La reacumulación originaria en tiempos de Covid-19
La pandemia actual desatada por el SARSCOV-2 demuestra la simultánea reestructuración y profundización de las relaciones de poder y de mercado a nivel nacional, regional y global. En el momento en el cual una parte significativa de la fuerza laboral formal se encuentra en teletrabajo, el capital demanda que la clase obrera se reinstaure en sus puestos de trabajo en las empresas y fábricas, se refuerza la lógica capitalista de la “mano invisible del mercado”, en una suerte de reacumulación originaria.
Los últimos meses evidencian que el capitalismo como sistema económico tiende a renovarse y fortalecerse, sobre todo en tiempos de crisis. Esto ya ocurrió después de la Gran Depresión en 1929, cuando la respuesta del mercado en términos políticos y económicos fue la aniquilación sistemática en clave fordista de millones de personas a manos del surgimiento y advenimiento del fascismo. El capitalismo se reinventó también después de la crisis del petróleo en los años 70s, abandonando el patrón oro y liberalizando la estructura financiera internacional. En el año 2009, a causa de la crisis financiera global encaminada por la especulación ilimitada con créditos hipotecarios en EE.UU., el capital se reinsertó en el mercado, apoyado por rescates estatales gigantescos.
Ahora que el mundo parece volver a la recesión global, esta vez inducida por la crisis sanitaria del Coronavirus, los bloques de poder financiero y económico se reinventan por medio de un resurgimiento de la acumulación originaria, una suerte de repetición del proceso que engendró desposesión, apropiándose en su camino de recursos. Si la guerra resulta ser un buen negocio bajo el marco del capitalismo, la enfermedad y la muerte lo son todavía más. Para que el capitalismo pueda perpetuarse en espacio y tiempo, precisa de la repetición de la acumulación originaria como proceso de apropiación y despojo. El capitalismo vuelve a apropiarse de espacios y crea mercados a partir de los mismos, se fortalece en su lógica al ocupar y cooptar espacios que antes no se encontraban bajo el dominio de la lógica del mercado, como la economía del cuidado, trabajo que sostiene la vida.
En los términos actuales, los sectores públicos que más se han visto absorbidos por la lógica del capital son el sector salud, incluyendo a la infraestructura hospitalaria y los insumos médicos. El Covid-19 representa la punta del iceberg de una ola de privatizaciones de estas áreas y competencias del Estado a nivel global, favoreciendo el mercado al sector privado durante décadas. En el Ecuador, el sector público en materia de salud se encontraba colapsado, previo ya a la irrupción del Covid-19. No obstante, las élites económicas y políticas compiten por lucrar con la adjudicación de contratos públicos, la venta de insumos médicos y el tráfico de influencias para la adjudicación de puestos públicos. En medio de este panorama, la reacumulación se fortalece como norma para el mantenimiento y fortalecimiento del estatus quo.
Partiendo de la lógica de la repetición incesante de la acumulación originaria, el capitalismo se reafirma en su mantra de producción al infinito, desconociendo cualquier limitación material o natural que se le pueda interponer. La mercantilización de todos los ámbitos de vida corresponde a la instrumentalización de los mismos en son y beneficio del mercado. Se impone el valor de uso por sobre el valor de cambio, especulando con la vida y la salud del pueblo a costa de la plusvalía. Contados conglomerados y grupos económicos se aprovechan de la crisis para (re)acumular: el fetichismo de la mercancía se aplica en la actualidad a la salud.
El mejor de los ejemplos de esta reacumulación representa el aumento en las fortunas privadas de los individuos más ricos. En EE.UU., entre cuatro personas -entre las cuales constan Jeff Bezos, dueño de Amazon, Bill Gates, fundador de Microsoft, Mark Zuckerberg, fundador y CEO de Facebook y el megainversionista Warren Buffett- acapararon un adicional de 147 mil millones USD en lo que va de la pandemia. No resulta sorprendente que en América Latina impere la misma tendencia. Las fortunas individuales de las 70 personas más ricas de la región incrementaron durante estos meses en aproximadamente 50 mil millones USD. Las fortunas privadas aumentan en pandemia, presuponiendo una oportunidad de renovación de la acumulación originaria. En definitiva, el capital encuentra el momento oportuno para aprovechar las nuevas oportunidades de acumulación que ofrece la situación de pandemia, a costa de la vida digna y la vida misma de millones de personas, profundizando los antagonismos de clase.
En todas las latitudes se materializa la precarización de las condiciones laborales para crear un margen de plusvalía que corresponda a los ajustes que impone el mercado con la justificación pandémica. Empresas como Uber, Glovo y Rappi aprovechan las laxas normativas respecto a la protección de su plantel laboral para fijar las tasas de salario a conveniencia propia. De tal forma, cuatro meses después de la irrupción de la pandemia y en medio de una época de bonanza sin precedentes en su sector, estas empresas decidieron reducir la tasa de remuneración a sus trabajadorxs en un 50%. Actualmente, Uber pretende interrumpir sus operaciones en California de manera indefinida, ante la presión de clasificar a sus trabajadorxs como empleadxs. Esto, bajo la lógica de acumulación impuesta por la empresa y el mercado, no solo sería impensable, sino que reduciría la plusvalía acaparada por Uber, volviéndola no rentable ante los ojos de la dirección de la empresa.
En medio de la pandemia se imponen dos grandes tendencias: por una parte, la hipertecnologización de espacios de intercambio y la apropiación y explotación de nuevos mercados. Por otra parte, el desechar empleos, precarizar a la fuerza laboral existente para renovar y maximizar el margen de plusvalía, y crear las condiciones legales y materiales que lo justifiquen y posibiliten. De tal forma, la pandemia evidencia nuevas dinámicas de explotación y apropiación capitalista, al mismo tiempo de reforzar la lógica de priorización del mercado por sobre la vida.
Al mismo tiempo, la pandemia se convierte en el significante vacío que estructura líneas argumentativas, justifica la adaptación del mercado y relega al resto de problemáticas a términos secundarios. La crisis ambiental causada por el mismo capital, la cual justamente refuerza y propicia la aparición de pandemias y la propagación de patógenos, pasó a ser relegada a la insignificancia. El capitalismo indudablemente se reinventa en momentos de crisis. Los círculos viciosos se vuelen cíclicos si no encuentran un punto de quiebre. Ante la renovación capitalista, construyamos mundos mejores fuera de la lógica del capital, libres de explotación, autogestionados y sostenidos colectivamente: la vuelta al campo resulta fundamental. Que la pandemia también sea una oportunidad para reinventar lo social, resignificar lo común y tejer redes de apoyo anticapitalistas.