Venezuela: la gran disputa del imperialismo
Las últimas elecciones en Venezuela se convirtieron en un parteaguas, poniendo en evidencia dos lógicas puntuales y contrarias en el campo político en el escenario del país caribeño.
Por un lado se encuentra el chavismo y la izquierda consecuente de Venezuela, quienes en este contexto se expresan en apoyo al gobierno de Maduro, sin que necesariamente signifique un respaldo a su dirección y propuesta política; mismo que termina decantando en un nacionalismo proteccionista alineado ideológicamente con los progresismos latinoamericanos, quizás inclusive una de sus expresiones más populares. Este sector político sostiene por una parte, que la herencia combativa de la propuesta del Estado Comuna de Chávez continúa resistiendo y se conforma por amplios sectores populares que sí lograron organizarse en buena medida como Comunas que ejercen el poder popular en sistemas asamblearios de administración del territorio y los recursos. Ojo: en otros contextos, estas Comunas también entran en conflicto con el gobierno de Maduro. Las comunas plantean un proyecto político que se sostiene en la posibilidad de la construcción de una vía venezolana al socialismo. Otra parte de la izquierda consecuente, en cambio, también reconoce el carácter reformista del proyecto de Maduro, y pone sobre la balanza el apoyo crítico su régimen, en contraposición con el imperialismo hambriento de la derecha venezolana. A la vez, reconoce que la base comunal tiene la potencialidad de construir un poder popular suficientemente conciso como para hacerse del poder en algún momento, pero descarta la posibilidad de “radicalizar el proceso”.
Del otro lado se encuentra la burguesía nacional y transnacional –el imperialismo-, que no ha cambiado de repertorio en los últimos 20 años, intentando orquestar golpes de Estado desde el 2002; pero que sí sabe explotar cada vez más la marcada tibieza de Maduro, que en términos prácticos ha logrado mejorar la situación económica del país con amplias concesiones y alianzas con la burguesía local. Esto ha significado un alejamiento de la propuesta de Chávez y del proyecto de Estado Comuna, para convertirse netamente en un proyecto progresista, que como pasó en toda América Latina, no vacila en utilizar las fuerzas represivas. Esto ha generado un distanciamiento profundo con sectores demócratas o liberales -vinculados al oenegerismo, por ejemplo-, así como con sectores de la izquierda consecuente, que en este contexto pueden leerse como ultristas, o izquierdistas, como diría Lenin.
Lo cierto es que en este preciso momento, el imperialismo occidental en decadencia volteará su mirada y esfuerzos a su patio trasero, convirtiendo a América Latina en su último bastión de poder.Más temprano que tarde tendrán que huir de Medio Oriente, de África y Asia, y los recursos de Latinoamérica serán su batería de carga. Necesario tener presente que Venezuela tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo, con 303.220 millones de barriles. Pelo de cochino, no es. Tampoco es coincidencia que esta nueva crisis política -misma que enfrenta Venezuela en cada elección- esté alcanzando altísimos niveles de violencia interna y presión internacional, cuando las condiciones democráticas no han cambiado. En otras palabras, la democracia burguesa ha encontrado sus límites.
Contexto geopolítico
En el declive imperialista yanqui, la bestia se vuelve más violenta. La multiplicación de los conflictos imperialistas, como sus procesos de resistencia son testimonio de esto. El primer ejemplo lo da el genocidio palestino y su lucha de resistencia. El fascismo sionista ha impuesto una limpieza étnica frontal que cumple 10 meses desde el 7 de octubre, con al menos 186 mil muertos, en adición a los 76 años de colonialismo desde el establecimiento del Estado de Israel en 1948. La semana pasada se firmó el pacto de Beijín, donde las 14 fracciones políticas de Palestina -tanto de Gaza como de Cisjordania-, han acordado un programa mínimo, que tiene como horizonte, un solo Estado palestino, del río al mar.
En otro escenario se encuentra el genocidio en el Congo, prolongado por una guerra civil sostenida por Occidente para apropiarse de las minas de cobalto, diamantes, oro y coltrán. El país más rico en recursos y materia prima en toda África, consta también entre los 3 países más pobres del continente y los 10 países más empobrecidos del mundo, donde la extremación de la explotación contra la clase trabajadora no se iguala a otro escenario a nivel global, todo para el apetito insaciable del imperialismo occidental.
