Alquiler de partidos políticos y transfuguismo. La enfermedad endémica de la política ecuatoriana
La convulsa historia política de Ecuador ha sido testiga de varios episodios dignos de reflexión y análisis, no tanto por su relevancia científica o sus enseñanzas de cara al futuro, sino más bien por sus excentricidades y particularidades. Tras el fin de la dictadura militar, la consolidación de un modelo democrático adaptado a los nuevos tiempos ha sido un anhelo inalcanzable. Ecuador ha vivido paros generales, golpes de estado cívicos y militares, el feriado bancario incluyendo la pérdida de nuestra moneda nacional, y así podríamos seguir en una lista infinita que no da gusto recordar. Sin embargo, en los últimos años hemos presenciado un nuevo fenómeno, algunas veces mencionado en los medios de comunicación, pero poco profundizado en el debate político nacional: el alquiler de partidos políticos y el transfuguismo.
La ruptura del Movimiento Alianza País tras el evento Lenín Moreno, ex vicepresidente de Rafael Correa, posterior a las elecciones presidenciales de 2017, significó también un resquebrajamiento en el tablero partidista ecuatoriano, debido a su papel preponderante en la política nacional. Veamos algunos casos ilustrativos. El mencionado Alianza País, movimiento con mayor peso electoral entre 2006 y 2017, se dividió en dos grandes corrientes, la correísta y la morenista. Luego de fuertes disputas internas, el partido liderado históricamente por Rafael Correa terminó en manos de los morenistas, y tras varios procesos de transformación, pasó a llamarse MOVER (Movimiento Verde Ético Revolucionario y Democrático). Su influencia actual es nula, luego de que varias de las principales figuras dejaran el partido ante su inminente fracaso, dispersándose en distintos movimientos y partidos políticos. El ala correísta, por su parte, se vio obligado a buscar refugio en otros partidos, como la lista 5 del exministro de Moreno, Iván Espinel. Finalmente, luego de una batalla judicial contra el CNE, el correísmo pudo nuevamente tener su propia plataforma, ahora con el nombre de Revolución Ciudadana.
A nivel de alianzas políticas y postulación de candidatos, sucede lo mismo. Desde hace varios años somos testigos de la aparición de nuevas alianzas políticas cuya armonía es inexistente, incluso reuniendo bajo una misma plataforma a partidos que en el pasado fueron adversarios. Este es el caso del antes mencionado MOVER, partido que en la actualidad forma parte de la coalición Acción Democrática Nacional -ADN- cuyo candidato fue Daniel Noboa, hijo del cinco veces candidato a la presidencia Álvaro Noboa, derrotado en su momento por Rafael Correa. El otro integrante de la coalición ADN es el Movimiento Pueblo, Igualdad y Democracia –MPID-, cuyo máximo rostro es Arturo Moreno, primo del expresidente Lenín Moreno. Es interesante mencionar que esta no es la única relación de la familia Moreno con la política nacional, el Movimiento Ecuatoriano Unido y el Movimiento Libertad es Pueblo fueron dirigidos hasta su inhabilitación por parte del CNE por sus hermanos Edwin y Gary Moreno, respectivamente.
Lo mismo sucede a nivel de candidatos. Las últimas elecciones demuestran el ínfimo contenido programático de los partidos que postulan candidatos a la presidencia de la república, ya que en varios casos eligen actores externos a sus estructuras, priorizando el capital político del candidato por sobre el contenido de la propuesta. Este es el caso del Movimiento Construye - escisión de Alianza País y paradójico reemplazo del Movimiento Ruptura - cuyo candidato fue Fernando Villavicencio, asesinado días antes de las elecciones. La disonancia entre Villavicencio y María Paula Romo, ex ministra del interior durante el gobierno de Moreno y máximo rostro del Movimiento, refleja que su alianza fue coyuntural, y no fundamentada en la construcción de un proyecto político con mirada de futuro. Incluso luego de las elecciones, el movimiento ha marcado distancias con el reemplazo de Villavicencio, Christian Zurita. Lo mismo podemos decir de Otto Sonnenholzner y su espontánea candidatura por la coalición Actuemos, integrada por Avanza y Sumar, así como la del ex candidato por la Izquierda Democrática Xavier Hervas, quien en las últimas elecciones fue arropado por el Movimiento Reto.
La situación crítica en la que se encuentra el país bajo la presidencia de Guillermo Lasso, a quien también se le pueden atribuir alianzas de las más heterogéneas, demanda de todos los actores políticos y de la sociedad civil una profunda reflexión sobre el camino que debe seguir nuestro país. El debate se ha centrado, por no decir estancado, en presentar supuestos modelos milagrosos en temas económicos, productivos o incluso en estrategias anticorrupción. Sin embargo, poco se ha dicho sobre el imperante cambio dentro del sistema político ecuatoriano que tanto demanda el país. La academia - una vez más - brilla por su ausencia. Por ello, este artículo pretende no sólo denunciar el alquiler de partidos políticos o el transfuguismo, sino también presentar posibles salidas a la crisis partidaria en el país.
En primer lugar, es momento de considerar seriamente la necesidad de unas primarias que condensen las ofertas políticas en dos - o incluso tres - grandes grupos ideológicos: izquierda, centro y derecha. Esto no solo facilitaría la elección popular y reduciría los altos gastos en los que incurre el CNE, sino que demandaría de los actores políticos un mayor enfrentamiento ideológico y la construcción de proyectos nacionales más representativos. En segundo lugar, debemos recuperar la afiliación política como un elemento central dentro de las candidaturas. Resulta inadmisible que los partidos políticos se dediquen a “cazar” rostros políticos únicamente por su capital político, y no por su compromiso ideológico. En tercer lugar, la elección de candidatos, y su posterior postulación por parte de los movimientos y partidos, debe ser el resultado de un amplio proceso democrático a la interna de los mismos partidos, con estructuras y procedimientos transparentes, que obligue a quien desee candidatizarse, a pasar por un proceso de aprobación partidaria previa y un trabajo orgánico. Cuarto, las vías legales para la inscripción de un partido deben ser revisadas, por ejemplo, aumentando el porcentaje de firmas necesarias para la inscripción o la necesidad de una estructura partidaria consolidada a nivel nacional. Quizás así el ejercicio democrático podría salir de la pantomima electoral, y colarse más profundamente en la cotidianidad de la gente, generando debates reales desde La Política.
Ecuador se enfrenta a una de las crisis sociales, económicas y políticas más severas de su historia republicana, donde incluso la misma democracia está en duda a causa de los ínfimos niveles de confianza ciudadana en la política. Por ello, la reforma del sistema político y electoral debe constituirse en un tema central en el debate público y académico, porque de lo contrario, sus evidentes debilidades nos llevarán a una desilusión total con la política, algo que terminará de erosionar lo poco que nos queda de institucionalidad. En otra frecuencia, la organización popular debe fortalecerse y extenderse, y quizás contemplar la posibilidad de entrar con fuerza en la contienda electoral en los próximos años.