológica: construir una tendencia reformista que apelando a la urgencia de la situación país, genera una fuerza desmovilizadora, que o compra o coopta todo intento de organización popular digna y anticapitalista.
Lenin ya tenía un nombre para este movimiento político que se da de marxista sin serlo, que se toma las demandas históricas de la clase trabajadora de boca para afuera, desde la comodidad de su cafetín: la propuesta del oportunista de Kautsky no se distancia en nada –más que en que el primero si había dedicado largas horas de estudio al marxismo- a la mediocre propuesta del progresismo del correísmo. No existe certeza de si es falta de imaginación o profunda cobardía, pero sabemos que la izquierda debe ganarse semejante reconocimiento, y sin merecerlo a menos que esta se asuma revolucionaria y comunista.
Octubre 2019 y Junio 2022 demuestran que germina en el pueblo, entre la clase trabajadora del campo y la ciudad una nueva voluntad colectiva de transformación, que está dispuesta a poner el cuerpo por la conquista de la dignidad colectiva. Estos dos procesos de revuelta popular resonaron con fuerza y se consolidaron en mitos fundadores de la clase trabajadora respecto a la tarea a la la construcción del Poder Popular Plurinacional, por la justicia y la verdadera libertad. Este objetivo indudablemente no se concretará sin independencia de clase. En otras palabras, la clase trabajadora no se alía con demócratas burgueses. Este resultado electoral necesariamente debe significar la superación del correísmo como elemento contrarrevolucionario.
El momento histórico demanda una perspectiva global. Como país nos enfrentamos al continuismo del proyecto del Narcoestado bajo la imposición agresiva de las lógicas del libre mercado, mientras en el resto del mundo se libran guerras que destruyen la hegemonía de Occidente, por una nueva realidad multipolar. ¿Cuáles son las posibilidades frente a una realidad tan convulsa?
Marx y Engels planteaban que las crisis pueden convertirse precisamente en episodios de oportunidad para la clase trabajadora. Conforme avanza la arremetida neofascista, en suma a las agravadas condiciones climáticas, quizás esta sea de las últimas oportunidades que tenemos como clase obrera para por fin concretar nuestro proyecto histórico: la liberación de los pueblos por medio del reconocimiento de la lucha de clases y la necesidad de la dictadura del proletariado.