De la caridad y la autocomplacencia
En medio de la coyuntura política, tan compleja como caótica y desalentadora, llega el último mes del año, la linealidad del calendario al que nos regimos decreta que los escasos días que restan marcarán el haber cumplido como humanidad una nueva vuelta al sol.
Diciembre, época donde afloran la "solidaridad", la "generosidad", la "entrega" y la "buena voluntad" , en la mayoría de quienes vivimos en sociedad se despierta la necesidad, el deseo, la obligación o simplemente la "voluntad de hacer algo" por aquellos que más lo necesitan.
Tal circunstancia otorga un campo preciso para realizar unas cuantas reflexiones sobre el sentido de la ayuda y la caridad, sobre lo que está detrás de los deseos de bienestar colectivo y de esa atmósfera forzada de bienaventuranza, bien intencionada quizá, pero pesimamente ejecutada.
Las reflexiones bien podrían situarse en torno a criticar amargamente el aumento exponencial en el patrón de consumo de mercancías en general suntuarias o perfectamente prescindibles que alimentan la maquinarias de explotación de grandes multinacionales, o bien podríamos reflexionar sobre el grave impacto ecológico que causa la deforestación de coníferas para adornar las casas durante las fiestas por ejemplo.
Sin embargo el objeto de nuestra reflexión en este momento será otro, o más bien seremos otros. Con esto me refiero a que la intención de las líneas posteriores será la de poner en cuestión la forma que tenemos de materializar nuestra pretensión de solidaridad para el mundo así como de nuestro sentido de la moral.
Empecemos entonces, a cuestionar por qué vivimos en un mundo que no puede prescindir de formas de relacionamiento como la caridad. ¿Es que acaso "los más necesitados" se han puesto en precaria situación de vida ellos mismo de puro gusto y voluntad? La respuesta es un rotundo no, el destino no ha parido la miseria en la que viven, esta ha sido fruto de las voluntades de miles de hombres y mujeres quienes bajo el orden del sistema del capital han construido un mundo profundamente desigual, inequitativo e injusto.
A la medida de este mundo que crea los pobres que ha de ayudar posteriormente, se construyen también nuestros valores, ritos, creencias, y demás, que posteriormente se materializan en acciones concretas. Una de estas acciones concretas, que nace de la creencia en la generosidad y la bondad es sin lugar a duda la caridad.
Caridad aparece en ocasiones cómo sinónimo de bondad, su uso semántico y su fuerte ligazón religiosa, nos han llevado a situar la caridad como una virtud, a colocarla como una situación que dignifica a quien hace ejercicio de ella. Nos sanea, nos legitima y nos garantiza cierta complacencia de nuestros pares para con nostros.
Sin embargo, es este en realidad un acto de filantropía, o es más bien narcisismo disfrazado y socialmente legitimado. La pregunta apunta a reflexionar sobre el sentido del ejercicio de la caridad.
Primero deberíamos asumir que es una relación violenta, que implica la subordinación del otro, que se halla en situación vulnerable, ante el buen samaritano que regala o dona parte de sus posesiones.
Podemos asumir también que quien ejerce la caridad podrá estar o no consciente de que el problema de la pobreza no se resuelve de esa forma, lo ingenuo es creer que quien hace caridad lo hace para combatir la pobreza.
Quien hace caridad lo que busca es más redención que solución, se busca aliviar un poco el peso de la culpa que produce tener los privilegios que otros no tienen y esto se expresa en dádivas. Para ejemplificar mi punto me permitiré citar al escritor argentino Ernesto Sábato quien en un fragmento de una de sus obras menciona que: "Cualquiera sabe que no se resuelve el problema de un mendigo con un peso o un pedazo de pan: solamente se resuelve el problema psicológico del señor que compra así, por casi nada, su tranquilidad espiritual y su título de generoso. Júzguese hasta que punto esa gente es mezquina cuando no se decide a gastar más de un peso para asegurar su tranquilidad espiritual y la idea reconfortante y vanidosa de su bondad."
Ante tal afirmación es meritorio cuestionar nuestro sentido de solidaridad, debemos si queremos colocarnos entre la disidencia del sistema, construirnos nuevamente, es necesario buscar una "nueva moral". La reflexión sobre la caridad sólo es un punto que ejemplifica que la "bondad" la "compasión", la "solidaridad" son valores construidos bajo los esquemas de la exclusión y que, por ende, estos y muchos otros al ser ejercidos con "toda la buena voluntad" del caso, no hacen sino perpetuar las relaciones sociales profundamente marcadas por la desigualdad, la falta de oportunidades y la explotación.