La instrumentalización de la mediocridad académica
Las modificaciones en torno a los exámenes que los aspirantes a bachilleres deben rendir y su reciente aplicación -así como la preocupante y débil respuesta por parte de las organizaciones estudiantiles a nivel nacional- son situaciones que han reavivado el debate en torno a la forma de acceso a las universidades públicas en el país y han permitido entrever que el grado de mediocridad educativa en el Ecuador avanza de forma alarmante.
El debate gira ahora en torno a que el porcentaje de la nota que el Ser Bachiller[1], debería tomarse en cuenta a la hora de pretender acceder a un cupo en la universidad pública. Se diserta sobre si el mecanismo de selección es el más adecuado, el más inclusivo, el más democrático, etc. Abundan los casos dramáticos sobre jóvenes lumbreras que quedaron privadas del acceso a un cupo universitario “por culpa del malévolo examen”; historias sobre excelentes alumnos que han tenido que repetir hasta 4 veces el mencionado examen para ingresar a un centro de estudios de tercer nivel. En fin, estos constituyen casos que oscilan entre el patetismo de lo personal y lo moral.
Las voces más extremistas -paladines de la mediocridad y el marasmo intelectual, entre ellas, el viejo y conocido oligarca financiero Guillermo Lasso- sostienen incluso que es necesario eliminar el examen Ser Bachiller, y a su paso eliminar también la Secretaria Nacional de Educación Superior Ciencia y tecnología -SENESCYT-, y el Instituto Nacional de Evaluación -INEVAL-, permitiendo el acceso universal a todas, todos y todes a los centros de educación superior pública. Utopía del fracaso intelectual de toda una patria, que a mala hora podría llegar a cumplirse.
La preocupación en torno a los mecanismos de acceso, evaluación y democratización del conocimiento no se desarrolla en el país en la clave en la que cualquier disenso constituye un aporte en lugar de una rivalidad. El debate en torno a la posible -e indeseable- eliminación del examen Ser Bachiller se da en calve instrumental, desinformada, meritocrática, excluyente, moralista y discriminatoria. La preocupación en última instancia no debe ser si el mecanismo se mantiene o se extingue -cosa que, debe indicarse de paso, sería un error de consecuencias de gran alcance-.
Las aristas en torno a las que deberían plantearse inquietudes, demandas y demás mecanismos jurídico institucionales que permitan algún tipo de modificación de los mecanismos de acceso son variadas. Estas -sin embargo- se encuentran lejos de ser contempladas por los actores políticos y estudiantiles a nivel nacional.
En torno al tema del libre ingreso, por ejemplo, debemos tener absolutamente claro que esto no es sinónimo de ingreso universal. Este último no existe en ningún país del planeta: la infraestructura universitaria – sumando incluso la pública y la privada- simplemente sería incapaz de abastecer la demanda de jóvenes que entienden la universidad como el siguiente paso obligatorio en su ascenso en el mundo académico.
Los filtros que miden aptitudes y competencias para acceder a cualquier espacio terminan siendo necesarios. Si cualquier aspirante que se presente ante aquellos filtros resulta tener aptitudes insuficientes, el problema no termina residiendo en el filtro, sino la incapacidad personal para sortearlo. En el país, la mediocridad del sistema educativo de enseñanza primaria y media es -en buena medida- una de las responsables de que quienes se presentan ante filtros como el Ser Bachiller, por ejemplo, no tengan la capacidad de sortearlo.
Encontramos como factor agravante de esta situación, que las profundas asimetrías sociales -las brechas gigantescas en térmionos socioeconómicos que imperan en el Ecuador- representan uno más de los factores que comunmente imposibilitan, reprimen y anulan cualquier posibilidad de consecución de aptitudes académicas suficientes para aprobar este tipo de exámenes. No resulta ser sorprendente que el mayor porcentaje de la matricula universitaria se encuentre ente los sectores de clase media. A opinión personal, el hecho de haber nacido en un hogar acomodado, tener la comida suficiente a base diaria y gozar de servicios básicos, son privilegios que la estéril meritocracia no toma en cuenta a la hora de llegar con su discurso homogeneizador, totalizante y excluyente a los sectores más desfavorecidos.
Tales elementos -en conjunto con el discurso barato, cínico y artero de la meritocracia- configuran un panorama complejo que revela las profundas falencias de nuestro sistema educativo. Simultáneamente nos enfrentamos a un panorama difícil de aceptar: la falta de alternativas de solución inmediata por parte del Estado. En el caso del Ecuador - bajo el yugo del Estado oligárquico neoliberal- es evidente que poco y nada se hará por mejorar los mecanismos de acceso a la educación, la calidad educativa y la reducción de las asimetrías mencionadas anteriormente. Al contrario, el vaticinio al que nos somete el análisis de lo real indica que el panorama empeorará con el paso del tiempo. La precarización de lo público termina siendo la consigna del neoliberalismo, con el fin último de privatizar todo lo privatizable.
Esta compleja e invisible constelación de elementos es aprovechada por los políticos institucionales que ofrecen irresponsablemente a las incautas masas de jóvenes decepcionados la posibilidad de eliminación de los exámenes de ingreso y al mismo tiempo no proponen ningún mecanismo alterno. ¿Tendrá alguna propuesta el banquero bachiller emprendedor que abandera esta cruzada por la mediocridad y la ignorancia que no conlleve a regresar a las palancas para acceder a un cupo estudiantil?
La indignación necesita dirigirse entonces hacía el detonante de esta situación, el precario sistema educativo -incluyendo a las instituciones que lo administran y representan- y no hacia los elementos que hacen posible el presente diagnóstico.
En manera de conclusión, estar en contra del examen Ser Bachiller y exigir su eliminación se equipara a pretender curar una fiebre por medio de una infección, ante un enojo con el termómetro por haber marcado la fiebre y exigiendo la destitución del médico por diagnosticarla.
Referencia:
[1] Ser Bachiller: Requisito de evaluación obligatorio para acceder al título de Bachiller y a un cupo en la universidad pública de la República que evalúa con 120 preguntas los conocimientos de los educandos en 4 áreas: Matemáticas, Lenguaje y literatura, Ciencias Naturales y Ciencias Sociales.
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