Alcaldía de Quito: de la representación al reality
El 21 de marzo de 2019 la ciudadanía acudirá a escoger a sus autoridades seccionales: prefectos, alcaldes, concejales, juntas parroquiales y consejeros de participación ciudadana; originalmente, la idea de la democracia representativa era la de escoger a la persona más capacitada para el cargo al que ha sido postulada por el grupo de personas a las que representa, es en este sentido que, quien gane la competencia para llegar a la dignidad que se busca con el sufragio, debería ser la propuesta que acopie los mecanismos más efectivos para satisfacer las necesidades de las personas a quienes esos candidatos gobernarán desde las instituciones a las que se les delegue en caso del triunfo electoral.
Como efecto posterior al modelo de gobierno seccional actual en Quito, donde un joven que no conocía la ciudad ganó – según su ex asesor Jaime Durán –, dieciocho ciudadanos capitalinos se sienten aptos para ocupar el sillón ejecutivo del Municipio, aunque muchos no representan a gremio o colectivo alguno, y varios son completamente desconocidos en el ámbito político local, factor que de ninguna manera impide su postulación, pero si siembra la duda en el sufragante, del conocimiento de la problemática de la ciudad por parte del, hasta hoy desconocido, candidato.
Si bien es cierto que la Constitución faculta a cualquier persona para postularse a cualquier dignidad de elección popular, la responsabilidad que conlleva el ejercicio del cargo que ha sido otorgado por votación, es de alta envergadura. En el caso de Quito, hemos sufrido por más de cuatro años los errores de un grupo de gente que pretendió aventurarse en política, haciendo de la capital de los ecuatorianos un trampolín para alcanzar sus intereses particulares, tanto en la Alcaldía como en el Concejo Metropolitano.
No es cuestión de tener al mejor candidato, un ser humano común, con errores y defectos, no puede llevar en solitario el peso de refundar o mejorar la ciudad, basándose únicamente en su capacidad de improvisación, sin un plan viable de trabajo, sin objetivos, sin una hoja de ruta; precisamente, ese estilo de gobernar, ha sido el que nos ha llevado al hueco en el que la ciudad de Quito se encuentra hoy.
Pero definitivamente no es solo cuestión del candidato, la mayor responsabilidad la tiene quien ejerce su derecho a escoger a quienes conducirán sus destinos en los siguientes años, es decir, el pueblo es su propio verdugo o salvador; nadie más que usted o yo, somos los conductores de nuestros destinos, es por esta razón que se torna necesario e imperativo exigir a los candidatos y a sus equipos que entreguen los planes de trabajo, sus propuestas, los plazos de ejecución, y resultados esperados de la gestión a la que se han postulado.
No es bueno que sigamos pensando que va a venir una especie de “mesías” a mejorar nuestro entorno y calidad de vida, no es posible que los candidatos pretendan obtener la confianza del voto a cambio la frivolidad de sus propias imágenes, no es justo que sigamos aventurando los destinos de la ciudad en función del desconocimiento de las propuestas y mecanismos de trabajo que los candidatos deberían socializar.
Son 18 candidatos quienes pretenden encargarse del agua que usted bebe, del ornato de sus espacios cotidianos, de la seguridad en la que vive, de la vivienda que habita, de su tranquilidad y de muchos otros factores que influyen directamente en nuestra calidad de vida; lastimosamente, de esos 18 candidatos, no se ha escuchado más que clichés desgastados como los que usan los superhéroes en sus películas.
A causa de lo que nos ha sucedido en Quito, es derecho y deber ciudadano que exijamos un debate de ideas, de propuestas, de proyectos, entre los 18 postulantes a la alcaldía; no es permisible que a estas alturas se permitan negarse a debatir, a exponer sus propuestas a contarnos – por respeto a los ciudadanos – porque quieren gobernar la ciudad; es en este espacio donde debemos decidir nuestro voto, y generar una visión real de la factibilidad de los proyectos que han propuesto los candidatos y sus carpas políticas; no podemos permitirnos entregar el poder de gobierno de nuestros hogares, de nuestra ciudad y de nuestra provincia a personas que no tienen propuestas o que fundamentan su candidatura en su propia imagen.
Ya hemos sufrido y pagado el precio de no dar la importancia necesaria a las propuestas, su factibilidad, y sus mecanismos de ejecución; nuevamente se atreven a ofrecernos fantasías o proyectos inviables, o peor aún, no proponer nada y pretender basar su candidatura en la descalificación de los contrincantes y dar por sentado que tener más edad, es sinónimo de ser buen gobernante o buena persona; no permitamos que la responsabilidad de gobernar la ciudad considerada Luz de América, se convierta en una suerte de elección tipo “reality show” donde solo importa la banalidad de un rostro y la palabra sin argumento, es de obligación de todos los quiteños instar a los candidatos a socializar por los medios posibles y más accesibles, sus planes de trabajo, fiscalizarlos y juzgarlos antes de que estos lleguen a ejecutarse.
Para tener una ciudad mejor, es necesario que los ciudadanos elevemos los criterios de juicio para quienes pretenden ser autoridades, que exijamos más de nuestros representantes, y que no permitamos que Quito, Pichincha y las demás ciudades y provincias del Ecuador, se conviertan en la plataforma de ascenso político de aventureros nuevos o antiguos que han visto en las elecciones una forma de ganar dinero, fama, y fortuna.