La necesidad de un enfoque social en la medicina
La medicina social es una rama de la medicina poco divulgada que no ha logrado encontrar su espacio en la comunidad científica internacional y que por tanto, su desarrollo y extensión se han visto limitados. Sus raíces se remontan a la década de 1960, sus principales expositores son fundamentalmente grupos académicos de profesionales conformados por practicantes e investigadores del campo de la salud latinoamericanos que se han asociado a estudiantes, trabajadores y organizaciones populares con las cuales comparten un aspecto fundamental: su disconformidad con el modelo desarrollista. Esta disciplina nace de la necesidad de cuestionar la incongruencia entre el modelo desarrollista, que propone que junto con el crecimiento económico de un país deben mejorar las cifras de salud, y que la crisis de la salud pública que se vivía en aquellos momentos en nuestros países - donde las tasas de mortalidad infantil y esperanza de vida, entre otros índices - empezaron a empeorar a pesar de que las economías latinoamericanas habían experimentado un crecimiento económico sostenido.
Así es como surge la interrogante: Si existe un crecimiento económico, ¿cómo la calidad de vida de la población empeora? Y esta pregunta tiene una sola respuesta: se debe a que las relaciones sociales (fundamentalmente las relaciones de producción) son la causa indiscutible de la inequidad observable entre los diferentes estratos sociales. Ahora bien, la medicina tradicional ha tratado de explicar el proceso salud-enfermedad desde una óptica determinista, acuñando únicamente factores biológicos como sus determinantes; es ahí donde la medicina social marca una diferencia esencial: añade el análisis socio-histórico y político, además de los elementos biológicos, como determinantes del estado de salud de la comunidad. Es esta diferencia fundamental lo que permite una contextualización mucho más acertada del análisis de la situación de salud de nuestras poblaciones, lo que no solo da lugar a un diagnóstico más preciso, sino a la planificación de las acciones que más eficazmente pueden mitigar los daños en salud.
Si bien el desarrollo técnico de la medicina nos ha permitido entender con mucha mayor profundidad los fenómenos biológicos que intervienen en la salud del ser humano, e incluso articular las acciones de los trabajadores sanitarios para conformar sistemas de salud enteros, con distintas características y distintos propósitos, todavía el acceso a los servicios de salud por parte de nuestra población es muy limitado. Además de eso, los altos índices de pobreza determinan que las condiciones de vida, como estructuras habitacionales precarias, altos índices de hacinamiento o dietas insuficientes, se establezcan como factores de riesgo constantes para la aparición de enfermedades.
Es por todo esto que distintos autores latinoamericanos, a través de organizaciones no gubernamentales como el Centro de Estudios y Asesoramiento en Salud (CEAS) de Ecuador, el Grupo de Investigación y Capacitación en Medicina Social (GICAMS) de Chile y el Centro de Estudios Sanitarios y Sociales (CESS) de Argentina han recalcado en sus trabajos académicos la importancia de un análisis más amplio a la hora de abordar los problemas de salud a los que nos enfrentamos. En contraposición al análisis metafísico que suele llevar a cabo la salud pública, en el que considera a la población como una suma de individuos que pueden ser clasificados según ciertas características (sexo, edad, educación, ingreso, raza, etnia, etc.) y en el cual el investigador calcula aritméticamente porcentajes a partir de las particularidades individuales (seleccionadas a priori) que componen a ese grupo poblacional, la medicina social considera a las comunidades y las instituciones como totalidades cuyas características trascienden a los componentes individuales. Es decir, las especificidades individuales y grupales son analizadas, con un encuadre teórico-metodológico, en el contexto socio-histórico que las determina. En este sentido las categorías analíticas tomadas en cuenta incluyen la reproducción social, la clase social, la producción económica, la cultura, el género entre otros.
Es por eso que se considera a la salud como un producto social, en el que intervienen múltiples factores, uno de los principales son las relaciones humanas que garantizan la reproducción de la sociedad, y por tanto un elemento fundamental en el que se debe incidir de manera decisiva si se quiere mejorar el estado de salud de nuestra sociedad. En conclusión: que mientras la forma de producción vigente en la actualidad no sea trastocada, será imposible conseguir cambios importantes en la calidad de vida de nuestras comunidades, por lo que las medidas reformistas tomadas desde la salud pública tradicional nunca serán suficientes para resolver los problemas de salud que pretendemos erradicar.