En la misma África, la reciente constitución de la Confederación de Estados del Sahel, en contra de Occidente y su lógica de despojo y apropiación, ha hecho temblar a los Nortes. Tal parece, que ya hace tiempo los Sures globales se cansaron de ser el supermercado de materia prima -sobre todo recursos energéticos- de Occidente, y están aprovechando la crisis de la transición de la hegemonía imperialista hacia China y Rusia, para tomar sus destinos en sus propias manos.
Por esto la “gran preocupación por la democracia en Venezuela”. La historia reciente recuerda que los EE.UU. insistentemente han intervenido Estados de derecho con amplio apoyo de la opinión pública. Todo el discurso liberal termina también siendo una falacia y la democracia no es más que un cuento infantil. Occidente considera a Venezuela como el botín más preciado de lo que entiende como sus “casi colonias”, estratégicamente posicionado y con decenas de miles de millones bajo tierra.
Se curte el autoritarismo en América Latina
De concretarse un golpe de Estado en Venezuela, se implantaría una dictadura profundamente sanguinaria. La polarización es tal, que la ultra derecha venezolana tendrá toda la justificación política, a la opinión pública de su lado, y el apoyo imperialista para ejecutar una persecución y criminalización a la organización popular sin precedentes en este siglo en América Latina. El imperialismo Occidental no escatimará recursos ni esfuerzos para asegurarse de que ningún vestigio de comuna prevalezca, terminando también por atacar a socialdemócratas convencidxs.
No nos confundamos: María Corina Machado, pupila y lacaya del imperialismo yanqui, jamás representará los intereses del pueblo. Tampoco podemos obviar el bloqueo acérrimo -más de 900 medidas desde el 2013-. Como se aplicó y aplica en Cuba, el bloqueo se propuso como estrategia para impedir la construcción de una vía al socialismo, y tanto en Cuba como en Venezuela, esta medida les ha resultado bastante efectiva. Por lo mismo, la lucha ideológica -en términos de Gramsci-, la pelea por la hegemonía de las ideas, se convierte en estos momentos en la lógica central de la disputa. Nos encontramos en un momento en el que la disputa por los sentidos y narrativas, se convierte en una piedra angular de la lucha de clases.
Esta contienda además, se refleja en todos los espacios del ejercicio político, desde las calles hasta la realpolitik. El 31 de julio, el “Ministerio de las Colonias de EE.UU.”, -mal llamado Organización de Estados Americanos-, con sede en Washington, ni siquiera estuvo en la condición de aprobar una resolución que exija la presentación de actas electorales. Esto demuestra la profunda grieta que atraviesa el panorama político en nuestro continente: la ultra derecha intenta practicar injerencia e incluso derrocar ilegítimamente a gobiernos que no se alinean a su paraguas imperialista, pero ni sus propias instituciones funcionan a su favor. El rotundo fracaso diplomático que representa la sesión extraordinaria de la OEA del 31 de julio, refleja que hoy por hoy, no existe consenso sobre una posible intervención en territorio venezolano, ni sobre un presunto fraude electoral.
La izquierda consecuente y combativa se encuentra perfectamente consciente de que el modelo sostenido por Nicolás Maduro no representa un proyecto anticapitalista. El proyecto comunero chavista, que bien habría podido constituir una base amplia para la lucha anticapitalista, no se logró concretar en todo el territorio, ni quizás tampoco en la mayoría. Principalmente porque el proyecto de comuna no estuvo dirigido desde el Partido Comunista -el Príncipe Moderno, no el PCV-, y tampoco superó nunca la posición liberal hacia el centralismo democrático. Las grandes revoluciones en la historia de la humanidad, además de los pueblos que hemos puesto el cuerpo y el trabajo militante, han sido comandadas y organizadas por Partidos Comunistas. Ningún otro proceso, por más que se perfile en el discurso y se atreva a pequeños intentos de redistribución de la renta -no de la riqueza-, han logrado concretar procesos revolucionarios.
No cabe duda que los ataques del imperialismo a Venezuela corresponden a una profunda crisis de hegemonía, y utilizan la estrategia anticomunista, revivida por la crisis estructural y múltiple que atraviesa el mundo. Venezuela no representa la vanguardia de los pueblos en términos categóricos, pero presupone -al igual que Cuba- el primer frente de resistencia al imperialismo a nivel continental. Y eso, tampoco es poca cosa. El consenso en este sentido, ni siquiera gira alrededor de la figura de Maduro, sino de construir colectivamente un programa mínimo, que contemple al antiimperialismo como el punto de encuentro, y en ese sentido, al derecho inalienable que tenemos todos los pueblos a la autodeterminación.
Manos fuera de Venezuela, yanquis de mierda.