Furukawa: esclavitud moderna con la complicidad del Estado
Aunque el imaginario de la mayoría de nosotrxs se haya construido alrededor de la idea de que la esclavitud es una cosa del pasado remoto, la realidad del capitalismo salvaje es que una cantidad significativa de productos que consumimos tienen la mancha del trabajo esclavo. Desde alimentos hasta textiles, pasando por componentes de explotación minera como metales y piedras preciosas e inclusive cosméticos, son fabricados a costa de la esclavitud moderna. La esclavitud moderna puede evidenciarse en algunos elementos que la distancian -por no mucho, dicho sea de paso- de la precariedad laboral.
En el caso de la esclavitud moderna, la cual se diferencia de la esclavitud de propiedad abolida en el S.XIX -la que replican en películas y asumimos superada- ya no existe una propiedad factual de un ser humano sobre otro; pero sí imperan condiciones extremas: 1. La falta de pago o el pago ínfimo que apenas alcanza para sostener la vida (retención de salarios, pagos en cuotas mínimas, condicionamiento del salario, etc.), 2. El ejercicio de violencia física; sexual; psicológica; tortura; amenazas e infantilización de los sujetos trabajadores, y 3. La condición de involuntariedad, en otras palabras la incapacidad del sujeto para liberarse de sus condiciones laborales o su espacio laboral, resultado del secuestro, el engaño, la retención de papeles legales, pasaportes, amenazas, etc.
En nuestro país, el caso de la empresa de capital japonés Furukawa saltó a la luz en febrero de 2019 – la denuncia impuesta por la Defensoría del Pueblo data de octubre de 2018- cuando se expusieron públicamente las condiciones de esclavitud moderna en la que viven y producen sus trabajadorxs. El caso Furukawa materializa la esclavitud moderna en su máxima expresión ya que presenta trabajo forzoso, mutilaciones, trabajo infantil, condiciones insalubres, y vida indigna. Las haciendas donde se encuentran las plantaciones de abacá -fibra que produce y exporta la empresa, mantienen a lxs trabajadorxs en campamentos que no cuentan con agua potable, luz eléctrica, acceso a centros de salud ni escuelas. Sus más de 1200 trabajadorxs, no cuentan con contratos laborales, seguridad social, condiciones seguras de trabajo, derechos a la organización, y viven una realidad marcada por la pobreza extrema y el analfabetismo.
Es evidente y es ilegal que la empresa haya secuestrado las vidas y futuros de sus trabajadorxs y sus hijos e hijas, muchxs de lxs cuales ha nacido y trabajado en las plantaciones desde muy temprana edad, nunca han salido de las haciendas y no han tenido acceso a educación. Por más de 50 años, la empresa Furukawa ha esclavizado a centenares de personas en sus plantaciones en las provincias de Santo Domingo, Esmeraldas y Los Ríos. Sin embargo, la empresa sigue funcionando a vista y paciencia del Estado ecuatoriano. Este es un claro ejemplo de necropoítica: la omisión de acto por parte de los Estados, en este caso, de aplicar las leyes y la Constitución y derechos humanos básicos, que permite,facilita y resulta en la muerte de los sujetos.
¿Quiénes somos y quienes no somos sujetos de derechos? ¿Cuáles son las vidas que importan y cuáles no? Parece que, en efecto, a los ojos del poder político, vales lo que tienes. Por supuesto que para el Estado y el mercado, las mujeres, lxs niñxs, indígenas, negrxs, montuvixs, morochxs, poco o nada valen. Cuan fácil mira el Estado y el capital hacia el otro lado, cuando de la vida y dignidad del pueblo se trata. La pobreza le conviene al sistema de producción. De ahí, no es de extrañarse la falta absoluta de medidas y sanciones efectivas y relevantes que se han tomado contra la empresa Furukawa.
En los marcos del capitalismo, la rentabilidad de las empresas, la ganancia de unos pocos, las leyes del mercado, son mucho más valiosas que la vida de personas. En el caso Furukawa, la total indolencia del Estado ecuatoriano se convierte en cómplice de las injusticias del trabajo esclavo. Las exigencias de justicia y reparación del Comité de solidaridad con las familias que viven y trabajan en las haciendas de Furukawa Plantaciones C.A. del Ecuador Furukawa Nuca Más, son responsabilidad directa de Lenin Moreno, Presidente del Ecuador; María Paula Romo, Ministra de Gobierno; Andrés Madero, Ministro de Trabajo; Cecilia Chacón, Secretaria de Derechos Humanos ; y de Xavier Lazo, Ministro de Agricultura.
Sin embargo, existe un elemento que llama todavía más la atención: la indolencia y falta de solidaridad de la población urbana con lxs compañerxs trabajadorxs de Furukawa. A pesar de ser un caso extremadamente doloroso, poco movimiento se evidencia en la capital y dentro de las organizaciones populares, y salvo por contadas excepciones, se han tocado el tema y el caso únicamente de manera superficial. ¿Cuánto ha calado el valor neoliberal del individualismo en nuestros corazones, que somos incapaces de ejercer una solidaridad efectiva en un caso tan inaceptable como este? Ningún esfuerzo es suficiente, nosotrxs mismxs como Revista Crisis, hemos tenido cero participación o apoyo con el Comité de solidaridad, más allá de gestos vanos e infografías compartidas.
A un año de la exposición del caso Furukawa, vale la pena tener presente que en Ecuador existe trabajo esclavo y que en Ecuador existe trabajo esclavo con la complicidad explícita del Estado. Nos unimos a la exigencia del cierre inmediato de la empresa Furukawa, demandamos justicia y reparación, demandamos cero impunidad, demandamos vida digna. Ante la necropolítica del capitalismo, solidaridad y empatía, amor radical al otrx. Furukawa nunca más.
Fotografïa:
Iván Castaneira