El fracaso electoral de Moreno y Trujillo
Moreno es el gran perdedor de la más reciente jornada electoral, a pesar de haber promovido un mensaje conciliador con la oligarquía y pretensión de superioridad moral. El primer mandatario se jugó por la no intervención en el proceso, y no lo logró, al punto que el mismo sostuvo un claro mensaje en contra de los candidatos del correísmo en pleno silencio electoral, hecho inscrito en una serie de irregularidades, narradas por la misión electoral de la OEA.
Tanto Moreno, como Presidente del Ecuador, como Trujillo, en su calidad de principal de la cuarta función del Estado, intervinieron directamente en contra de una tendencia, que guste o no, resulta ser parte de la actual cultura política del Ecuador. Ellos perdieron visibilemente, porque con un partido político prestado y golpeado por todas las denuncias, la Revolución Ciudadana se adueñó de Pichincha, y en cierta forma de la capital, Quito, demostrando su importancia representativa en la ciudad, considerada hasta hace poco como la cuna de la resistencia anti correísta.
La primera lección resulta ser la siguiente: Quito no es conformada únicamente por la clase media capitalina, la que estos dos últimos años de Moreno, vivió una ficción a nivel de redes sociales, en donde se suponía que a partir de la salida de Correa del poder, la fórmula de la RC, no retornaría a puestos claves, y que la alta conciencia política de la ciudad cerraría su retorno. Nada más lejos de la realidad.
No sin sorpresa se observa el fracaso de dichas pretensiones: mientras en lo concreto, el apoyo en Quito a Correa es sumamente importante, no se trata solo de aquello, sino la emergencia de un voto popular contundente. Este se encuentra dividido en dos tendencias (Yunda y Maldonado), voto que no solo emerge del sur o las periferias, sino del propio norte quiteño, en donde se siente la profunda crisis de empleo que azota la ciudad.
La reducción de la campaña desde las propuestas al furibundo anti correísmo y la dispersión del voto en un sinfín de candidatos vacíos, permite conocer mejor la dinámica mitológica del voto anti correísta. Esta se aglutinó en torno al mensaje de Montúfar, propiciando una idea real de la importancia de dicho segmento electoral. Además, este hecho demostró que Quito presenta una realidad compleja, en donde la propuesta de los aniñados no prolifera más allá de un segmento que habla fuerte, pero concreta poco. Queda entonces claro que las elecciones se las disputan a nivel de las canchas de ecuavolley y futbol barrial, en las tiendas y en la vecindad. Los dos candidatos más votados son parte de una raigambre popular, ajena a la alcurnia política de gente como Moncayo o de los apellidos lustrosos como Holguín o Solines.
Las lecciones que deja este proceso constituyen un importante material de estudio y reflexión, con la finalidad de entender que el reto político para la organización popular se materializa en continuar construyendo cuadros y asumiendo espacios de poder para el colectivo, no para el servicio individual. Este proceso no debe pretender llevar al perfeccionamiento de la democracia liberal, y superando la dicotomía correístas – anti correístas es necesario comprender que la contradicción sigue siendo de clase, no de figuras.
Fotografía:
El Telégrafo